Una Grecia dividida vota sobre su futuro y el de Europa

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Alberto Pradilla *

Alexis Tsipras, esta pasada noche, en el mitin a favor del "No" celebrado en la Plaza  Syntagma de Atenas. / Armando Babani (Efe)
Tsipras, esta pasada noche, en el mitin a favor del "No" celebrado en la Plaza Syntagma de Atenas. / Armando Babani (Efe)

ATENAS.– Dos modelos de Grecia y de Europa se concentraron la noche del viernes a menos de un kilómetro de distancia. En Syntagma, miles de personas abarrotaron el mitin de Alexis Tsipras. El primer ministro griego, en una de las intervenciones más importantes de su carrera política, insistió en el mensaje lanzado por Syriza: votar «No» implica rechazar las políticas de austeridad, apostar por otro modelo comunitario y dar un impulso a la negociación. «Vamos a escribir la Historia», proclamó ante un público entregado. En el Estadio Olímpico, el lugar donde concluyó la Maratón de las primeras Olimpiadas modernas, miles de personas se envolvían en la bandera de la UE y clamaban por seguir en la Unión. La clave del debate está ahí. Mientras el Gobierno heleno reivindica que es imposible que Atenas sea expulsada, sus detractores apelan al apocalipsis: un «No» implicaría el abismo. Lo cierto es que existe una importante polarización entre la población acentuada por el control de capitales que ha obligado a cerrar los bancos desde el lunes. Suena a aviso. A presión para condicionar el voto de los griegos. Pero en un escenario tan incierto como el actual nadie puede prever qué es lo que ocurrirá.

La semana en Atenas ha sido vertiginosa. El problema es que no se puede limitar la visión a lo ocurrido en las últimas jornadas. Grecia es un país sometido a durísimas medidas de ajuste durante los últimos cinco años y en el que la pobreza hace estragos. Basta con acercarse a la clínica comunitaria de Helliniko, en el sureste de Atenas, donde se atiende a ese 30% de la población que ha quedado fuera del sistema, para comprobar hasta dónde se extiende la idea de que «no hay otra alternativa». El doctor Giorgios Vichas, que trabaja por la mañana en un hospital público y por la tarde regenta el dispensario, tiene claro que «con la austeridad no hay nada que pueda hacerse». Un ejemplo: en cuatro años de funcionamiento, la clínica ha atendido 40.000 visitas de forma gratuita. Cada una de esas personas no podría haber recibido tratamiento de otra manera.

«Nuestra gente está pasando hambre», afirma, crudamente, Giorgos Vasiliadis, director general anticorrupción del Gobierno griego. En zonas como el puerto de El Pireo, supuestamente turísticas, la desoladora imagen de tiendas cerradas y con el cartel de «se alquila» definen a un país colapsado. Más medidas de austeridad implican más pobreza. Ese es el principal mensaje que lanza Syriza.

No todo el mundo comparte esta visión. En las dos marchas por el «Sí» se insiste en la idea de la salida de Europa. Aunque también subyacen otras. La primera, un rechazo absoluto al Ejecutivo de Alexis Tsipras. Los partidarios de Nueva Democracia o PASOK (conservadores y socialdemócratas, respectivamente) observan al primer ministro como un intruso en el Palacio de Maximou. Como indicaba Dimitris, taxista que vota a Amanecer Dorado y que tira de prejuicio: «Esto no es un país comunista. El comunismo nos va a llevar al pozo». No es difícil encontrar discursos similares. «No queremos convertirnos en Cuba», afirma Defteris, programador, en uno de los actos por el «Sí».

Imagen del mitin convocado la pasada noche por los partidarios del "Sí" en el Estadio Olímpico de Atenas. / Yannis Kolesidis (Efe)
Imagen del mitin convocado la pasada noche por los partidarios del "Sí" en el Estadio Olímpico de Atenas. / Y. Kolesidis (Efe)

En este contexto, cala el discurso del miedo. Algo que afecta, especialmente, a quien tiene algo que perder. «La gente que hemos logrado un nivel de vida razonable tenemos miedo de quedarnos sin nada», afirmaba Yannis, profesor, durante el acto proausteridad del martes.

Las referencias a España son continuas. Los paralelismos hacia Podemos (y Ciudadanos, con el caso de To Potami, tercer partido en el parlamento liderado por Nikis Theodorakis) aparecen en cualquier conversación. «Estamos esperando al resto de pueblos de Europa, especialmente de España», dice Stefanos Vaso, trabajador en una fábrica y partidario de Syriza. Vasiliadis, desde una perspectiva más gubernamental, coincide hasta el punto de considerar que si no se ha llegado a un acuerdo es por el miedo a un «efecto contagio» en otros países europeos. Los guiños no se limitan al campo de la izquierda. Entre los partidarios de la austeridad, cuando son interrogados por un periodista del Estado, se repite el mismo discurso: «Confiamos en que nuestros amigos españoles nos apoyen», dice Dimitris Dulas, trabajador de una empresa de exportación y participante en la marcha por el «Sí».

Nadie sabe qué va a ocurrir. Aunque lo más plausible es un empate técnico. Las encuestas, que no tienen una opinión unánime, están siendo utilizadas más como un arma de propaganda que como una forma fiable de conocer el estado de opinión de la sociedad. Para entender el nivel de presión que se está desarrollando, un ejemplo: la empresa telefónica Wind regala minutos gratis y Facebook sin coste de datos a quienes envían un «Sí» a un número concreto. No es comprar votos, pero es una forma de marcar línea. En las televisiones, controladas por los grandes grupos, el rechazo al Gobierno es mayoritario. Algo que, paradójicamente, no ha provocado que Syriza se apropie del canal público ERT, recientemente reabierto tras dos años clausurado por orden del anterior Ejecutivo. «Prometimos una televisión plural y tenemos que cumplir», afirma Natasha Theodoropoulos, eurodiputada de Syriza.

Con las conversaciones estancadas, Atenas no pagó 1.600 millones euros al FMI, los bancos no tenían liquidez y el Ejecutivo decidió imponer el control de capitales. Eso implica que no se pueden sacar más de 60 euros diarios, lo que ha provocado colas a diario. En realidad, poca gente en Grecia tiene dinero para sacar cada jornada esa cantidad, lo que no resta importancia a la medida. Según Vasiliadis, el martes debería subsanarse el problema. En opinión de este miembro del Gobierno, militante de Syriza desde las juventudes y uno de los hombres cercanos a Tsipras, el acuerdo debería llegar el martes, después de que el «No» se imponga en las urnas. «Lo contrario significaría que no quieren llegar a pactos con Tsipras. Y a eso se le llama golpe de Estado», afirma.

Al final, lo que se debate es el modelo de austeridad. Si saliese el «Sí», como dice Errikos Finalis, miembro del Comité Central de Syriza, «sería la primera vez que un pueblo en Europa ha votado a favor de los ajustes». Una tragedia, a juicio de Finalis. «La deuda no es soportable. Si fuese viable se podrían adoptar medidas. Sin un reajuste, las políticas que se implementen no van a tener éxito. Sabemos que la economía griega tiene problemas y que tenemos que implementar cambios tanto en el sector público como en el fiscal. Pero es fundamental que estos logren la prosperidad de la gente», dice Vasiliadis. Ese es el debate.

(*) Alberto Pradilla es periodista.
2 Comments
  1. Kacey Kristin says

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  2. Emmie Yuan says

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