¿Para qué sirve un eunuco?

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Una de las imágenes promocionales de 'El eunuco'. / teatrolalatina.es
Una de las imágenes promocionales de 'El eunuco'. / teatrolalatina.es

Del 21 de enero al 22 de marzo, día de las elecciones andaluzas, ha estado en cartel en el Teatro La Latina el montaje El eunuco, una adaptación bastante libre de la obra de Terencio acometida por Jordi Sánchez y Pep Antón Gómez. Medio comedia clásica cachonda, medio musical, la verdad es que se dejaba algo más que ver. Sorprende siempre gratamente el reencuentro con esta clase de textos y de lo que un elenco bragado y un director inteligente pueden hacer con ellos.

El eunuco constituye un enredo soberano, un lío de líos, del que se sale con gracia, con donaire y con intención. La relación entre hombres, mujeres y los que son ni lo uno ni lo otro (o lo son todo a la vez) fluye como una catarata gentil, picadita de ingenio y de espuma.

Yo reconozco que voy al teatro mucho menos, infinitamente menos de lo que quisiera, y entonces tiendo a priorizar el dramón cuando no la tragedia insondable. Muy bien recomendada tiene que venir una comedia para que yo me arriesgue. Entre otras cosas porque con la comedia me pasa algo análogo a lo que me pasa con los hombres, si se me permite una ligera intimidad personal: yo no suelo ser muy exigente con el físico masculino, y menos mal que es así, porque el día que se me ocurre poner nota me pasa como a la valoración de líderes del CIS, que no aprueba nadie. Si no llego a nacer condescendiente me moriría casta y sencilla (que no es lo mismo que morirse de).

Con la comedia pues tres cuartos de lo mismo: menos mal que en general no me llama mucho, porque puestos a sentarme a ver seriamente una, pocas me parecen lo bastante buenas. Con pocas me río a gusto. Y aburrirse cómicamente sin duda es lo peor.

Bueno, pues este peligro no sólo no existía con El eunuco sino que a las conocidas virtudes relajantes y evadidoras de la triste y dura realidad que siempre han adornado a la buena comedia, uníase en este caso un verdadero filón filosófico sobre la vida sexual cotidiana.

Empecemos por el concepto de eunuco. Cuando mi hija de nueve años, al pasar casualmente un día frente al teatro, me preguntó por el significado de la palabra, yo le di la respuesta estándar y, hasta donde yo sabía, correcta: que eunuco es el macho castrado, voluntariamente o no. “Que se cortan o les cortan el pito”, clarifiqué, meridiana. La niña, redicha como su señora madre, se adelantó para demostrarme lo mucho que a priori ya sabía del tema. Me dijo que su padre decía que hay hombres “que se cortan el pito porque quieren ser mujeres”. Admití la veracidad del dato, pero le hice ver que estos casos raramente se suelen agrupar bajo la definición de eunucos. Le expliqué qué era un harén y le hablé de la función de los eunucos en estos.

Y hete aquí que cuando le cuento toda esta dialéctica a un hombre sabio que mucho conoce de estos asuntos va y me dice que no es cierto que a los eunucos les castrasen para impedirles fornicar. “Todo lo contrario, eran muy apreciados por sus erecciones blancas pero sin fin, sin peligro reproductivo alguno”, se desata. A mí me cuesta de creer que los sultanes, marajás y demás fuesen tan considerados con sus numerosas esposas enharenadas como para procurarles una especie de impertérritos consoladores humanos. No sé, a mí me resulta más creíble que las dejaran simplemente a pan y agua.

Volviendo a la obra de teatro, el eunuco que sale en ella es más falso que un duro sevillano, se hace pasar por castrado, del mismo modo que otros personajes se hacen pasar por falócratas cuando la realidad es muy matizadamente otra. Ocultar los verdaderos sentimientos junto con la verdadera sexualidad deviene un arma de supervivencia en una guerra de sexos bastante absurda que sin embargo dice bastante de cómo pensamos y vivimos en realidad. De cómo y por qué hacemos lo que hacemos.

Somos en general débiles, egoístas, y con poca capacidad de persistir en lo grandioso. Nos da miedo amar lo complejo y hasta lo contradictorio en el otro y en la otra por miedo a vernos demasiado reflejadas o reflejados en esa contradicción.

Por eso conviene ir a veces al teatro. Para tener motivo y oportunidad de cogerse de la mano.

2 Comments
  1. Indignado says

    Se equivoca el «hombre sabio» que le ha contado lo de las erecciones blancas. Un eunuco sin testículos no produce dihidrotestosterona (DHT), que es necesaria para tener erecciones. En el siglo II aún no habían descubierto las inyecciones hormonales sustitutivas.

  2. Enrique Gonzalez Duro says

    Un eunuco sirve, entre otras cosas, para escribir un articulo perfectamente idiota. Sugiero otro: ¿Por qué se desnudó Albert Rivera?

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