Ahora que el asueto permite a millones de ciudadanos recorrer la geografía en automóvil, llegan al correo del cronista unos datos sorprendentes. Sólo en la provincia de A Coruña los jabalís provocaron el año pasado 284 accidentes --4 con víctimas, 16 con daños y víctimas y 268 con daños materiales únicamente--. Los datos proceden del conteo oficial y los remite la diputada coruñesa Paloma Rodríguez Vázquez, que es socialista y se ocupa de los problemas de la gente de su circunscripción.
Aparte de los jabalís, muchos otros animales mueren atropellados por los conductores sin que la Dirección General de Tráfico, la DGT, que tanto nos quiere y se vuelca en campañas de avisos y precaución en determinados medios de comunicación, haga lo necesario por ellos y por los conductores. Por seguir con el ejemplo de A Coruña, los lobos provocaron 131 accidentes, los zorros, 24; los corzos, 135; los ciervos, un siniestro. Ni que decir tiene que en todos los casos llevaron la peor parte.
Los atropellos de perros (128), gatos (2), equinos (26), vacunos (20), ovinos (4) y otros animales no identificados arrojan un saldo de 13 accidentes con víctimas, 592 sólo con daños y 605 con víctimas y daños a la vez, lo cual es muchísimo, aunque sólo represente una trigésima parte de los más de 30.000 atropellos de animales con daños humanos y materiales que se registran anualmente en nuestro país. Ni que decir tiene que la situación obliga a los conductores a circular con mayor cuidado.
El Gobierno, que es quien maneja los datos oficiales, dice que hay señales específicas de la fauna salvaje en la red de carreteras del Estado y que está presto a colocarlas donde sea necesario. Por señales que no quede. Además, las autovías y autopistas disponen de vallas de cerramiento que son revisadas periódicamente. El resto depende de la atención de los conductores y de la existencia de canallas que abandonan a sus perros a la orilla de las carreteras. También depende, claro, de las ganas de los diputados de la oposición de espolear al Ejecutivo, que es el que tiene los medios, a prevenir estas desgracias humanas y animales.
Contaba Ambrose Bierce que en Australia, donde los canguros tienen preferencia sobre los coches, pudo escuchar el diálogo de uno de aquellos Macropus giganteus con una cebra. “Veo por tu traje que acabas de salir de la cárcel”, le dijo el canguro. “Pues yo veo por tu bolsa repleta que acabas la legislatura”, le contestó la cebra. Bierce no dejaba títere político con cabeza. Por eso le llamaban Biter, el amargo. En la España de hoy se habría puesto las botas transcribiendo diálogos entre nobles ejemplares de la fauna ibérica.
Según el Código de la Circulación, el culpable es el conductor, que para algo tiene intelecto, aunque no faltan animales al volante
Muy buena la anécdota de Ambrose Bierce. En cuanto a los perros, gatos, tejones, ciervos, lobos, zorros, linces, águilas, ardillas y otros seres vivos aplastados en las carreteras, es algo triste de ver. Y es indigno que los atropelladores no paren a auxiliar al animal, al que quizás puedan salvar. O a retirar su cadáver. Por dignidad del propio animal. Falta mucho recorrido para que la sociedad española en general entienda eso de «la dignidad animal». Con que, hala; a llorar.