La dictadura de Bahréin comienza las reformas con dos nombramientos dudosos

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El reino de Bahréin, donde la población chií, el 70% de la misma, mantiene un pulso con la dictadura desde marzo para exigir reformas democráticas -es la primavera árabe más olvidada, entre otras cosas porque Estados Unidos mantiene allí la sede de su V Flota y muchos intereses estratégicos- ha decidido hacer cambios.

Fue una promesa del monarca, Hamed bin Issa al Khalifa, tras recibir el demoledor informe elaborado por la Comisión Independiente de Investigación de Bahréin -nombrada por la dinastía en el poder- donde se denunciaba cómo el régimen había recurrido a violaciones sistemáticas de los Derechos Humanos a la hora de reprimir a manifestantes pacíficos: el rey entonó el mea culpa y anunció reformas en la estructura del poder para impedir que se siguieran cometiendo abusos contra los derechos civiles.

"Vamos a aplicar reformas que satisfagan a los ciudadanos", aviso el monarca. Menos de una semana después, el jefe de la Seguridad interna y responsable directo de la represión policial, Sheikh Khalifa bin Abdullah, miembro de la dinastía en el poder desde hace dos siglos, era sustituido por otro familiar en lo que se consideraba todo un gesto por parte de los Khalifa. Pero ayer sábado se conoció otra medida, y ésta no resultaba tan tranquilizadora: el diminuto reino del Golfo ha contratado también a un experimentado ex jefe de Policía norteamericano, John Timoney, para entrenar a sus fuerzas de Seguridad. El mismo Timoney acusado de violencia policial y abusos contra civiles cuando se desempeñó en el cargo en Miami, en 2003.

La Sociedad Juvenil para los Derechos Humanos en Bahréin, una de las ONG más activas del archipiélago del Golfo, mostraba su inquietud por el nombramiento en su página web. Recordaba el papel de Timoney en la represión de las manifestaciones que se produjeron en Miami con motivo de la reunión ministerial para el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas, cuando decenas de miles de personas acudieron para expresar su desacuerdo. Timoney, entonces responsable de la Policía, organizó una fuerza -había recibido ocho millones de dólares para mejorar la capacidad de reacción de sus agentes- que los periodistas que cubrieron las protestas rechazan describir como policial. Más bien hablan de milicia, como escribía Jeremy Scahill en esta página web. "Nadie puede llamar a lo que dirige Timoney en Miami una fuerza policial. Es un grupo paramilitar. Miles de soldados, vestidos con uniformes color kaki con armadura negra y máscaras de gas marchando por las calles mientras golpeaban sus porras contra los escudos y gritaban 'atrás, atrás, atrás'".

Puede que el periodista se dejara impresionar por la operación, pero lo cierto es que la represión de las manifestaciones dejó un centenar de heridos, 12 hospitalizaciones y 250 arrestos. Y que un grupo de abogados de Miami se organizó para querellarse contra Timoney y sus hombres, denunciando técnicas abusivas que iban desde el uso de granadas de sonido en corta distancia hasta escudos electrificados, gases lacrimógenos o balas de caucho. Timoney no pareció intimidado: los periódicos le citaban diciendo: "Les vamos a encerrar. Vamos a hacer tantos arrestos como podamos, si no les encierro hoy, lo haré mañana".

Las técnicas de Timoney, que llevaron indirectamente a la muerte de un hombre, Jordan Mathew Fider, terminaron ante los tribunales por las denuncias de los manifestantes. El juez Richard Margolius afirmó que la polícía había cometido no menos de 20 delitos durante su actuación en las manifestaciones, como demostraron vídeos presentados por los presentes. Sin embargo, el Ministerio del Interior de Bahréin considera que Timoney es el hombre ideal para reformar sus fuerzas de Seguridad, acusadas de abusos y de un absoluto desprecio por los Derechos Humanos. El ministro, Shaikh Rashid bin Abullah Al Khalifa, ha afirmado que cuando Timoney estuvo al frente de la Policía de Miami "logró entre otras cosas reducir el crimen e implantar prácticas apropiadas para el uso de la fuerza". Apropiadas para los estándares de Bahréin, donde se denuncian incluso abusos sexuales en prisión.

El reino de Bahréin se caracteriza por recurrir a agentes occidentales para organizar y entrenar a sus fuerzas de Seguridad, solo que suele contratar a personas de curriculum cuando menos dudoso. El hombre que montó su Directorado General para la Seguridad del Estado fue Ian Henderson, un policía irlandés que sirvió en Kenia en los años 50 y que fue acusado de tomar parte en la sangrienta represión de los mau mau como interrogador y torturador.

En los años 80, fue contratado por la dinastía suní de los Al Khalifa y desde entonces numerosas ONG, entre ellas Amnistía Internacional o Human Rights Watch, le han acusado de tomar parte en las torturas de Bahréin. En septiembre de 1997, el Parlamento Europeo aprobó una resolución que condenaba el uso de la tortura en el pequeño reino del Golfo y exigía a Gran Bretaña que ordenara a Henderson abandonar el país. Sin embargo, parece que sigue viviendo en el archipiélago con su familia, amparado por la familia reinante y por la inmunidad que le fue concedida.

Ahora Timoney se hará cargo de los agentes de Seguridad-solo suníes, porque los chiíes del reino, fuertemente discriminados, no tienen derecho a tomar parte de ninguna fuerza armada- encargados de silenciar toda disidencia política. Por cierto, no estará solo: le acompañará en el cargo John Yates, antiguo jefe de la Policía metropolitana de Londres, quien dimitió en julio tras ser vinculado al escándalo de las escuchas ilegales del News of the World, buque insignia del imperio Murdoch. Una comisión independiente de la Policía le liberó de toda sospecha.

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