Obama, a los inmigrantes: "Podéis salir de las sombras"

1

Diego E. Barros *

obama_inmigracion
Un grupo de personas observa el discurso televisado ayer del presidente de EEUU. Barack Obama, en el que pidió un debate sobre el sistema migratorio del país. / George Frey (Efe)

CHICAGO.– Cada cierto tiempo, un presidente norteamericano pronuncia una de esas frases destinadas a ser impresas en letras capitales en los libros de historia. Ayer fue una de esas ocasiones. "Podéis salir de las sombras" (You can come out of the shadows), dijo Barack Obama dirigiéndose a toda la nación y especialmente a una parte de los once millones de inmigrantes 'sin papeles' que, quieran o no muchos de los  pertenecientes al ala más reaccionaria del espectro político, también forman parte de ella. En horario de máxima audiencia, las ocho de la tarde hora del este y con la solemnidad de las grandes ocasiones (aunque de las grandes cadenas en abierto, solo la hispana Univisión lo ofreció en directo), el presidente de EE-UU. anunció la mayor regularización de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos de las últimas décadas. En total, según los datos facilitados por la propia Administración, unos cinco millones de ciudadanos en situación irregular podrán desde ayer salir a la calle más tranquilos. Sin el miedo a que un simple cacheo policial o una infracción de tráfico inicien la maquinaria legal que desembocaría en su expulsión del país.

El decreto de Obama, una solución a medias ―no otorga derecho de residencia como puerta hacia la ciudadanía―, después del intento fallido de sacar adelante una ley integral en junio de 2013 (bloqueada por los republicanos en la Casa de Representantes), tendrá una vigencia de tres años y puede ser revocado por su sucesor si una ley salida del Congreso no lo hace antes (lo que a día de hoy parece difícil), afectará solo a unos cinco millones de inmigrantes en situación irregular. En su mayoría, padres de ciudadanos o residentes, nacidos en EE.UU. o que han conseguido ese estatus por vías ordinarias. Para acceder a esta medida de gracia temporal los interesados deben de cumplir tres condiciones: llevar más de cinco años en el país, no tener antecedentes y pagar no solo los impuestos, sino toda una serie de tasas administrativas con apariencia de sanción retroactiva. Para una persona que ha vivido con el miedo a ser detenida y deportada estar en posesión de documentos que acrediten su estancia en el país por ese periodo de tiempo puede ser complicado.

Según datos del Departamento de Seguridad Nacional, de los once millones de indocumentados, un 54% residen en el país desde hace diez o más años. De acuerdo a los datos del Pew Research Center, alrededor de cuatro millones de indocumentados tienen hijos nacidos en suelo norteamericano lo que los convierte en estadounidenses de pleno derecho. Estos, sumados al millón y medio de personas bajo la protección de la Deferred Action for Childhood Arrivals (DACA), un programa federal que beneficia a los adolescentes que llegaron a EE.UU. de forma ilegal siendo niños, son los que se beneficiarán de la orden ejecutiva anunciada ayer. Entre ellos hay diferentes nacionalidades, desde europeos del este hasta hindúes, pero son los originarios del vecino México los que más se verán beneficiados por la medida. Y es precisamente este dato el que juega a favor de los Demócratas. En Estados Unidos hay 52 millones de hispanos de los cuales, 25 tienen derecho a voto. No lo tendrán los que se beneficien del decreto presidencial ―así como por ejemplo tampoco podrán a acogerse a la reforma sanitaria, el conocido como Obamacare―, pero ello no resta importancia ante una carrera presidencial que comenzará en poco más de un año.

Una nación de inmigrantes

El discurso de Obama volvió a mostrar a un presidente que domina la oratoria y que es portador, como pocos, de un sentido didáctico de la historia. Especialmente si de la historia de un país como EE.UU. se trata. "La inmigración nos define como país", dijo Obama, quien recalcó que "ser americano es más que nuestro aspecto, apellidos o religión. Es un compromiso con un ideal: que todos somos creados iguales". El presidente sabe que cuenta con dos handicaps. El primero de ellos es el miedo al otro, al inmigrante, especialmente agitado como arma electoral en los estados fronterizos con México. Obama hizo hincapié en que su orden ejecutiva seguirá fortaleciendo las fronteras y, en contra de lo que pregonan sus detractores, recordó que "durante los últimos seis años, las entradas ilegales se han reducido a la mitad" y que "el número de gente que intenta cruzar la frontera de forma ilegal se encuentra hoy en su nivel más bajo desde la década de los setenta". El argumento republicano, que trata de pintar a Obama como un presidente débil en cuestión migratoria cae por su propio peso. Obama cuenta con el dudoso récord de haber sido el presidente bajo cuyo mandato se ha llevado a cabo el mayor número de deportaciones.

El segundo de los problemas que afrontaba Obama es el de aparecer como un presidente autoritario y que gobierna de espaldas al Congreso. Obama se mostró contundente en este punto: "Las acciones que estoy tomando no sólo son legales, son medidas adoptadas por cada presidente republicano y cada presidente demócrata durante el último medio siglo". De hecho, tanto Ronald Reagan como George Bush padre, llevaron a cabo medidas semejantes, aunque no de la magnitud de la actual. El propio predecesor de Obama intentó una reforma migratoria integral y se topó con la resistencia de su propio partido. Porque al final siempre ocurre lo mismo. John W. Gunn, profesor del Departamento de Estudios de las Minorías en Indiana University Northwest se muestra tajante en este punto: "en el fondo, lo que encierra la frontal oposición a cualquier reforma migratoria en las filas republicanas es racismo, quieren construir una muralla en México pero no hablan de Canadá desde cuyas fronteras pasan miles de inmigrantes cada año". "Da la casualidad que Canadá es un país blanco y curiosamente hablan inglés como nosotros", concluye Gunn. En términos semejantes se manifiesta Adrián M. García, colega del anterior en la misma institución pero en el Departamento de Lenguas Modernas: "Hay una negación de la realidad: son los inmigrantes ilegales los que hacen trabajos que los estadounidenses no quieren pero sin los que el país no podía funcionar". García apunta también a un factor político: "La postura republicana es difícil, no podrán volver a la Casa Blanca sin antes arreglar su posición sobre la inmigración, en particular, con los hispanos".

La acción ejecutiva tomada ayer por Barack Obama es uno de los pocos poderes que la Constitución otorga al presidente de EE.UU. El sistema norteamericano es garantista hasta extremos irritantes. En la práctica, la acción de gobierno recae en un poder legislativo representada en dos cámaras, la Casa de Representantes y el Senado que, desde las elecciones de hace dos semanas, están en manos del Partido Republicano que tomará el mando a partir de enero. Por eso, la decisión de Obama de tomar la iniciativa tiene también una segunda lectura no menos importante: es una declaración de fuerza de un presidente que tras el varapalo sufrido de las legislativas está listo para luchar. La mayoría republicana advirtió de que cualquier iniciativa unilateral sería interpretada como una "declaración de guerra". "Si el presidente actúa desafiando al pueblo e impone su voluntad al país, el Congreso actuará», prometió en un discurso en el pleno del Senado, el nuevo líder de la mayoría, el republicano Mitch McConell, sin esperar siquiera al discurso de Obama.

Calificar despectivamente de "emperador" a Obama es algo que han hecho y harán los republicanos en los próximos días. Sin embargo, como suele ocurrir con la propaganda, se suele dejar a un lado la historia y la realidad. Esa que recuerda que mediante una acción ejecutiva Abraham Lincoln firmó la Proclamación de Emancipación que hacía libres a los esclavos. Y es solo un ejemplo que saca a relucir el hecho de que  Obama ha sido el presidente que menos órdenes ejecutivas ha firmado, 193 por las 291 emitidas por George W. Bush o las 364 de Bill Clinton. Hay que remontarse al presidente William McKinley (1897-1901) para toparse con una cifra menor a la de Obama: 185.

En todo caso, Obama recordó que los descontentos con su decisión de tomar la iniciativa en este asunto tienen la solución al alcance de sus manos: "Aprueben una ley", retó a los representantes del Congreso.

El primer golpe de una guerra que será larga

Pase lo que pase a partir de ahora, lo cierto es que los republicanos no lo tendrán fácil. Anuncian una respuesta pero por ahora han descartado bloquear el presupuesto como ya hicieran hace años. Una medida arriesgada y que los colocaría ante la opinión pública como incapaces de liderar una hipotética acción de gobierno. También está un hecho todavía más importante. En 2016 hay elecciones. El año que viene arranca una campaña en la que los demócratas parten en una mejor posición ya que los asientos en juego en ambas cámaras así como la propia presidencia le son, a priori, más favorables. Una hipotética precandidata Hillary R. Clinton no dejó escapar ayer mismo la ocasión de apuntar un tanto en el revólver demócrata. El Partido Republicano, con abundantes representantes hispanos en sus filas, se esmeró ayer en reclamar una "ley conjunta". Pero nada más. Cuando comience a rodar la campaña, será interesante ver a sus hipotéticos candidatos afirmar que quieren revocar el permiso temporal que ha concedido Obama. O, ante la ausencia de una ley, no renovarlo. Hay 25 millones de votantes en juego, solo hispanos.

(*) Diego E. Barros es periodista.

Leave A Reply