Madrid encabeza la primera protesta planetaria contra los abusos del capitalismo

Sin iglesias, partidos, sectas, sindicatos ni otras organizaciones conectadas a las ubres de los presupuestos públicos, el movimiento del 15-M ha cosechado este sábado, 15-O, un éxito sin precedentes en medio mundo. Cientos de miles de indignados protestaron pacíficamente en las calles de más de mil ciudades de 91 países. Donde no pudieron hacerlo, como en Rabat (Marruecos), se debió a la coacción de las fuerzas represivas. En Roma se infiltraron camadas negras en la manifestación, incendiaron un edificio vacío y encendieron la mecha de una violencia que se saldó con setenta heridos, cuatro de ellos graves. El ministro del Interior italiano, Roberto Maroni, aseguró que había criminales entre los manifestantes y el alcalde deploró que “haya venido lo peor de Europa”.

La manifestación de Madrid fue la más numerosa de las registradas en todo el mundo. El movimiento de los jóvenes indignados que acampó hace cinco meses en la Puerta del Sol, regresó al kilómetro cero en compañía de cientos de miles de indignados de todas las edades. La cifra de manifestantes oscila según los medios que se consulten. El cronista sólo dirá que logró sentarse en un friso de la calle de Alcalá, en la red de San Luis, donde se ubican las sedes monumentales de los grandes bancos, el lujoso Casino y el Ministerio de Economía y Hacienda y estuvo hora y media contemplando la riada interminable que se dirigía hacia Sol.

Como cada cuerpo ocupa un lugar en el espacio y el aforo de la histórica plaza es limitado, llegó un momento en que los manifestantes no cabían y, aunque se habían bifurcado para seguir avanzando por la calle de Sevilla y la Carrera de San Jerónimo, ambas quedaron colapsadas y se convirtieron para miles de manifestantes en el punto de llegada, pues en Sol ya no cabía un alfiler.

La marcha pintaba bien desde las seis de la tarde. Las columnas del sur llegaban a pie, en el metro y en los trenes de cercanías a Atocha y avanzaban por el Paseo del Prado hacia la Plaza de la Cibeles, que era el punto de arranque de la manifestación. La policía municipal, sorprendida por la afluencia, cortó el tráfico y se apresuró a embutir los coches por un túnel hacia la calle de Embajadores. El gentío que se iba congregando en la plaza de la diosa, protegida con vallas, recordaba la primera gran concentración contra la guerra de Irak, en 2002.

No había una cabeza definida ni un servicio de orden de la manifestación. Los indignados, con sus carteles o sin ellos, algunos con banderas republicanas, en alpargatas, con sandalias, en zapatos, con camisetas verdes contra los recortes económicos de la presidenta autonómica Esperanza Aguirre en la enseñanza pública, en camisa, alguno con traje, en grupos, en familia, por asambleas de barrios, agrupaciones, asociaciones vecinales, universidades, hospitales –los del madrileño La Paz llevaban su pancarta--, se pusieron en marcha hacia Sol coreando sus consignas o en silencio, como si fueran de paseo.

Delante de las verjas del cuartel general del Ejército gritaron contra las guerras y el gasto militar. Ante el Banco de España corearon consignas contra el funcionamiento sin control del sistema bancario que ha arrasado la economía real y evidenciado la incompetencia y complicidad de los gobiernos. Frente a las sedes bancarias hicieron sonar sus gritos, pitos y bocinas. En la Puerta del Sol, las vallas del edifico Tio Pepe, en restauración, sirvieron de instrumento estruendoso.

Algunas consignas eran muy explícitas: “Tenemos la solución, los banqueros a prisión”; otras, antisistema: “Los Borbones a los tiburones”, y otras, más sabidas: “El pueblo unido, jamás será vencido”, “vuestra crisis no la pagamos”, “Botín, chorizo”, “diputados al paro” y “Esperanza, dimisión”, en referencia a la presidenta Aguirre, que no ha cesado en sus ataques al movimiento de indignación popular contra la crisis desde sus primeros tiempos.

Miles de manifestantes portaban pancartas personales contra el gasto militar, el escudo de misiles, por la enseñanza pública y laica, contra los salarios bajos: “Violencia es cobrar 600 euros”. También contra los banqueros: “Tu botín, mi crisis”; el golpe de los capitales: “Tijerazo, tejerazo”; contra las reforma laboral: “No robéis nuestros derechos”; contra Aguirre: “Madrid, sin Esperanza”. En algunas se leía: “Madrid será la tumba del capitalismo”, en otras se reivindicaba el “derecho a techo”. Las había filosóficas: “Pienso, luego molesto”, didácticas: “Organiza tu rabia”, etcétera.

Algunas pancartas colectivas eran muy explícitas: “Estamos hasta los cojones”. Otras imperativas: “Hay que pararles los píes”, decían bajo la gaviota del PP y el puño y la rosa del PSOE. Y no faltaban referencias a problemas tan concretos como los abusos bancarios contra los hipotecados: “Dación en pago” –una medida que el PSOE incorporó al programa electoral horas antes de la marcha-- y a la inutilidad de la Cámara Alta: “Para el Senado no les votes, es un gasto superfluo”.

Muchos manifestantes eran conscientes de la importancia de la movilización planetaria bajo el lema Unidos por un cambio global y seguían por las redes sociales desde sus teléfonos móviles las marchas en otras ciudades europeas y el resto del mundo. En el manifiesto conjunto aparece una frase que los dirigentes del G-20, que se reunirán en Cannes (Francia) a primeros de noviembre, deberían tener en cuenta: “Unidos en una sola voz haremos saber a los políticos y a las elites financieras, a las que sirven, que ahora somos nosotros, la gente, quienes decidiremos nuestro futuro”.

De momento, la primera gran protesta coordinada a nivel planetario, por encima de las fronteras de los Estados y sus gobiernos, se ha hecho realidad el 15-O. Las centenares de miles de personas que trabajan en red han demostrado que se pueden unir en una o varias causas. ¿Quién se lo iba a decir a los que acamparon en Sol la primavera pasada e irradiaron su protesta a otros países? Algunos bocalanes de la derecha mediática les llamaron perroflautas, ¿recuerdan? Ayer, pasadas las 22:00 horas, se dividieron en grupos y, sentados sobre el adoquín, comenzaron a debatir sobre la crisis financiera, el paro, los recortes sociales, la política fiscal y el sistema electoral e institucional, dando respuesta a las preguntas: ¿Por qué estamos aquí? ¿Cómo iniciar el cambio global? ¿Cómo evolucionar tras el 15-O?