Un Brasil emergente y sin tópicos

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Julián Sauquillo

El contraste entre la Favela Rocinha (arriba) y el centro de la ciudad en Rio de Janeiro. / Fotos: Rodrigo Soldon y Leszek Wasilewski (Wikipedia)

Me encontré, solo y blanco, en Brasil, observado con curiosidad por una población totalmente negra, más concretamente en el Pelourinho de Salvador de Bahía. Alguna vez conviene sentirse minoría racial y no el blanco dominante. Justo debajo de la Fundación Jorge Amado, decidí calmar mi ansiedad de único blanco entre negros como un “recogido” en una de las múltiples capillas neocoloniales adyacentes. Allí comprobé la estulticia humana, la propia y la de los demás. En su entrada estaba el que parecía el otro blanco de Bahía. Por terror, me sinceré: “Eres español, ¿verdad?” (bien podía ser neerlandés, lituano, alemán, rumano o belga). Pero más rara aún que mi pregunta fue su contestación: “En mi pasaporte eso pone, pero mi corazón está en otra parte”. Acelerado, le pregunte en una lengua compartida de donde era, entonces. ¡¡Y resultó ser catalán!! Un cineasta catalán que documentaba la violencia en Salvador de Bahía. Me hubiera valido un realizador de los movimientos de los peces del fondo marino para calmarme un poco. Él, en cambio, se obstinaba en poder elegir entre similares. Nacionalismo aparte, no era muy perspicaz. No había que documentarse mucho para observar, desde una atalaya de la ciudad, el Mercado Modelo donde llegaban los africanos que eran retenidos allí para ser engordados antes de ser vendidos. Tampoco se requería de objetivo gran angular para imaginar el rastro de violencia que había dejado la humillación esclavista secular. Cuando allí se abole la esclavitud en 1888, el esclavo queda bajo tutela del antiguo propietario y sale diariamente a realizar trabajos con los que rinde cuenta económicamente a su señor. Hasta que es abandonado a su propia suerte y salta en escala de rendimiento e ilegalidad de aquellos viejos encargos. Esta violencia y rebeldía racial antigua está muy arraigada en Salvador, Río de Janeiro o Belo Horizonte y mucho menos en Estados como Goiâs. La mutua ayuda de las favelas –en los márgenes delictivos- es heredera de la antigua desprotección social. Y, hoy, la precariedad del sistema policial y del poder judicial brasileño no se solucionará con menos Estado –sistemas alternativos de conciliación, arbitraje y mediación social (así la experiencia de los Balcones de Justicia y Ciudadanía de Salvador de Bahía)– sino con más Estado (mejores sueldos policiales y unificación federal del sistema de seguridad, más sedes judiciales y mejor dotadas, y más prestaciones sociales médicas, educativas y laborales).

Brasil es un país de grandes contrastes. Un país tan inmenso experimentaba, hace ya quince años, un apogeo de Internet. Era ya entonces un país tan variado que resultaba difícil de unificar entre el norte y el sur, entre el interior y el litoral, entre el desierto y la selva, el africanismo y el germanismo, el evangelismo y la misa negra, la democracia y los próceres autoritarios, el departamento de lógica de Campinas y el analfabetismo, el plan espacial y la miseria callejera, la aviación privada y los “sin tierra”, el canto del gaucho y la bossa nova... La intención de los fundadores de la nación fue conjugar las diferencias culturales y económicas en un proyecto político común. Acuñaron en su bandera el dictado de Augusto Comte: “Orden y Progreso”. Pero ciertamente hay varios países en uno y son difíciles de conocer.

Hoy pasa por una expansión espectacular de la Universidad, tanto en la construcción de nuevos campus como en la creación de equipos investigadores. La universidad brasileña está internacionalizando su comunidad científica en tiempos de bonanza económica. La inversión en educación e investigación, efectuada por Lula y proseguida por Dilma Roussef, es llamativa. Tras treinta años de recesión económica, el gobierno iniciado por Lula da Silva ha incrementado y extendido el consumo interno, debido al ascenso de clase social de cincuenta millones de brasileños, y abierto grandes posibilidades industriales centradas en la extracción de petróleo bajo la sal marina. Petrobras, la cuarta empresa energética del mundo, va a desarrollar la industria petrolera brasileña decisivamente.

La política informativa dedicada a Brasil es tan parcial como la dedicada a México o Colombia desde décadas. Ciudad de Dios (2002) y Tropa de élite (I, 2007; II,  2010), llegadas de Brasil, como gran parte del cine colombiano, contribuyen a la gigantomaquia delictiva del norte del continente sudamericano, entre los espectadores,  no menos que la prensa habitual. La policía adolece tanto de la frágil lealtad de algunos de sus miembros como de una pluralidad de organizaciones policiales por Estados. Es cierto. Los dos brazos del problema son la magnanimidad de los jefes del narcotráfico con la población y el escaso sueldo de los policías según qué Estados. En los altos morros de las bahías de Río, las favelas divisan la riqueza del turista como presa fácil. En el sur de la ciudad conviven el ocioso visitante desahogado económicamente y los meninos da rua abandonados a su albur. Si el Estado no presta, el jefe regala. Con la consiguiente retroalimentación de la delincuencia. Pero Brasil tiene capacidad para romper este problema antiguo antes del Mundial de Fútbol (2014) y las Olimpiadas (2016) y dejar estructuras aeroportuarias, hoteleras y deportivas muy sólidas para el futuro. Las medidas sociales actuales mejoran a los más desfavorecidos tanto en la construcción de viviendas y reconocimiento de propiedades usucapidas como en los incentivos a la escolarización y la alimentación extensiva de la población. Y aquí la Universidad brasileña está aportando soluciones a la extensión de la vivienda, incluso en la aportación de un tipo de ladrillo ecológico.

La vitalidad de la investigación en las ciencias sociales brasileñas se me ha puesto de manifiesto recientemente en Uberlândia (Minas Gerais), donde acudió la octogenaria maestra húngara Àgnes Heller con pleno desempeño juvenil y la mayor sabiduría. Allí conocí la hospitalidad y el deseo brasileño de aunar esfuerzos internacionales con portugueses y españoles para crear grupos estables de investigación. Mayor pena me produce la obstinación de las aduanas españolas en filtrar la entrada de brasileños a nuestro territorio con la exigencia de requisitos indignos. Estamos perdiendo una oportunidad de sumar actividades íberas con Brasil. Abandonemos la obstinación tópica de considerar a todo brasileño carioca… La garota de Ipanema, la caipiriña y la guitarra de Caetano Veloso no son sino tres iconos entre las miles de muestras culturales de aquel hermoso y exultante país.

3 Comments
  1. Ramón says

    Muchas gracias por su visión positiva de ese gran país, don Julián

  2. marag says

    Me encantan las personas de Brasil, su melodía, su ritmo, la brisa de Copacabana, Lula y la izquierda brasilera….

  3. Yogita says

    Muchedsimas gracias por hactree eco, David. En realidad el artedculo es fruto de la conversacif3n en este blog y de las cosas que aprendo todos los dedas leyendo los post y los comentarios.Ah, sf3lo una cosa: me apellido Jime9nez; Chilla es sf3lo el apodo familiar que uso para el correo privado |

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