"En esta casa la historia se escribe con sangre"

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Abu Sufian en su domicilio de Homs. / Mónica G. Prieto

HOMS (SIRIA).- La casa de Abu Sufian nunca cierra sus puertas. Presume de que siempre hay refugio para los heridos en los tiroteos, un plato de comida para quien no tiene recursos en casa, ánimos para seguir adelante esta revolución. Así lo fue cuando vivía su madre, Rashida al Jassim, considerada la madrina de los manifestantes, y así lo sigue siendo con quienes siguen su legado.

Este residente de Baba Amr, el barrio más rebelde de la ciudad insurrecta de Homs, es un ejemplo en sí de los sinsabores de la lucha por la libertad que libran los sirios contra su régimen desde hace más de nueve meses. “En esta casa comenzó el fuego de la revolución en Homs”, afirma abarcando con la vista su humilde vivienda. “Aquí nos reunimos para organizar las manifestaciones, decidimos las consignas, preparamos las pancartas”. En la casa no son visibles armas, sólo un megáfono que parece ser más temido por el régimen que un fusil de asalto.

Una protesta de universitarios en contra del regimen de Assad en El Barrio de Inshaat, en Homs. / Mónica G. Prieto

Abu Sufian, de 31 años, sigue acudiendo a las manifestaciones con tres de sus hijos. “El más pequeño apenas sabe andar”, explica en referencia al menor, de sólo un año. “No sólo acudo, soy uno de los que las organizan”, cuenta. Toda la familia, como todo Baba Amr, está implicado en esta revolución. Una de sus sobrinas, Rose, estudiante de Ingeniería, lleva la cara descubierta en las manifestaciones: “Queremos libertad. Bashar nos está matando, muchos miembros de mi familia han sido asesinados por el régimen”. Ella también admite estar implicada en la organización de las protestas: es su ocupación exclusiva desde que dejó de acudir a clase, durante la ofensiva del pasado agosto. “Distribuyo información mediante Internet, para que todo el mundo sepa lo que está pasando en Baba Amr”.

La familia coincide en que las aspiraciones democráticas que les han llevado a las calles son ya imparables. “Bashar no parará esta revolución hasta que no nos mate a todos”, aduce Abu Sufian. “Nuestra decisión es la victoria de la revolución: hemos perdido demasiado en el camino hacia la libertad”.

Los vecinos coinciden en que fue el hermano de Abu Sufian quien arrancó la revuelta en el barrio gritando en la mezquita Allahu Akbar, Dios es el más grande, tras la primera represión de las protestas en Daraa. “El mensaje era que dios es más grande que Assad”, explica, en referencia a la consigna oficial del Baaz durante años: “Dios, Siria, Bashar y nada más”. Ahora, los manifestantes la han modificado: “Dios, Siria, libertad y nada más”.

Una manifestacion contra el regimen sirio en El Barrio de Baba Amr, Homs. / Mónica G. Prieto

Fue un grito fruto de años de represión. “La situación en Siria es terrible. No tenemos derecho ni siquiera a dejarnos la barba larga, no tenemos seguridad porque nos arrestan sin ningún motivo, si quieres acceder a un trabajo público debes corromper a alguien para conseguirlo. No tenemos nada, no podemos hacer nada sin suplicar a las fuerzas de Seguridad”, explica este hombre.

Sin embargo, Abu Sufian ve en esta revolución el final de un episodio inacabado: el del levantamiento de Hama de los años 80, calificado por el régimen como una revolución islamista y reprimido mediante bombardeos aéreos y terrestres en una operación que costó unas 10.000 víctimas, según las estimaciones más conservadoras. “Ocurrió lo mismo: el régimen llamó a la población que exigía mejoras salafistas, dijo que eran Hermanos Musulmanes y los mató. Pero entonces no había Internet ni móviles, y por eso tardó seis meses en conocerse sus crímenes”.

Los manifestantes exhiben pancartas en una protesta de Homs. / Mónica G. Prieto

Es irónico que aquella represión corriese a cargo de Rifaat al Assad, hermano del entonces presidente Hafez al Assad, padre de Bashar. Hoy la represión corre a cargo del hermano del actual jefe de Estado, Maher, responsable de la IV División del Ejército sirio y de la Guardia Republicana. A ellos considera responsables de la muerte de siete miembros de su familia: dos sobrinos, tres primos, un tío y su propio hermano, todos ellos por disparos de francotirador. Y también de su madre, Rashida, activa participante en las protestas desde el primer día y muy implicada en la labor de atender a las víctimas de la revolución. “Cocinaba para los desertores, para los huérfanos, ayudaba a tratar heridos…”, rememora su hijo. Falleció de un infarto el 2 de diciembre y parte de Baba Amr se siente huérfano.

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