Margallo quiere someter a las autonomías a la 'Marca España' en el exterior

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Margallo estrecha la mano del presidente de la Rioja, Pedro Sanz, tras la firma de un convenio para que la Oficina de La Rioja en Bruselas se integre en la Embajada de España ante la Comisión Europea. / Juan M. Espinosa (Efe)

La obsesión del presidente Mariano Rajoy por la imagen de España en el exterior ha ido cristalizando, al paso de los días, en algo tan original como la Marca España. Se trata de proyectar una imagen única y unitaria de nuestro país en el exterior como “una gran nación” de gente amable, acogedora y laboriosa, que fabrica productos de gran calidad y además tiene sol, playas, cultura –tauromaquia incluida--, gastronomía y otras riquezas para el uso, disfrute, la inversión y la buena vida de los que se acerquen a ella.

La Marca España es algo tan serio que le quita el sueño al ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, como demostró el martes en los desayunos de la agencia Europa Press y anticipó el 22 de febrero en su primera comparecencia parlamentaria. Ni que decir tiene que, según el ministro, el rey Juan Carlos es el gran embajador de la marca en el exterior y que abre puertas que sin él estarían cerradas. Ahí tienen, por ejemplo, el contrato del AVE entre Medina y La Meca, por 6.000 millones de euros para un consorcio español, asesorado por el exministro Julián García Valverde, por no citar más ejemplos.

Pero además del Rey, del Ejército, de Felipe González --“un gran patriota”, en palabras de Margallo--, la Marca España necesita un Alto Comisionado que se ocupe de ella. Aunque el ministro evita dar nombres, de antemano sabemos que el catedrático y sociólogo Emilio Lamo de Espinosa lleva un mes vendiendo la idea a los directivos de grandes empresas, de modo que sin necesidad de apelar a personajes de la talla de Mario Vargas Llosa, ni del relumbrón discográfico de Julio Iglesias, bien remunerado por el gobierno valenciano en su día, o cinematográfico de Antonio Banderas, promotor del jamón ibérico en Estados Unidos de América, el profesor y académico Lamo estaría llamado a ocupar el cargo.

Horas después de que el titular de Exteriores expusiera su proyecto, el pleno del Congreso aprobaba una proposición no de Ley de apoyo a la referida marca. Y fue digno de ver cómo la oratoria roma del diputado del PP, Carlos Floriano, se vio superada por la exhibición del socialista Félix Lavilla, quien mostró en dos ocasiones un libro con las iniciativas que José María Aznar dejó sobre la mesa en 2003 y aplicó su sucesor Rodríguez Zapatero. Gracias a eso, dijo Lavilla por dos veces, la exportación de calzado se ha incrementado un 10%, el turismo ha aumentado y las ventas al exterior han subido.

Lavilla admitió que el Made in Germani es más potente que el Made in Spain, pero debemos enterarnos de que muchas tecnologías de la información y la comunicación, las TIC, son españolas, y hay que procurar que las Comunidades Autónomas y el Gobierno fijen políticas estratégicas con el mismo rumbo. Sin pararse en barras, el navarro Carlos Salvador se dio “un baño de orgullo” poniendo la Marca España a deportistas que triunfan, a misioneras, militares y al Rey, faltaría más.

En contraste, la diputada de CiU Inmaculada Riera se cuestionó si en estos momentos la marca no ha perdido valor --España ha decrecido al duodécimo puesto en el ranking económico mundial-- y sostuvo que “es más potente promover las marcas de los productos y el prestigio de la diversidad con identidad propia: Canarias-turismo, Barcelona-móvil, Madrid-cultura, etcétera”. Y Ascensión de las Heras, de IU, consideró “caduco y erróneo” el invento cuando los derechos sociales y los valores de la sanidad y la educación pública están en retroceso. “¿Tenemos que dar buena imagen a los mercados y las agencias de calificación que nos desprestigian todos los días?”, se preguntó.

Pero fue Alfred Bosch, de ERC, quien rechazó con mayor énfasis la campaña del “nacionalismo español identitario”. “Esto acaba –dijo-- con un monigote y un garabato”. Ofreció dos lemas chungos: “Que inventen ellos” o “crisis, ¿qué crisis?” Y algunas ideas para la campaña: “Pueden poner el toro con los cuernos, un sombrero mexicano o el brazo incorrupto de Santa Teresa, pero si quieren mejorar la imagen, trabajen, sean serios y no nos hagan pagar sus bromas a los demás”.

Lo cierto es que, según el ministro Margallo, el proyecto tiene poco de broma y mucho de unificación de la acción exterior. El objetivo del Gobierno es que muchas oficinas de las autonomías en el extranjero –hay más de 200-- actúen bajo la Marca España e incluso se ubiquen en las 47 embajadas con agregado comercial y en los 54 consulados que carecen de oficinas comerciales. “Tenemos que fomentar el trabajo común y crear cauces de cooperación si no queremos que nuestra imagen se rompa en mil pedazos”, sostiene Margallo.

De momento, su oferta a las autonomías ha recibido dos respuestas: una de La Rioja para integrar su oficina en Bruselas y otra de Galicia para realizar un protocolo. Cataluña podría incluir a su representante en la delegación permanente española ante la Unesco. Para integrar y coordinar a las autonomías bajo la misma marca de España, el ministro ha escrito a los presidentes autonómicos y les ha ofrecido incorporar un diplomático a sus servicios centrales para que les aporten su experiencia en materia de relaciones exteriores y sirvan de cauce especial de comunicación con el Ministerio.

En la actualidad, unas 3.000 empresas españolas trabajan en los mercados exteriores. ¿En qué beneficiará la Marca España a sus empleados? ¿Les ayudará a abrir nuevos mercados? Eso el ministro no lo ha dicho. Si las empresas del Ibex realizan el 60% de su negocio en el exterior, ¿alcanzarán mayores cotas de mercado con la mencionada marca? ¿Qué estudios ha realizado el Gobierno al respecto? Eso tampoco lo ha dicho, lo que lleva a suponer que la marca es mero asunto político.

1 Comment
  1. Galo says

    Patrioterismo barato y confuso para fastidiar e incordiar a los que trabajan, es lo que hace esa derechona que jamás ayudó a nadie y cuyo melenitas-jefe o presidente de honor no ha perdido ocasión de desprestigiar a nuestro país y pagarse medallas con dinero público. ¡Asco dan!

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