Grupos yihadistas de Siria temen ser el verdadero objetivo de los ataques de EEUU

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El presidente de EEUU, Barack Obama, junto con el vicepresidente Joe Viden, ayer, en la comparecencia donde anunció que someterá la decisión de intervenir en Siria a la aprobación del Congreso. / Michael Reynolds (Efe)

BEIRUT.– La desconfianza que suscita cualquier intervención norteamericana en Oriente Próximo divide a los rebeldes alzados en armas contra Bashar Assad ante las promesas de una campaña de ataques inminentes contra objetivos del régimen de Damasco. La oposición en el exterior, no representativa de la opinión pública siria, oscila entre el aplauso y la más profunda oposición a cualquier incursión norteamericana, mientras que desde el terreno se ven con escepticismo y temor la intervención, tanto que algunos grupos radicales islamistas consideran que el verdadero objetivo de Washington será atacar a medio plazo sus posiciones, y no las del régimen, para reforzar a la dictadura.

“Estamos convencidos de que será un ataque contra las facciones armadas”, explica Abu Izeldin, jefe de la oficina política de la División al Haq, adscrita al Frente Islámico de Siria, la principal coalición islamista rebelde a la que no pertenecen movimientos como Jabhat al Nusra o el Estado Islámico de Irak y del Levante (Al Qaeda en Siria). “¿Desde cuándo las matanzas han importado a Estados Unidos? Se trata de un lavado de imagen destinado a salir del lío en el que se metió EEUU cuando trazó una línea roja respecto al uso de armas químicas. Y hay que recordar que si se han usado armas químicas, ha sido con la complicidad de la comunidad internacional y, muy en especial, con la norteamericana. Si se hubiese puesto coto al régimen antes, no habríamos llegado a este extremo”.

El discurso de Liwaa al Haq parece ser compartido por grupos yihadistas como Jabhat al Nusra, afín a Al Qaeda y declarado grupo terrorista por Estados Unidos en diciembre de 2012 en una decisión que implicó muchas protestas entre la oposición siria. El Frente al Nusra, una poderosa facción armada extremista con presencia en 12 de las 15 provincias sirias, ha reivindicado buena parte de los atentados suicidas que ha padecido el país en los últimos dos años y reclama la instauración de un Estado islámico en Siria una vez derrocado el régimen, como hace el Estado Islámico de Irak y el Levante, antigua rama iraquí de Al Qaeda ahora asociada con facciones sirias y muy presente en las provincias de Idlib, Alepo o Raqqa.

Los grupos que simpatizan con Al Qaeda perciben a Estados Unidos como su principal enemigo, al mismo nivel que el régimen sirio, y consideran que Washington ha trabajado durante los dos años y medio que ha durado el alzamiento para sustentar a la dictadura de Bashar Assad con su indiferencia hacia las matanzas y su oposición a enviar armamento ofensivo a los grupos rebeldes.

Estas facciones, junto a otras menos radicales como Ahrar al Sham, son consideradas la élite militar de la oposición armada pero sus métodos, muy agresivos hacia la población civil, le están reportando animadversión entre la comunidad de las zonas que controlan así como entre grupos moderados del ELS. Lo más interesante es que muchos de los grupos extremistas que ahora se han hecho fuertes en Siria fueron impulsados por Assad para combatir a Estados Unidos en el vecino Irak tras la invasión de 2003, cuando el tráfico de yihadistas pasaba por Damasco con la connivencia del régimen, que protegió a líderes y combatientes radicales buscados por el Gobierno de Bagdad por su implicación en atentados.

Precisamente en ese contexto se produjo el precedente más inmediato de ataque norteamericano en Siria contra combatientes de Al Qaeda, en la memoria de los grupos extremistas. Se trata del ataque de Abu Kamal (al este de Siria, cerca de la frontera con Irak) en 2008, una operación relámpago en la que soldados norteamericanos acabaron presuntamente con la vida de Badran Turki al-Mazidih, Abu Ghadiya, encargado de enviar combatientes extranjeros a Al Qaeda en Irak. El régimen sirio calificó aquel ataque de “agresión terrorista y criminal” en referencia a EEUU, aunque según diferentes medios pactó con Washington no inmiscuirse en una incursión de la que había sido informado con antelación. Ahora, califica de “terroristas” a esos mismos extremistas que han vuelto a cruzar la frontera para aliarse con la revuelta siria.

De ahí que los adeptos a Al Qaeda consideren ser el verdadero objetivo de cualquier bombardeo norteamericano. Mensajes colgados en diferentes foros yihadistas sugieren que el Estado Islámico de Irak y el Levante así como Jabhat al Nusra habrían abandonado posiciones y replegado a sus hombres ante el temor de ser bombardeados por EEUU.

Activistas y rebeldes confirmaban al diario The Washington Post que en muchas zonas de las provincias del norte y el este, “los grupos extremistas han abandonado sus cuarteles generales moviendo su equipamiento militar y, en algunos casos, huyendo a lo que consideran terreno seguro en zonas montañosas”.

En un comunicado distribuido mediante las redes sociales, Abdullah Saker, miembro del grupo radical Fatah al Islam, advertía a los islamistas de oscuras intenciones tras la anunciada actuación internacional. “Comenzad a cambiar vuestras posiciones, usad refugios, y no os mováis en convoyes. (...) Alejad los móviles de los combatientes y enviadlos lejos del liderazgo”. Según Saker, “América destruyó bases yihadistas en un corto plazo de tiempo en Irak y Afganistán matando a un amplio número de yihadistas porque no estaban preparados. No caigáis en la trampa de la pereza”. Un mensaje colgado en un foro de Ansar al Mujahidin incidía en la alerta. “Los grupos islamistas independientes han sido conminados a cambiar sus posiciones y permanecer en estado de extrema alerta ante los signos de inminentes ataques”.

El clérigo salafista Abu Saad Al Amili también pedía en Twitter a sus acólitos que sopesen “todas las opciones” de cara al “golpe cruzado”, como se define a Occidente en los círculos más radicales, destacando que cualquier ataque contra el régimen terminará siendo dirigido contra los yihadistas. “Nos lo estamos tomando muy en serio, tanto el régimen como la oposición”, prosigue Abu Izeldin. “Creemos que habrá dos fases de ataques: una primera contra el régimen o contra objetivos relacionados con el régimen que puede provocar daños mínimos o ningún daño, y en una o dos semanas, una segunda fase a favor del régimen o contra los grupos armados. Y no van a atacar a la oposición moderada sino a Jabhat al Nusra, y por extensión podrían atacar a grupos como Ahrar al Sham”, asociado con el Frente Islámico de Siria. “No creemos que los ataques estén destinados a frenar o a castigar al régimen, sino a abrir el camino para ataques futuros destinados a debilitar a la oposición”.

Desde Jordania, líderes yihadistas también expresaron ayer su percepción de ser las verdaderas víctimas de la próxima intervención norteamericana. “Durante dos años, este régimen monstruoso ha degollado musulmanes con el silencio de Occidente. ¿Por qué está preparado para actuar ahora? Sólo hay una verdadera razón: impedir que los sirios establezcan un Estado islámico”, afirmó Mohammed Shalabi, conocido como Abu Sayyaf, líder yihadista local, quien también advirtió que habrá represalias contra Occidente sin entrar en detalles. Se calcula que entre los aproximados 10.000 combatientes extranjeros que luchan en Siria, un millar podrían ser jordanos.

Una eventual respuesta de los extremistas a los ataques de Washington dependerá de qué objetivos sean bombardeados, y de la duración de la campaña militar, pero de cumplirse las expectativas que describen ataques puntuales y limitados en el tiempo es de esperar que se queden en meras amenazas. Abu Izeldin recuerda que “los bombardeos ineficaces refuerzan al régimen en su discurso anti-imperialista”, algo que ya ocurrió en experiencias anteriores con operaciones militares de castigo lanzadas por Estados Unidos contra Muammar Gaddafi o Sadam Hussein, en las décadas de los 80 y 90. Erraron en su principal objetivo, causaron víctimas civiles y aglutinaron a la población con sus dictaduras, y eso alentó el sentimiento anti-imperialista y la desconfianza hacia Washington en lugar de ayudar a la oposición interna.

Ahora, en Siria, activistas y oposición temen que ese escenario se repita. El régimen lleva varios días, desde que el tono occidental se recrudeció, vaciando de personal y armamento las posiciones militares amenazadas por los ataques (incomprensiblemente reveladas desde EEUU) y redesplegando a sus tropas, según los opositores, entre la población civil. “En Homs, los uniformados han sido desplazados a barrios civiles”, afirma Abu Izeldin, cuya división opera en los escasos barrios de la ciudad suní aún en manos de la oposición. Según declaraciones a Reuters de un soldado desertor, soldados suníes que no gozan de la confianza de sus mandos han sido destacados a zonas consideradas objetivos potenciales de Estados Unidos, mientras que los combatientes leales al régimen habrían sido enviados a escuelas y edificios residenciales hasta que termine la intervención puntual. Además, grupos de Derechos Humanos recuerdan que las instalaciones militares suelen hacer las veces de prisiones para disidentes y opositores, por lo que el precio del ataque podría ser pagado por la oposición, y no por la dictadura siria. No son pocos los activistas que temen que la esperada intervención internacional, ampliamente demandada por la población en el primer año de revuelta, sume más muertes a las provocadas por el régimen y la guerra civil.

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