Grecia o la rebelión de Sísifo

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Imagen de un anciano empujando un carrito con material para reciclar, captada ayer, 30 de junio, en una calle de Atenas. / Simela Pantzartzi (Efe)

“No vamos a enterrar la democracia europea en el lugar donde nació” dijo Tsipras hace unos días. Toda una solemne declaración de intenciones de un gobierno legítimo que intenta que Grecia no pierda su soberanía como país. Para llegar a esta afirmación han tenido que pasar meses de duras negociaciones entre la troika y el gobierno griego. En ellas ha prevalecido el interés político de los acreedores de derrotar al gobierno de Syriza y provocar que el pueblo griego se levantase contra él. También la voluntad de frenar toda insumisión, escarmentando a los que se atrevan a contradecir sus dictados.

El origen de la deuda y de la crisis griega viene de antiguo. Ya Markaris decía que estaba en los juegos olímpicos de 2004: el presupuesto era 2.400 millones de euros y se gastaron 11.500. Pero son muchas más cosas: políticas neoliberales, especulación y corrupción política. Dice el Comité de la Verdad sobre la Deuda Pública en Grecia que no se debió a un gasto público excesivo (siempre más bajo que otros países de la eurozona), sino por el pago de altísimos tipos de interés y el elevado gasto militar, la recapitalización estatal de los bancos privados, las numerosas irregularidades contables y legales de las instituciones europeas para endosar al estado griego los activos tóxicos de la banca privada, entre otras causas. Los préstamos del FMI a un país en la situación de Grecia rompían la ley y buscaban proteger los intereses privados de la banca y profundizar el modelo neoliberal desmontando el estado de bienestar. Por todo ello, la califican de “ilegal, ilegítima, insostenible y odiosa” y plantean su impago.

El bipartidismo anteriormente imperante de Nueva Democracia y Pasok fue aceptando sin rechistar el programa neoliberal de austeridad. Y se ha convertido al país en un grave enfermo crónico sin ninguna posibilidad de hacer otra cosa que estar eternamente dedicado a pagar, no ya la deuda, sino el servicio de la misma, manteniendo a gran parte de la ciudadanía en la miseria y desprovista de cualquier esperanza.

Quieren que Grecia haga como Sísifo, el mito griego que enfadó a los dioses por su astucia y fue castigado a empujar perpetuamente una gran piedra hasta la cima de una montaña, que al llegar arriba, volvía a rodar hasta abajo, para volverla a subir de nuevo hasta la cumbre.

En todo momento Alemania y los países del Eurogrupo han estado al servicio de los intereses de los acreedores, sin aceptar ninguna reestructuración, quita de la deuda o moratoria de pago, para posibilitar el relanzamiento de la economía. En el fondo la ruptura de negociaciones no se produce por unos cuantos millones arriba o abajo, sino para ejemplarizar con Grecia que nadie puede atreverse a intentar recuperar su soberanía, a decidir democráticamente como pueblo. Saben de sobra que es una deuda imposible de pagar, pero quieren evitar el efecto dominó en otros países deudores.

Dice Habermas que “son los ciudadanos, y no los banqueros, los que deben decidir sobre el futuro de Europa”. Y ese cambio de dinámica se puede abrir el 5 de julio, de ahí que se amenace al pueblo griego con toda suerte de males apocalípticos si la consulta popular rechaza las condiciones draconianas que les ofrecen. No importa que Tsipras diga que no quieren salir del euro, la mafia de la UE-acreedores convierte el referéndum en un plebiscito sobre Europa y sobre dracma o euro. Pero el miedo nunca puede ser una visión del mundo para un pueblo.

Estamos hablando de un país que tiene a buena parte de su población en la pobreza, durmiendo masivamente en la calle, con dificultades alimenticias, sufriendo pobreza energética. Grecia no ha recibido ni un euro en el último año de los 7.200 millones de su segundo rescate y ha tenido que pagar 17.000 millones de vencimientos de la deuda. El gobierno de Syriza está maniatando para que no cumpla su programa electoral con el que ganó las elecciones de enero de 2015, cuando Grecia demostró que ya no tenía miedo. A pesar de ello, ha sacado varias leyes adelante para hacer frente a la crisis humanitaria (paquete de ayudas de alimentación, techo y luz) para más de 200.000 personas, la reapertura de la televisión pública, la recontratación de 4.500 empleados públicos (como las limpiadoras del ministerio de Finanzas).

Pero han tenido que aplazar importantes medias del programa de Salónica: la subida del salario mínimo de 586 a 751 euros, la supresión del controvertido impuesto inmobiliario (Enfia), la concesión de la decimotercera paga a los pensionistas con menos de 700 euros, que son más del 40%, la congelación o reversión de las privatizaciones (puertos y aeropuertos) o la ley para conceder la nacionalidad a la segunda generación de inmigrantes. Ahora les piden para el acuerdo medidas que perjudicarían a los trabajadores y pensionistas, recortes de sueldos públicos y una subida del IVA al 23% a una población empobrecida.

Para Varoufakis, se han traspasado demasiadas líneas rojas. Por eso advertía a los que creen que pueden humillar a Grecia, que están jugando con fuego. Syriza ha afirmado por escrito “que si la asfixia económica continúa y las cosas se llevan a un punto de ruptura, nadie debe dudar de que el pago de los salarios y las pensiones tiene prioridad absoluta sobre el pago de las cuotas de los préstamos. Las personas están por encima de las deudas”.

Syriza sabe que van a por ellos, que tienen enemigos externos (la Santa Alianza de la austeridad) e internos (la oposición). Confían, y así lo dicen en el partido, en la solidaridad internacional (más escasa de lo que debería de ser) y, en última instancia en el pueblo griego. Eso es lo que han hecho ante la falta de flexibilidad de los acreedores, ante el intento de romper a Syriza, de humillar a Grecia: llamar al pueblo a consulta el 5 de julio, es decir, recurrir a la soberanía popular y a la democracia directa. Políticamente es más honesto que lo que hicieron Zapatero y Rajoy, actuando como monaguillos del troika, al modificar el artículo 135 de la Constitución Española con nocturnidad y alevosía.

¿Qué va a pasar ahora? Hay tres escenarios posibles en función de los resultados del referéndum:

a) Si sale el no, que prevalezca el sentido común y se renegocie la deuda griega de tal forma que deje de hipotecar al país y pueda recuperar su economía con un plan de inversiones. No es la primera vez en la historia en que esto ha sucedido, incluido el Tratado de Londres de 1954 que condonó la mitad de la deuda a Alemania, o los casos de Argentina, Nigeria, Ecuador... La experiencia demuestra que un gobierno decidido a defender los intereses de la mayoría de la población tiene herramientas para conseguir reestructuraciones que permiten un ahorro público de recursos considerable, cuestionando el pago de una deuda ilegítima e incluso ilegal, y permitiendo que la economía rompa con la espiral de sobreendeudamiento y recesión.

b) Si sale el no, que se imponga la intransigencia de la troika y Grecia entre en una dinámica de suspensión de pagos e, incluso, de salida del euro. Como dice Krugman, es evidente, desde hace tiempo, que la creación del euro fue un terrible error. Grecia debe votar ‘no’, y su Gobierno debe estar listo para, si es necesario, abandonar el euro. Un Grexit supondría un shock a corto plazo para Grecia, del que se recuperaría a largo plazo, al recuperar la soberanía económica monetaria. Pero generaría graves convulsiones económicas en la eurozona y políticas para Europa. Luego está el consiguiente contagio en otros países periféricos de la eurozona (España, Portugal…), pronosticándose por algunos expertos incluso un Italexit a un año vista. Crisis monetaria, económica y con consecuencias sobre el futuro de la Unión Europea, que se deslizaría hacia la decadencia. Por no hablar de las consecuencias geopolíticas en el mundo por la situación que tiene Grecia de puente entre Rusia, Turquía y China, que se ha hecho con el puerto de El Pireo para desembarcar en Europa. Los acreedores están soltando un tigre que luego no habrá quién lo cabalgue.

c) Si sale el sí, que el gobierno dimita y se convoquen nuevas elecciones, prolongando la inestabilidad política y generando una situación de alta incertidumbre y de retorno a las movilizaciones y huelgas generales.

Lo cierto es que, como dijo Tsipras cuando anunció la convocatoria del referéndum, la consulta se hace “por nosotros, por las futuras generaciones, por la historia de los griegos… Por la soberanía y la dignidad de nuestro pueblo”. Debemos tener claro que todos somos griegos, porque la suerte que corra Grecia nos afectará al menos de dos maneras: por las turbulencias que pudiera provocar su salida del euro –de producirse- y porque el correctivo político que les están aplicando es para que nadie se atreva a plantear soluciones justas a la deuda. De lo que suceda el 5 de julio dependerá que la esperanza prevalezca tanto en Grecia como en Europa. Para no seguir cargando eternamente con el peso de un castigo injusto, parece que ha llegado el momento de rebelarse contra los dioses de los mercados.

5 Comments
  1. MM says

    En los análisis se pasa de puntillas por un problema, que según mi opinión es clave en la situación de Grecia.

    La falta de un Estado efectivo y serio según standars europeos.

    El aparato estatal griego es una amalgama de corrupción, funcionariado ineficiente e inflado y redes clientelares que no están dispuestas a despegarse de sus privilegios mantenidos desde hace décadas.

    Y el gobierno de Tsipras, al igual que los anteriores no han tomado absolutemente ninguna medida para cambiar esto.

    Y por ello estos estados como Grecia corruptos y clientelares son tremendamente injustos, injustos con respecto a sus propios ciudadanos, les abocan a la pobreza o a salir del país en busca de mejores oportunidades.

    Está suficientemente probado por diferentes estudios, que los países con más alto grado de bienestar, tienen Estados eficientes con bajas tasas de corrupción.

    En Grecia, según organismos internacionales, la tasa de corrupción es altísima.

    Deseo que algún día, el pueblo griego se dé cuenta que el enemigo no está fuera, como los demagogos les quieren hacer ver.
    El enemigo está desde hace décadas en casa.

    Ojalá, haciendo uso de la democracia den una patada a sus gobernantes y por extensión a todas las redes clientelares parásitas y apuesten por un estado serio y justo.

  2. Manolo2 says

    Creo que los griegos han esperado demasiado y han permitido las habituales maniobras de «los patriotas» del dinero. Hay que empezar por nacionalizar la banca

  3. teresa says

    Totalmnte de acuerdo. Tiene que salir el NO

  4. Lucas CIM says

    Hola señores, mucho valor en este post Un abrazo

  5. There is definately a great deal to learn about this issue. I love all of the points you made.|

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