Luis Gómez Llorente o la coherencia de un socialista

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Luis Gómez Llorente, en una imagen de archivo. / J. Casares (Efe)

Al evocar la imagen de Luis Gómez Llorente, quien nos dejó ayer a la edad de 73 años, vemos a aquel hombre de pelo oscuro peinado hacia un lado, la cara angulosa, los ojos perdidos en la lejanía utópica y la boca unida a su cachimba. Era el hombre que muchas veces presidía el Congreso de los Diputados durante la legislatura constituyente (1977-79) cuando se ausentaba Torcuato Fernández Miranda, y, luego, ya menos, como vicepresidente segundo en la primera legislatura (1979-1982) con Landelino Lavilla. Y era además un dirigente socialista apreciado y admirado por todos los militantes del PSOE que nunca renunciaron al programa máximo para lograr un país justo e igualitario.

En una ocasión, poco después de la muerte del dictador, Miguel Boyer facilitó el deseo de Manuel Fraga Iribane, a la sazón vicepresidente del Gobierno y ministro de Gobernación con Arias Navarro de presidente, de conocer a Felipe González, el secretario general de aquel partido todavía clandestino e ilegal. Boyer organizó un encuentro en su casa entre Fraga y Felipe. Como aquel iba a ir acompañado de un correligionario –creo que era José Miguel Otero Novas--, Felipe pidió a Gómez Llorente que le acompañara.

El encuentro fue bastante tormentoso. Las diferencias políticas eran muchísimas y las coincidencias ninguna. Fraga defendió enfáticamente el mantenimiento de la pena de muerte y, Gómez Llorente, con la tranquilidad que le caracterizaba, se extrañó en voz alta de que un hombre con gran formación académica, un profesor universitario, defendiese la pena capital cuando además de una barbaridad, estaba demostrado que no servía para disuadir a los criminales ni a los terroristas. Entonces aquel Fraga de “la calle es mía”, que iba de perdonavidas, montó en cólera y le amenazó: “Si eso me lo dice en la calle, le pego un puñetazo que se traga la cachimba”. Felipe salió en defensa de Luis: “Usted se cree muy poderoso, pero veremos dentro de poco quién puede más”.

¡Diablos! No era de la cachimba de lo que quería hablar, sino del socialista consecuente que nació en Segovia en 1939, estudió en la antigua Facultad de Filosofía y Letras de la Complutense, donde se licenció en Filosofía pura. También cursó estudios de Derecho. Fue en aquellos años cuando constituyó la Agrupación Socialista Universitaria con otros jóvenes con inquietudes sociales y políticas e ingresó en el PSOE en 1958. Los compañeros le eligieron en Suresnes para que formara parte de la dirección en el interior como secretario de Educación y Formación de la Ejecutiva del PSOE y también de la UGT. Pero sus convicciones marxistas, en absoluto dogmáticas por cuanto Carlos Marx ni era infalible ni podía preverlo todo, no gustaban en absoluto á Felipe y los felipistas, cuyo objetivo inmediato era meramente electoral.

Algunos veteranos socialistas recordarán las críticas que sobre las costillas del buen profesor y no tan buen político –por ser coherente-- cayeron como chuzos en el 28º Congreso por haber editado y enviado a los militantes un opúsculo de Marta Harnecker sobre Estrategia y Táctica política. La teoría contrastada con las experiencias históricas concretas viene a demostrar que la flexibilidad en la conducción política no puede fundarse en la negación de los principios. Y eso, la negación de las señas de identidad marxistas y obreristas del PSOE era precisamente lo que pedía Felipe González para tranquilizar a las oligarquías económicas, atraer voto de la pequeña burguesía y ganar las elecciones, como así ocurrió en 1982, y no precisamente por renunciar al marxismo sino por la descomposición de la UCD y las amenazas de los golpistas a la democracia.

González forzó el abandono del marxismo y se negó a negociar otra estrategia política que no fuera la suya, es decir, la profundización en la democracia mediante la modernización legislativa, el desarrollo de los derechos cívicos y el reformismo social. Y puesto que Gómez Llorente, Pablo Castellano, Antonio García Santesmases y otros dirigentes marxistas, con Enrique Tierno Galván de mascarón de proa, se echaron para atrás a la hora de formular la alternativa y componer una nueva dirección del partido, acaso porque sabían que nunca tendrían la mayoría en un partido menos ideologizado de lo que pensaban y más centrado en las mieles y manjares del poder, se refugiaron en aquella corriente crítica, conocida como Izquierda Socialista, que el propio Luis contribuyó a crear.

Sin renunciar nunca a su militancia en el partido de Pablo Iglesias, Gómez Llorente se comportó como el hombre consecuente que siempre fue y aunque colaboró con el sindicato de los trabajadores de la enseñanza FETE-UGT y con Izquierda Socialista, entendió que después de la derrota, en política sólo queda algún cargo como trato de favor. Se mantuvo de diputado por Asturias hasta 1982. Y cuando todas las encuestas indicaban el gran triunfo del PSOE felipista y él podría ser presidente del Congreso, demostró su coherencia y abandonó la política activa, dedicándose a la docencia en los institutos Severo Ochoa de Alcalá de Henares y Virgen de la Paloma de Madrid. Por paradojas de la vida nos deja ayunos de la disertación que nos iba a regalar en el Ateneo de Madrid. Su faceta como eminente orador que embelesaba a la Cámara merece un comentario aparte. Ayer, al enterarse de que había callado para siempre, el secretario general del partido, Alfredo Pérez Rubalcaba, difundió en Twitter su pésame: “Socialista, educador, amigo. Mi afectuoso abrazo para su familia”. Descanse en paz.

13 Comments
  1. jesus says

    Fue buen pastor al que robaron sus ovejas.No todas y nuestros balidos se haran mas fuertes en honor a tí.

  2. Zaratustra says

    Se muere gente que no debería morir

  3. Ramón says

    La prueba de que NO todos los políticos son iguales.

  4. Dante says

    Para mi, era el dirigente más capaz de su época. Su oponente, Felipe González, permitió que el PSOE se corrompiera. Así nos va…

  5. celine says

    Qué pena, Luis. Un hombre cabal que vio claro que tenía que mantenerse al margen de la política que pusieron en práctica sus compañeros de viaje. Una pérdida enorme en la España huérfana que vivimos.

  6. Jonatan says

    Ya quye estamos en el recuerdo de aquella esparanza socialista, ¿quién recuerda a Ciriaco de Vicente, que iba para ministro de Sanidad en la primera legislatura del PSOE y del que nunca más se supo? Qué tiempos aquellos de aprendizaje de cómo perder la inocencia… Descanse en paz, el profesor Gómez Llorente.

  7. Vicente says

    Ciriaco de Vicente fue aparato puro y duro. Iba para ministro, en efecto, y Felipe González no lo puso porque ya había contraído demasiados méritos (compromisos e hipotecas) y, en cambio, nombró a Ernest Lluch, que combatió las corruptelas y puso orden en los privilegios de los médicos. En cuanto a Ciriaco, siguió de diputado por Salamanca hasta que le procuraron la gran bicoca, casi vitalicia, en el Tribunal de Cuentas. Eso si que es hacer carrera hasta la jubilación sin que te molesten. ¡Menuda jeta!

  8. Enrique Duro says

    El dirigente socialista mas lúcido. Fue apartado por Felipe Gonzalez. Trabajo siempre como profesor de Instituto

  9. Rafael says

    Todos hemos tenido un profesor estrella que sobresale mucho sobre los demás. El mío fué Gómez LLorente y no sólo me enseñó filosofía en COU. Honesto y buena gente hasta los tuétanos. Le debo mucho sin que él lo sepa. Cuando el Psoe tenía el poder al alcance de la mano, él saltó del barco (la gente honrrada no suele meterse en política). Será difícil que le olvide

  10. Jonatan says

    Gracias por esa información, Vicente. Estaba yo equivocado de pe a pa, pretendiendo a C de V una honradez que no le corresponde. Así quedan las cosas más claras.

  11. Rafa Turnes says

    Gran perfil para un hombre bueno, de los que se echa de menos en tiempos de mediocres.

  12. miga says

    La alternativa socialista que siempre hemos deseado para España.Con esta alternativa la clase trabajadora tendrìamos mejores condiciones de vida,ya que era su ideal

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