Disparen sobre el pianista, no sobre Julia Otero

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Julia Otero entrevistando en julio de 2009 al entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. / Wikipedia

Conozco a Julia Otero de haber trabajado con ella, de haber sido colaboradora asidua de un programa suyo en la televisión autonómica catalana, no mucho después de que la echaran de Onda Cero. Por cierto que siempre o casi siempre me ha llamado la atención que la intensa simpatía que aquel caso suscitó entre la izquierda periodística no se concretara en muchas más ofertas de trabajo a su correligionaria. En la práctica Julia Otero lleva mucho más tiempo trabajando en medios “de derechas” que “de izquierdas”. Curioso, ¿no?

¿Que si Julia es socialista? Si tuviera que apostar dinero, a riesgo de equivocarme diría que sí. Que lo es con pasión y con entusiasmo, no por cálculo o por conveniencia (a la vista está que el tema le ha reportado muchas más incomodidades y muchas menos satisfacciones que a otros). La parte buena es que, en mi opinión, va de buena fe. La parte mala es que por esa misma buena fe puede pecar de sectaria. Es un curioso pecado de pureza, una especie de virginidad agresiva, que en general caracteriza a toda una estirpe de periodistas que, quizás porque el cénit de la Transición coincidió con su cénit vital, asocia compromiso político y juventud, divino tesoro. Son periodistas que creen con toda su alma que tienen no ya el derecho sino el deber, y hasta la función social, de informar con carga ideológica.

Me temo que yo no soy así. A mí me han intentado colgar muchas etiquetas a lo largo de mi vida y nunca he hecho buen papel con ninguna. Ha habido socialistas catalanes que me han llamado en mi cara “sicaria de CiU”. Ha habido dirigentes de CiU que me han acusado de “hacerle el juego” a ERC. Dirigentes de ERC me llamaron por teléfono cabreadísimos y amenazándome con crearme muchos problemas en el diario donde entonces trabajaba, el Avui, si seguía diciendo en público lo que pienso del independentismo. Por decir eso y además lo que pienso de los sindicatos me han llamado reaccionaria y del PP. Un señor del PP se atrevió a preguntarme si me había acostado alguna vez con Jordi Pujol. Y hasta he tenido el honor de que un alto representante del gobierno cubano me acusara ante una atónita Leire Pajín de ser un topo de Zapatero en el diario ABC. Vamos, que tengo una carrera política que no se la salta un gitano.

Esto de no ser de nadie es como vivir en un piso sin ascensor: cansa, pero te mantiene en forma. Aunque confieso que en otros momentos de mi vida sí que me ha angustiado que me tomen por facha, por progrecutre o por catalana desleal, y que a nadie se le haya ocurrido nunca la solución más sencilla (¡una chica que va por libre, ye, ye!), a día de hoy confieso que me da igual. He llegado a la conclusión de que el precio de cierta libertad es que cierta gente te malinterprete. Me acuerdo de que hace años alguien quiso presentarme al rey Juan Carlos en estos términos: “Majestad, le presento a una guapa periodista catalanista”. Antes de que el rey pudiera ni llegar a abrir la boca, rauda le desengañé: “Majestad, las tres cosas son inexactas”. Y hasta hoy.

Cuento todo esto no por ofrecer un adelanto de mis memorias sino por delimitar el terreno de juego. Me gustaría dejar claro que abordo el caso Otero desde cierto conocimiento del personaje pero no desde una exagerada intimidad personal ni mucho menos ideológica. Julia Otero no me ha tenido nunca detrás ni me tendrá enfrente.

Cuando colaboraba en su programa hubo risas y hubo piques. A ella por ejemplo la sorprendió mucho y hasta la escandalizó que yo defendiera en un principio la guerra de Irak. También recuerdo que después de expresar su sorpresa y su escándalo, añadió que yo era libre de decir lo que quisiera sobre el tema en su programa. Ciertamente después de aquello no me ha vuelto a llamar nunca, pero yo me quedo con la parte positiva, que le agradecí sinceramente y mucho. No todo el mundo en este ambiente te mira a los ojos y te recalca que en su programa puedes opinar lo que tú quieras, “faltaría más”. Debería ser obvio, pero no, no lo es.

Resumiendo, que si alguien me pregunta si considero a Julia Otero socialista, yo diría sin dudar que sí, pero si alguien me preguntara si la considero un topo del PSOE, rotundamente no. ¿Topo, ella? Topos son los que van embozados y agazapados, tirando la piedra y escondiendo la mano, dando la cara aproximadamente nunca. Topos son esos que sin ningún pudor llaman informar a lo que es opinar, entrevistar a lo que es pastorear, moderar un debate a lo que es arengar, independencia a hacer el juego. O aquellos que en su día fueron estalinistas de la izquierda y ahora son más de derechas que nadie, y vuelta a empezar en cuanto la tortilla vire de nuevo. Por los topos no hay que preocuparse porque siempre les va bien, siempre encuentran acomodo bajo tierra, entre los gusanos y las lombrices. Hasta un punto que a veces te preguntas si los políticos no serán más tontos aún de lo que tú has creído siempre.

Julia Otero no es un topo porque va a cara descubierta, porque nunca ha engañado a nadie y porque, con razón o sin ella, jamás ha cambiado de opinión en función de por donde soplaba el viento. Podrá gustar o no gustar, convencer más o menos, pero no hay trampa ni cartón. Es lo que es y representa un buen pedazo de la realidad ideológica imperante bajo el sol. Aproximadamente media España.

Dije antes que a día de hoy a mí ya me da igual lo que nadie piense de mí y que no ha nacido el que me pueda hacer sufrir colgándome etiquetas. Miento. No hace tantos años uno casi consigue hacerme llorar. No era un político, era un compañero periodista con el que ni recuerdo cómo me enzarcé en una discusión –privada, no pública- sobre determinado asunto. No estábamos de acuerdo y él lo atribuía a ser yo “de derechas”. Cuando le desengañé, para mi sorpresa admitió su error y acabó aceptando que yo nunca he militado ni representado a ningún partido político. Pero a continuación dijo: “Pues yo estoy muy orgulloso de estar comprometido con un proyecto de izquierdas, y me da asco que tú no te comprometas con nada”. Mi compromiso con la objetividad y la independencia, o por lo menos con una honesta aspiración a las mismas, no le parecían cualidades lo suficientemente estimables en un periodista.

Resumiendo, que en un mundo ideal, los periodistas tendrían ideas, no ideología, y aquel que la tuviera no se la llevaría al trabajo, o no se le notaría. Como no se le notó a Bob Woodward, uno de los dos señores del Watergate, sí, el caso que provocó la dimisión de Richard Nixon. ¿Sabían ustedes que el señor Woodward (interpretado por Robert Redford en la película) era y es republicano?

Pero a falta del pan del ideal, buenas son tortas. Y periodistas decantados pero honestos, que avisan y que toleran la diferencia, o por lo menos la mantienen viva. Que en una RTVE “del PP” haya una Julia Otero me parece como si en una RTVE “del PSOE” le dieran un programa a Isabel San Sebastián; que si no es normal, debería serlo. Por salud periodística y por salud pública.

8 Comments
  1. Mad Machine says

    El artículo ¿es sobre ti misma, no?

  2. Jonatan says

    Magnífica, Grau, como siempre, o casi. Una buena exposición de lo que debe ser en la casa del periodista. La mejor descripción de lo que le ocurre a los periodistas militantes -honrados, unos, interesados, otros-. También entre mis amigos he tenido que sufrir la punzada del insulto por no ser de los suyos. Humana conditio, supongo. Me uno a sus premisas.

  3. Patronio says

    Si para justificarte a ti misma tienes que llegar al extremo surrealista de comparar a una visceral y políticamente vendida Isabel Sansebastián, con una profesional libre como Julia Otero, es que tienes demasiado que justificar.

  4. Jota says

    Nadie es objetivo y el que cree serlo se engaña. No veo por qué un periodista tiene que ser un mercenario de las letras y no puede compartir sus puntos de vista.

  5. Liberto says

    Por algún extraño pudor, cuando hablo, intento no estar diciendo todo el rato «yo, yo, yo», pero veo que Anna Grau no tiene ese problema. Quizá el artículo debiera titularse «Julia Otero y yo», o, «yo u Julia Otero» ¿porqué no, en persona tan comprometida con la objetividad y la independencia?
    Quizá debiera leer a Chomsky en «La objetividad y el pensamiento liberal», aunque imagino que le dará un poco de reparo, por ser un pensador con ideología…

  6. leninkainen says

    El problema de la señora Grau es que tiene un ego que no le cabe en el pecho. Si uno hace un seguimiento de todos sus pseudoartículos se percatará de que no hace otra cosa que hablar de sí misma. Da igual que el tema sea la inmigración, G. Grass o J.Otero. Siempre acaba hablando de ella, de lo independiente y buena profesional, de los piropos que le lanzan, de los personajes que conoce…….Yo me lo haría ver.

  7. jordi says

    A Julia Otero la sustituyen en Onda Cero porque había que colocar a otra persona relacionada con un alto cargo de una compañia telefónica. Por cierto, tiene usted un ego desmesurado. Vigílelo, no le vaya a dar problemas.

  8. Dina says

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