La Moncloa empieza a hartarse de las imprecisiones de la Comisión Europea

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El vicepresidente de la Comisión Europea, Joaquín Almunia, ayer, en un acto organizado por la Universidad Carlos III. / Juanjo Martín (Efe).

No pasa día sin que una o dos décimas salgan al encuentro de la vicepresidenta Elena Salgado. Se las recita la oposición de derechas, la Comisión Europea y un coro de organismos revestidos de autoridad indirecta, ya sea a cuenta del déficit público, de la previsión de crecimiento económico o de la falta de confianza de esos inversores que siempre invierten con dinero de otros y con unos legítimos fines especulativos que poco ayudan a la economía productiva.

De Salgado, que no es una santa de la devoción de esos cantores tan alejados de la poética de Vicente Espinel, vale admirar la capacidad de encaje. El lunes sale Cristobal Montoro a decir que hay que reducir el déficit público. El martes salta la Comisión Europea a contar lo que el Gobierno tiene que hacer. El miércoles surge el gobernador del Banco de España a repetir el discurso de que los trabajadores hemos de ser más productivos y renunciar a la “antigualla” de la cláusula de revisión salarial conforme al IPC. Y así siempre.

¿Acaso no sabe el profesor Montoro que la Administración General del Estado está cumpliendo el objetivo de déficit? La Comisión Europea ha estimado que el déficit de España en 2011 será del 6,25%, frente a las estimaciones del Gobierno, que lo sitúan en el 6%. Se trata de unas décimas, una pequeña desviación. No obstante, nada hace pensar que España no cumplirá el objetivo fijado si tenemos en cuenta que en 2010 lo cumplió con un margen de 9 décimas, gracias a las medidas de recorte ya introducidas en el ejercicio y prolongadas en 2011. ¿Acaso no se ha reducido ya un 8% el gasto no financiero? ¿A quién benefician las décimas de desconfianza del PP?

La Comisión Europea no se cansa de recitar sus recetas a la vicepresidenta Salgado. La última cantinela de los burócratas comunitarios, cada día más alejados de la realidad social, consiste en que España suba el IVA para reducir las cotizaciones sociales y “mejorar la competitividad”. ¿Se habrán enterado de que la Seguridad Social tiene todavía superávit y pretenderán merendarlo para que se lucren los llamados inversores? ¿Desconocerán las bonificaciones a la contratación para fomentar el empleo y la economía productiva, que es el principal problema que tenemos?

Como en La Moncloa están ya hasta el moño de los burócratas de Bruselas, entre los que se incluye el comisario socialista Joaquín Almunia bajo la presidencia del cuarto de las Azores, han decidido contestar para que sirva de precedente. Y han recordado que “la Comisión Europea no ha acertado ni una sola vez en sus previsiones de crecimiento para España en los últimos seis años”. Esos listos dijeron en 2005 que el PIB español crecería un 2,6% y creció un 3,6% –no unas décimas, sino un punto de diferencia–, dijeron que en 2008 crecería un 2,2% y creció el 0,9% –no unas décimas, sino 1,3 puntos–, y pronosticaron un menos 0,8%  el año pasado y fue un menos 0,1%. O sea, que además de no ser responsables de nada, no pegan una.

Con independencia de que la desviación de una o dos décimas del déficit público se presente como una catástrofe –“España lo va a pasar muy mal si no cumple”, amenazó el lunes el comisario Almunia en el desayuno sin café ni bollos de TVE– cuando se trata de calificar al Gobierno de Rodríguez Zapatero, y se considere una anécdota cuando se trata de evaluar el acierto de las previsiones de los bien pagados cantamañanas de Bruselas, es lo cierto que al final someterán el incremento de los salarios y las pensiones al aumento del PIB y no de la inflación y que el crecimiento de la economía española dependerá y depende ya de la capacidad del sector exterior.

Poco o nada podemos esperar de un corsé monetario que nos mide las décimas con su termómetro de derechas, desprecia el beneficio social y sólo atiende a la rentabilidad de los capitales –lo que genera un ejército de reserva de indignados–, y, quizás por eso, he ahí al presidente saliente, Zapatero, cruzando el Cáucaso hacia Kazajstán, el noveno país del mundo en extensión –incluida la llamada estepa del hambre–, y cumplimentando al presidente vitalicio Nursultan Nazarbayev para ver si sus 15 millones de simpáticos habitantes nos compran algo y nos ayudamos mutuamente a prosperar. El jueves Zapatero llegará a la moderna Astana y el sábado, de regreso, participará en un foro económico internacional en San Petesburgo. Tras las fronteras de la UE también hay mundo.

5 Comments
  1. Jaimito says

    Es que ni la Comisión europea ni ningún organismo pega una con las previsiones -que no predicciones- económicas. Como en este caso su visión no coincide con la tuya, hay que desacreditar sus consejos. Si estuvieras de acuerdo con sus puntos de vista, sus previsiones serían cojonudas. Pura subjetividad sin mucho valor. Una opinión personal más la tuya, de las muchas que emiten quienes tienen a su alcance algún tipo de altavoz mediático y que solo crean confusión.

  2. Jaimito says

    Además, también los españoles estamos hasta el moño. Pero no de Bruselas, sino de Zapatero. ¡Hombre, es que ha dado motivos!

  3. Zaratustra says

    Saquen ya la mano de nuestros bolsillos

  4. Ramon says

    Dice bien: no valoran el beneficio social, sólo la rentabilidad. Lo que pasa es que el Gobierno está de acuerdo y Zapatero ha sido incapaz de dirigir o «liderar» nada. Un tipo penoso hasta para dirigir su partido, la única carrera política que se le conoce.

  5. FRANCISCO PLAZA PIERI says

    No entiendo que existan cuatro bocas… que hablan de Zapatero por aquí, Zapatero por allá, sobre el tema que nos atañe.
    ¡Pobrecitos!
    Cuando un hatajo de ladrones entran a por todas, y no se los persigue judicialmente, ellos sabrán por qué, entran a saco, y no hay quien los pare.
    Todos sabemos que un terrible narcotraficante es muy peligroso que lo saquen a la calle…
    ¡Perpétua, pues así. hasta el final!

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