Para qué sirven los mítines

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El candidato a la presidencia del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, ayer, durante su participación en un acto público en Sevilla. / Raúl Caro (Efe)
El candidato a la presidencia del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, ayer, durante su participación en un acto público en Sevilla. / Raúl Caro (Efe)

Todo el mundo estará de acuerdo con que la finalidad principal de los mítines —los de todos los partidos políticos— era la de captar votos. Se supone que los líderes de todas las formaciones se someten a esa peculiar tortura —a veces, tres en un día— con el propósito de convencer a los ciudadanos indecisos para que les otorguen su voto.

Pues bien, ese objetivo, sin ningún género de duda, ha quedado vacío de contenido. En primer lugar, porque los indecisos ya no van a los mítines. Si quieren enterarse de las nuevas propuestas de los partidos o de las promesas electorales de los candidatos o de su simpatía los ven por televisión, bien sea en los debates o en los programas generalmente insulsos en los que participan y a los que en circunstancias normales, fuera de la campaña electoral, no irían ni locos. No deja de ser curioso, porque no creo que Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Albert Rivera, Pablo Iglesias, Garzón o Herzog piensen que alguien les va a votar para presidente del Gobierno por su forma de freír un huevo o jugar al futbolín o al pimpón. Parece que de lo que se trata es de mostrarse próximo y campechano por persona interpuesta, es decir, con el conductor del programa, sea Bertín, Motos, Wyoming o la Campos, a los que indefectiblemente tuteará y llamará por su nombre de pila.

Nada de eso se aprecia en las vociferantes y apasionadas intervenciones de los responsables políticos en los mítines donde los asistentes son adeptos y lo que prima es la arenga a la militancia y el furibundo ataque al adversario —con motivo o sin él y con mayor o menor manipulación, dependiendo de quien se trate—. Pero lo que está claro es que esos espectáculos con las banderas y canciones propias de cada formación no sirven para captar votos.

Una segunda función de los mítines era proveer de contenidos a los telediarios, a las radios y a las páginas electorales de los periódicos. Pero incluso eso ha quedado desfasado porque son los propios partidos los que editan las intervenciones de los líderes y se lo proporcionan enlatado a las cadenas, no vaya a ser que algún periodista listillo proporcione y emita un corte que no interese.

Esos encuentros se celebran ahora en lugares cada vez más pequeños. Los principales partidos, en los años setenta y ochenta abarrotaban sin dificultad los grandes espacios, pero eso es algo que hoy por hoy no está fácil. Y se trata de evitar el tremendo fracaso que supondría para el candidato no llenar un estadio o una plaza de toros, circunstancia que ya ha ocurrido y que la dirección de campaña no puede permitirse.

No obstante, el papel principal al que han quedado reducido los mítines hoy en día es el de que el candidato proporcione calor y proximidad al militante de base. Ver al líder a dos metros, incluso tocarle, saludarle o darle un beso. Esa es ahora la razón de los mítines. Algo aparentemente intrascendente, pero importante, sin duda, para que los adeptos tocados por el altísimo no olviden ir a votar.

1 Comment
  1. IDEALISTA says

    Aparte de coincidir con usted, creo que ha encontrado, involuntariamente, quizás, con una posible vía de financiación para los partidos. Ahora que parece que lo de las «donaciones» opacas se está complicando. Pues, ¿por qué no? Que los sufridos militantes que cotizan tengan invitación a los mitines de sus partidos. Tendido «ver de cerca» ó tendido «tocar y besuquear», en función de la antigüedad de la militancia ó en función de las cuotas. Quién esté al día, nunca se haya demorado etc etc tiene derechos preferentes. Es que lo hacen así ó los partidos se van a quedar sin militantes. Porque anda que no son sufridos, los pobres. Yo, sin ir mas lejos, torturo a los esforzados repartidores de flyers con los que me topo en el barrio preguntando y pidiendo explicaciones sensatas.

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