La izquierda 'abertzale' empieza a hacer aguas

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Íñigo Corral *

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Imagen de archivo del Movimiento por la Amnistía y contra la Represión, también denominado ATA. / argia.eus

Las líneas rojas que marcó el Tribunal Constitucional a la izquierda abertzale para que diera un paso más rechazando la violencia de forma expresa y no dando aliento a quienes la ejercían le sirvió para regresar a las instituciones y hacer política con desigual resultado. Han sido más de 40 años de desgaste político que han acabado con la mayoría de los dirigentes de Herri Batasuna o de sus distintas marcas electorales en prisión. “Es la hora de bajar la persiana”, escribió un destacado abogado de Gestoras pro Amnistía hace varios años desde el centro penitenciario donde aún se encuentra recluido. El fin de ETA sólo ha estado acompañado de gestos de cara a la galería. Ni entrega de armas, ni disolución definitiva. Esto ha dado  fuerzas al Gobierno de turno de mantenerse inflexible en su política penitenciaria. Este escenario, unido a que el sector más posibilista de Sortu apuesta sin ambages por mantener la estrategia de “no hay vuelta atrás” emprendida hace años, ha dado alas a la creación de un grupo disidente que bajo las siglas de ATA (Amnistia ta Askatasuna)  ha dejado en evidencia el carácter unitario  mostrado hasta ahora  y que le ha dado fuerza durante décadas a la izquierda abertzale para perseguir sus objetivos. 

La disidencia tampoco tiene marcha atrás. ATA acusa a los actuales dirigentes de Sortu de haber robado sus esencias a la coalición abertzale y de haber emprendido un camino “reformista” en el que dicen no sentirse “representados” y hasta pasar “vergüenza”. Fernando Lizeaga, un veterano militante de la izquierda abertzale, sí ha querido dejar claro que “nadie” ni “en ningún momento” se ha planteado el regreso de la lucha armada porque, en su opinión, son "capaces de una lucha más digna sin armas”.  A estas críticas se unen otras en privado y de otros sectores  hacia los actuales dirigentes de Bildu que han visto cómo en las últimas elecciones y en las encuestas Podemos les ha mojado la oreja. Eso ha hecho que varíen los números uno en las listas para el 26-J en Vizcaya y Álava, aunque mantienen en Guipúzcoa como cabeza de cartel a la diputada Marian BaitialarrangoitiaOskar Matute, que proviene de Izquierda Unida y Mikel Otero, un bombero conocido por su actividad contra el fracking, serán los números uno por Vizcaya y Álava, respectivamente.

ATA comenzó a exhibir músculo con un par de manifestaciones en las que se criticaba a la actual dirección de Sortu de haber renunciado a la amnistía. La mecha, sin embargo, ya estaba prendida desde hace meses cuando un total de 93 antiguos presos que pertenecieron a ETA o Iparretarrak (los del norte) suscribieron una carta en la que afirmaban que tenían el deber de conseguir la libertad de los reclusos con una amnistía  “sin condiciones y con dignidad, sin arrodillarse ante nadie”. Entre los firmantes estaba el exlíder de Iparretarrak, Philipe Bidart, o Jon Yurrebaso, uno de los acompañantes de José Antonio Urrutikoextea, Josu Ternera, en las conversaciones con Jesús Egiguren y otros representantes socialistas durante los años 2005 y 2006. Más tarde vinieron las marchas organizadas al margen de Sortu para visitar a los presos de ETA en las cárceles; toda una declaración de intenciones.

Al margen de Arnaldo Otegi, que va un poco por libre, la dirección de Sortu está liderada por personas que no han llegado a estar en prisión y que muchos de ellos provienen del ámbito universitario. En Vizcaya lleva las riendas Marivi Ugarteburu (periodista); en Álava sobresale la figura del abogado Iker Urbina o la de la exprofesora de la Universidad del País Vasco, Miren Larrion. A ellos se une la figura de Hasier Arraiz, aunque su reciente condena de dos años no conlleva su ingreso en prisión pero sí una inhabilitación que le impedirá ejercer como portavoz del grupo en el Parlamento Vasco. De hecho, el viernes se despidió. El grupo de disidentes lo encabezan además de Bidart y Yurrebaso otros expresos de ETA como Jesús María Mendinueta , Jesús Sánchez Agurruza y Buatista Barandalla. La persona que casi siempre ha actuado como portavoz del grupo es Sendoa Jurado García, que antes de meterse en política practicó el boxeo llegando a disputar alrededor de cincuenta combates como autor. Se le recuerda como un púgil “alto, técnico y bastante rápido dentro de la categoría de hasta 65 kilogramos”. En el frente carcelario, aún cumpliendo penas largas, están los  nombres de dos irreductibles: Unai Parot e Iñaki Bilbao Goikoetxea.

La gota que colmó el vaso de la paciencia del grupo de disidentes fue el anuncio hecho público por Rufi Etxebarria en el que se levantaba un veto que ha durado varias décadas para que cualquier recluso de la banda se pudiera acoger de forma individualizada a los beneficios penitenciarios previstos en la ley. Las palabras adquirieron aún mayor significado un día después, cuando  los 35 acusados por el denominado caso Segura, algunos ellos históricos dirigentes de Batasuna, llegaron a un acuerdo inédito con la Fiscalía de la Audiencia Nacional y con las asociaciones Dignidad y Justicia y  de Víctimas del Terrorismo para no ir a prisión. A cambio de una condena de dos años los miembros de la izquierda abertzale renunciaban a cualquier actividad relacionada con la violencia, reconocían el daño causado a las víctimas de ETA y asumían su vinculación con la organización terrorista. Para no dar imagen de debilidad, explicaron que el pacto no suponía un acto de rendición sino que abría las puertas para que otros presos pudieran hacer lo mismo sin romper la unidad del grupo.

Está claro que la  explicación no convenció a todos. El sector de ATA lo entendió como una nueva  vía Nanclares tan denostada por la izquierda abertzale y a la  que se acogieron algunos terroristas que ya no cumplen condena como Carmen Gisasola o José Luis Urrósolo. El colectivo de presos de ETA (EPPK) ha eludido hasta ahora expresar una opinión formal con la posibilidad de acogerse a beneficios penitenciarios,  aunque en un comunicado hecho público meses atrás acusaron a dirigentes políticos, cuidándose muy mucho de dar nombres, de haber “priorizado” sus intereses  particulares sobre las cuestiones políticas . Mientras, Sortu ha intentado mover ficha y ha implicado en el proceso de apaciguamiento a los disidentes a un exjefe de ETA como Eugenio Etxebeste, pero sin ningún éxito. Es más, hasta se ha producido más de una pelea en pleno casco viejo de San Sebastián entre ambos sectores a raíz de una pegada de carteles sobre una manifestación a favor de los presos convocada por ATA.

De lo poco que se conoce de ATA es que sus militantes son presos o expresos de ETA, militantes de la organización juvenil Haika (Levántate) o históricos dirigentes de la izquierda abertzale. Fuentes de la lucha antiterrorista señalan que la organización carece de la infraestructura “suficiente” como para convertirse, “de la noche a la mañana”, en un nuevo partido político ya que, además, “no cuentan con un líder claro que tenga la fuerza suficiente como para impulsar una nueva formación”. La misma fuentes, además, precisan que las caras visibles del grupo están controladas” porque se trata de un grupo bastante “minoritario” donde sus apoyos “son más fuertes en Navarra y en Vizcaya que en otras provincias”.

(*) Íñigo Corral es periodista.

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