‘La verdad duele’: ¿Por esto querías estar en los Oscar, Will Smith?

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Cartel de la película 'La verdad duele', protagonizada por Will Smith. / SonypicutresSpain (Facebook)

Will Smith fue una de las figuras de Hollywood que se unió recientemente al boicot a los premios Oscar. Todo comenzó con las quejas de la mujer de Smith, Jada Pinkett, y el anodino director Spike Lee. Denunciaron “falta de diversidad racial entre los nominados”. Se referían a actores o actrices de raza negroide o africana, se entiende, no a la asiática o a la australiana.    

La prensa, a la que le encanta magnificar este tipo de movidas, se hizo eco del asunto y la presidenta de la Academia que entrega los Oscar tuvo que prometer, en un comunicado muy  políticamente correcto, que vendrían “grandes cambios” a la institución para lograr nominaciones multirraciales. También garantizó “la inclusión en todas sus facetas: género, raza, etnia y orientación sexual”. Cuando lo leí me quedé turulato. ¿Preguntarán por su orientación sexual a los futuros nominados?

Que en dos años no hayan nominado a una actriz o actor negro en los Oscar es una pena, pero no creo que sea como para montar semejante circo. Tampoco Samuel L. Jackson (The Hateful Eight),  Michael B. Jordan (Creed ) o Idris Elba (Beasts of No Nation) han sido nominados. Igual es que, sencillamente, no se lo merecían. O eso es lo que les ha parecido a los que tienen el supuesto privilegio y mérito de ser académicos.

La diversidad racial no se puede imponer, las cuotas son una aberración contra el talento. ¿Y hasta dónde llevamos la indignación? ¿Invitamos al boicot a los guionistas, realizadores, productores, compositores, decoradores o fotógrafos negros, mujeres o gays? Hay que ser un poco más serios.

Aclarada la pataleta de la señora Smith, vamos con La verdad duele. No, Will Smith, no merecías estar nominado en los Oscar este año. Tu trabajo es digno y correcto, aunque con un acento algo forzado, pero no emocionante. Tu interpretación es muy “de Oscar”, y canta, se nota. Y al igual que la película, no es como para recordar. Y es una pena, porque La verdad duele podría haber sido una buena película. El tema que trata es muy interesante y la producción, de Ridley Scott, más que digna.

En La verdad duele (espantosa interpretación del título original Concussion) Will Smith es el Dr. Bennet Omalu, neuropatólogo forense que descubrió el Traumatismo Cardioencefálico Crónico. Su admirable descubrimiento científico demostró que el llamado CTE llegó incluso a provocar los suicidios de viejas estrellas de la liga NFL afectadas por el síndrome.

El personaje principal es muy interesante: un prestigioso forense que descubre algo terrible en el machacado cerebro de unos jugadores de fútbol americano (“Alguien tiene que hablar por los muertos”). También lo es la trama principal del film: el inmenso poder económico, social y político de los mandamases de la NFL, que atacan a Omalu con toda su artillería. Hasta la policial.

Y, por supuesto, su tema fundamental: ser un verdadero americano no es ser hincha de un deporte bestial, sino preocuparte por tus conciudadanos. Y todo dicho por un inmigrante nigeriano.  

La verdad duele es parte de la gran tradición de cine liberal norteamericano, de juicios, de abogados heroicos, jueces justos y acusados que finalmente son declarados inocentes. Es algo que hemos visto muchas veces en el cine y lo seguiremos viendo encantados. La cosa viene de largo, de Antígona. Como bien explicaban Jordi Balló Fantova y Xavier Pérez en 'La Semilla Inmortal', “en Antígona está en juego la defensa del cadáver de Polinice, que, al no tener voz propia, necesita un intercesor que haga valer sus derechos”. Es lo que hace Omalu en La verdad duele.     

Y es una pena que un film que tiene posibilidad de ser rico en lecturas, las exponga de forma tan convencional. Para empezar, toda la parte amorosa del film es horripilante: cómo conoce el prota a la chica, su trauma y toda su insulsa y asexuada relación. ¿Imposición de Will Smith? Tiene pinta. También es lamentable que en ocasiones el guión juegue innecesariamente con el thriller de conspiraciones y caiga, en sus diálogos, en un patrioterismo infumable. De americanada. Y lo más lamentable de todo: los maquillajes de viejo. El horror.

Una pena que, además, todo esté orquestado por Peter Landesman, guionista y director que ya en 2013 demostró su incompetencia con Parkland. Eso sí: el film, y lo digo como halago, es de esos “basados en hecho reales”, y todo gracias a una reciente investigación periodística de la revista GQ.

Los norteamericanos y su cine (y no digamos su tele) siguen manteniendo una envidiable facultad para hablar de su historia más reciente, para reflexionar sobre lo que les acaba de ocurrir y que afecta a millones de americanos. ¡Qué envidia!    

 Sony Pictures España (YouTube)

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