‘Techo y comida’: Sí, esto está pasando cerca de su casa

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Cartel de la película 'Techo y comida'. / techoycomida.com

“Empatía: del griego ἐμπαθής (emocionado) es la capacidad cognitiva de percibir lo que otro puede sentir. También es un sentimiento de participación afectiva de una persona en la realidad que afecta a otra”.    

Esta es la historia de Rocío y Adrián. Malviven en Jerez de la Frontera. Año 2012. Ella es madre soltera y sin trabajo desde hace tres largos años. No recibe ayuda ninguna. Adrián tiene ocho años y los dos sobreviven en un piso cuyo alquiler han dejado de pagar, por lo que el dueño los amenaza con echarlos a la puta calle. Desesperada, Rocío llega a recurrir al el top manta en las aceras de su ciudad.

No es un argumento como para que las masas se amontonen ante las taquillas como los retrasados ante el Primark de Gran Vía, pero no por eso el film de Juan Miguel del Castillo deja de ser necesario y yo diría que hasta urgente. Necesitamos un cine que refleje lo que nos está pasando como país lejos de las falaces cifras macroeconómicas, urgen cineastas que metan el dedo en la llaga y que le digan a la gente: eh, ya sé que esperan con ganas la nueva de Star Wars, pero miren lo que está pasando cerca de su casa, que por cierto es el título de una película de Eduard Cortés cuyo rodaje cubrimos en cuartopoder.es.  

¿Dónde están los cineastas que suelen salir a la calle con pancartas y megáfonos? Están en su derecho de hacerlo y me parecen acciones respetables, pero ¿no será el teclado de su ordenador y la cámara de cine la mejor arma para pedir al español medio empatía por lo que le está pasando a sus vecinos, al ladito de casa? Y no me refiero a hacer solo dramas sociales, este espanto se puede enfocar con todo tipo de géneros. Mi amigo Dani Méndez lo definía muy bien hace poco: “De todas las vergüenzas que ha mostrado la crisis, pocas mayores que la abulia reivindicativa del sector cultural, especialmente el cine. Hace 30 años Berlanga y cía se habrían puesto las botas”.

Techo y comida no es el caso de ese sector cultural. Ganadora del Premio a la mejor actriz (inconmensurable Natalia de Molina) y el Premio del público en el Festival de Málaga, el film está basado en el trabajo de campo de su director en asociaciones y comedores sociales y tuvo más de un obstáculo para levantarla. “Nos encontramos con muchos intereses en contra porque no quieren que se de visibilidad al tema”, ha reconocido el director y guionista.   

Uno de los mayores aciertos de Techo y comida es que el film no oculta para nada su adscripción al cine social, esa etiqueta que muchas veces utilizamos con coña marinera. Lo es, es una elegía a los más jodidos, a los que más sufren y lo hacen en silencio, humillados. Hay quien ha recriminado que en el film lo ideológico se come a lo narrativo, que es casi una película de propaganda, un semidocumental de denuncia ficcionado. Discrepo. ¿Que es cine ideológico? Pues claro. ¿Qué cine no lo es? No hay nada más ideológico que Rambo, Regreso al futuro o un capítulo de Cuéntame, pero ya se imaginarán en qué bando está Techo y comida. Y sí, he escrito bando. En uno está la gente con empatía y en el otro la gentuza que ha saqueado este país, los que lo han consentido con sus votos y los que nunca lo han denunciado, han mirado a otro lado o hasta lo han justificado. A saber: “No haberte hipotecado”; “yo pago mis impuestos”...

Techo y comida cuenta con un plano que seguramente va a horrorizar a muchos puristas del cine pero a mí me encantó. En él se ve a Rocío y Adrián, abandonados, y de fondo a un montón de gente celebrando un gol de la selección. Algunos lo tacharán de demagógico, a mí me emocionó. Como me emocionó Natalia de Molina, absolutamente perfecta en el rol de una joven ignorante, poco preparada, sin familia, sin pareja, sin amigos. Sola con su hijo, un joven Jaime López, también estupendo.

La jienense (Goya por Vivir es fácil con los ojos cerrados, de David Trueba) se beneficia de una buena dirección de Del Castillo y un excelente trabajo de maquillaje y peluquería que la hace parecer más mayor, más hortera, más vulgar. No creo que le vuelvan a dar el Goya porque seguramente se lo llevará Penélope Cruz por su trabajo en ese espanto de película llamado MaMa.  

Techo y comida tiene un título muy acertado. Es lo básico que debe tener cubierto un ser humano en una país civilizado, democrático y supuestamente puntero, como es el caso de España. Pero eso no sucede en nuestra democracia, sustentada por una Constitución patrañera donde el derecho a la vivienda y el trabajo es solo “intencional”. Sinvergüenzas.

Rocío y Adrián solo piden derechos humanos esenciales negados o silenciados por poderes financieros, gobernantes, votantes de la más rancia y cerril derecha o por conciudadanos sin la más mínima empatía, todos esos obreros de derechas que han perdido o jamás han tenido conciencia de clase.

Creo que Techo y comida debería proyectarse en los colegios. De Andalucía y de toda España. También en festivales extranjeros, para que se sepa lo que se está pasando aquí realmente, lejos de las peroratas de la derechona o de la gente que se ha tragado que estamos saliendo de una crisis que ha dejado el país devastado. Y ojo, que según quién gane el 20-D, la historia de Rocío y Adrián se va a multiplicar.

TECHO Y COMIDA (YouTube)

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