¿Por qué Twitter no vale ni la mitad de lo que valía hace tres años?

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La valoración de Twitter se sitúa en torno a los 10.000 millones de dólares en la actualidad, un 25% de la cantidad estimada hace sólo tres años. / Shutterstock

Cuando una compañía está fuerte, todo parece salirle bien. Sin embargo, cuando flaquea, los problemas empiezan a aparecer por todos lados y sacarla adelante se convierte en un ejercicio de malabarismos que supone apagar fuegos y tratar de convencer a los inversores de que el producto es viable y va a salir adelante.

Cuando Twitter salió a bolsa hace sólo tres años, en 2013, se encontraba en la primera situación. Protagonizó un espectacular arranque sobre el parqué de Wall Street y el negocio estaba valorado en más de 40.000 millones de dólares. No había límite, los inversores ponían su dinero despreocupados y parecía que Twitter se iba a convertir en la gallina de los huevos de oro… Tan pronto como se comenzase a monetizar el servicio.

Sin embargo, sólo tres años después, Twitter se encuentra en la segunda tesitura. A perro flaco, todo se le vuelven pulgas, como dice el refrán. La compañía ahora vale un 25% de lo que lo hacía entonces -está valorada en 10.000 millones de dólares- y el nerviosismo de los inversores es más que evidente. No es que busquen ganancias, es que quieren, al menos, recuperar su dinero.

¿Pero qué es lo que ha llevado a Twitter a esta situación? Básicamente, la incapacidad para crecer y para ganar dinero con el servicio, dos variables que sí que ha sabido poner en práctica Mark Zuckerberg con Facebook.

Por un lado, Twitter lleva meses anclado en torno a los 300 millones de usuarios únicos al mes, registrando un crecimiento mínimo en cada trimestre del año. Mientras tanto, otras aplicaciones sociales como Instagram, creada hace sólo seis años, lo han pasado de largo y atesoran más de 400 millones (100 de ellos, conseguidos en el último año). Eso sin hablar de WhatsApp, que suma más de 1.000 millones.

De hecho Twitter intentó imitar a ambas aplicaciones, pero sin conseguirlo. Añadió filtros para que pudieran ser aplicados a las fotografías y potenció el uso de la imagen en la plataforma. Además, eliminó el límite de 140 caracteres para los mensajes directos, permitiendo que éstos pudieran ser infinitos e incluso grupales. La compañía quería convertir la app en un sistema de mensajería instantánea entre tuiteros, pero nadie ha acabado usando esta funcionalidad como tal.

Esta falta de definición –o de personalidad- ha llevado a Twitter a dar bandazos hacia un lado y hacia otro. Incluso enfadando en muchas ocasiones a los usuarios. Sin ir más lejos, este fin de semana se popularizó un rumor que llevaba meses rondando los mentideros de Internet: la posibilidad de que la red de microblogging abandone el timeline cronológico y comenzase a mostrar los tuits ordenándolos según un algoritmo propio.

La idea gusta a algunos directivos de la red de microblogging, e incluso se ha estado probando durante semanas. Sin embargo, los tuiteros se muestran en contra, asegurando que se está intentando imitar nuevamente a un rival (en este caso, a la manera en la que Facebook muestra las actualizaciones de estado de los amigos) y que eliminar una de las señas de identidad de la aplicación significaría la muerte de la plataforma. De hecho, durante todo el fin de semana, el hashtag #RIPTwitter, en clara alusión al fin de la red social, ha sido trending topic.

Tanto ha sido así que Jack Dorsey, CEO de Twitter, ha tenido que salir al paso de las especulaciones y negar que, en las próximas semanas, la compañía vaya a cambiar la manera de mostrar los mensajes que envían los usuarios. Al menos, en las próximas semanas. Dorsey ha prometido que el futuro de Twitter pasa por ser más Twitter que nunca. Es decir, ser más fiel a sus señas de identidad, pero las cifras no acompañan. De hecho hoy se presentarán los resultados correspondientes al cuarto trimestre del año fiscal de la firma y las previsiones son poco optimistas. Twitter puede quedar valorada por debajo de nuevos gigantes de Internet como por ejemplo Uber.

A pesar de los intentos de la compañía por facilitar el uso a los usuarios, éstos se siguen quejando de que es difícil hacerse con el lenguaje propio de la plataforma. Ese es el principal problema por el que muchos abandonan la red social al poco de inscribirse y no vuelven a entrar a actualizar su perfil. Como sólo se consideran usuarios activos aquellos que interactúan con su cuenta al menos una vez en los últimos 30 días, son individuos que para las cifras de la compañía no significan nada.

Twitter ha llevado a cabo esfuerzos por tratar de retener a los usuarios: ha cambiado recientemente el diseño de la página principal y hace unos meses cambió la estrella de favorito por el corazón de “me gusta”, al que los internautas están más acostumbrados. La medida le hizo aumentar un 7% las interacciones y fue muy bien recibida, pero ha sido sólo un acierto en un mar de desatinos en los últimos meses.

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