Historia en curso

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Karlos Zurutuza *

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Cubierta del libro de Manuel Martorell.

'La hora del pueblo kurdo'. Martorell arranca desde el principio con esta frase que retumbará en los oídos del lector durante el tiempo que dedique al libro, y más aún tras acabar el mismo. ¿Acaso queda alguien que no haya oído hablar de Kobani? ¿No les resulta familiar la imagen de las combatientes que ayudaron en su liberación? Imposible olvidar a Aylan Kurdi, ese niño convertido en símbolo de un drama que sigue martilleando en nuestras conciencias. Su punto de partida también fue aquel pequeño Stalingrado.

El mundo descubre a los kurdos casi de la noche a la mañana, pero en vísperas de cumplirse un siglo desde que su territorio fuera dividido por las arbitrarias fronteras de los cuatro países que los separan. El autor nos recuerda que estamos siendo testigos de los capítulos más recientes de un pueblo cuyos orígenes se pierden en los albores de los tiempos y en el corazón de Mesopotamia.

¿Quiénes son realmente los kurdos? ¿Qué hay detrás de un sonoro topónimo, “Kurdistán”, al que los procesadores de texto seguían sombreando en rojo hasta hace muy poco?

Martorell nos cede su brújula para una travesía por la geografía y la historia de un pueblo al que ya ha dedicado tres décadas de estudio. Sabíamos que los medos eran los antepasados de los kurdos, pero quizá no de su relación con la tradición navideña de los Reyes Magos. También conocíamos el origen kurdo de Saladino, pero volvemos a sorprendernos cuando descubrimos que su estirpe coincidió con los caballeros navarros en el campo de batalla. Y así es como, capítulo a capítulo, Martorell encadena un ameno relato en el que lo ortodoxo y lo heterodoxo son uno, desde las batidas de caza alemanas en busca del leopardo autóctono, a mediados del siglo pasado, a la responsabilidad del Gobierno español en el incendio de miles de aldeas kurdas en Turquía durante las décadas de los 80 y los 90: no sólo se suministraban las aeronaves para el transporte de tropas sino que también se hacía su mantenimiento. Y es que Kurdistán, en su lejanía, se nos puede antojar como una entelequia dentro de esa otra a la que llamamos “Oriente” pero, como dice el periodista, son muchas las ocasiones en las que hemos apoyado políticas de exterminio contra este pueblo. De forma directa o indirecta, hemos sido cómplices de campañas de asimilación, de despoblación, e incluso de deforestación que buscaban mutilar uno de los rasgos más definitorios de Oriente Medio: su propia diversidad. El autor la reivindica a través de la lengua y cultura de los kurdos y, por supuesto, a través de sus múltiples manifestaciones religiosas, que son prácticamente todas las de la región además de las propias. Resulta que el alma de los misteriosos kurdos kakai ha de reencarnarse mil veces antes de ser una con dios. Los yezidíes nos resultan ya más familiares porque hemos visto su genocidio por televisión.

Quizá alguien encuentre al autor demasiado cauto a la hora de expresar sus sentimientos ante el devenir de los acontecimientos en los últimos años. ¿Cómo vive el cronista la evolución de la historia que lleva contando desde hace décadas?  'La hora de los kurdos', titula ya en la página 1. Se trata de una aseveración tan rotunda que poco más se puede añadir.

Es la meditada selección de los temas y, sobre todo, el enorme trabajo de documentación los que destilan la pasión que se le presupone a un investigador de la talla de Martorell. Y es esa misma humildad la que confiere al relato un tono didáctico que hace la obra accesible al profano e igualmente estimulante al iniciado. Pasamos la última página escuchando el crepitar de las imágenes que han brotado de las anteriores y también el de las que quedan por escribir.

(*) Karlos Zurutuza es periodista.

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