La ‘ciudad fantasma’ de Famagusta servirá de ensayo para reunificar la isla de Chipre

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Varosha, el distrito turístico de Famagusta (Chipre), bajo ocupación turca, invadido por la vegetación. / Gobierno de Chipre
Varosha, el distrito turístico de Famagusta (Chipre), bajo ocupación turca, invadido por la vegetación. / Gobierno de Chipre

Famagusta, la ciudad que inspiró a Shakespeare para su obra Otelo, la joya turística del Mediterráneo, acaparaba el 60 por ciento de las plazas hoteleras y el 65 por ciento de las transacciones comerciales de todo Chipre. Allí estaban los mejores hoteles, mansiones y playas de la isla; pero esto ocurría hace 41 años, antes de que en julio de 1974 fuera invadida y dividida en dos por el Ejército turco.

Hoy, Varosha, el distrito sur de la ciudad, donde se concentraban prácticamente todos los complejos y urbanizaciones turísticas, es probablemente la mayor ciudad fantasma del mundo. Sus 45.000 habitantes tuvieron que huir, dejando todo atrás, en la segura creencia de que, cuando en unos días la situación volviera a la normalidad, regresarían pero eso nunca ocurrió.

Dicen que en algunas mansiones había bibliotecas, colecciones de cuadros, esculturas y todo tipo de obras de arte con un valor incalculable. Tras un mes de saqueos que vaciaron viviendas, hoteles y comercios, el Ejército levantó un muro de alambre de espino en torno a Varosha y, desde agosto de 1974, quedó al otro lado de la Línea Atila, como se denominó al muro jalonado de torres de vigilancia que separa el norte bajo control turco del sur greco-chipriota.

Durante todos estos años, los espacios públicos, calles, aceras, plazas, los patios y hasta los propios edificios han sido ocupados por una vegetación que la ha convertido en una especie de jungla urbana solamente recorrida por las rutinarias patrullas del Ejército turco.

Hoy, esta ciudad fantasma se presenta como una oportunidad sin precedentes para la reunificación de la isla, actualmente administrada por dos entidades políticas distintas: la denominada República Turca del Norte de Chipre, entidad solamente reconocida por Ankara, y el país integrante de la Unión Europea, cuyo gobierno es el único aceptado por la ONU.

Así lo han manifestado en los últimos meses los presidentes de los dos Estados, el turco-chipriota Mustafa Akinci y su contraparte griega, Nicos Anastasiades, ambos respaldados por las nuevas generaciones que no vivieron directamente la dramática ocupación y división de la isla.

Los contactos entre las dos partes siempre han existido, auspiciados por la ONU, pero igualmente han resultado un rotundo fracaso, de forma especial por la negativa de Ankara a que sus protegidos turco-chipriotas vuelvan a reunificarse con sus vecinos de cultura e idioma griego.

Sin embargo, la llegada de Akinci a la presidencia del Norte tras ganar las elecciones de abril con más del 60 por ciento de los votos, ha supuesto un relanzamiento de las conversaciones. Akinci, líder del Partido de la Democracia y la Paz, es un firme partidario de la reunificación. Sus palabras, al proclamar su triunfo electoral, diciendo que las relaciones con Turquía debían ser fraternales y no como las de una madre con sus niños, no fueron del agrado del presidente Tayip Erdogán, que le respondió con dureza.

Akinci ha llegado a decir que un acuerdo marco para iniciar la reunificación puede ser más cuestión de meses que de años, sobre todo si, como acaba de anunciar, se intensifican las negociaciones durante el próximo invierno, y propone resolver el problema de Varosha para demostrar que la convivencia entre turcos y griegos es de nuevo posible.

Varosha, antes de la invasión turca de 1974, cuando era la Benidorm de Chipre. / Gobierno de Chipre
Las playas de Varosha, antes de la invasión de 1974, cuando era la Benidorm de Chipre. / Gobierno de Chipre

El plan consistiría en derribar los muros y alambradas que ahora aíslan esta parte de Famagusta y permitir el retorno de sus propietarios, fundamentalmente greco-chipriotas, para que esta ciudad turística vuelva a ponerse en funcionamiento, reactivando así la economía de toda la isla. Como contrapartida, el Gobierno oficial de Chipre, con el apoyo de la UE y la ONU, permitirían que el aeropuerto y el puerto de Famagusta tengan conexión directa con el exterior, ya que, debido a la resoluciones de la ONU, los vuelos y rutas marítimas deben hacer escala en Turquía antes de poder conectar con cualquier otra parte del mundo puesto que cualquier relación directa con la parte ocupada de la isla está penalizada por el derecho internacional.

Sin embargo, esta atrevida propuesta cuenta con dos grandes escollos. El primero son las compensaciones económicas que exigen los antiguos propietarios y que ascenderían a unos 30.000 millones de euros; el otro serían los problemas técnicos que implicaría la reconstrucción de Varosha, ya que estas cuatro décadas a la intemperie, con los edificios abiertos al exterior, sin puertas ni ventanas, han podido afectar seriamente a sus estructuras metálicas o de hormigón. En este sentido, la primera medida consistiría en permitir la entrada de una comisión de expertos para evaluar el actual estado de las edificaciones.

Akinci tiene gran experiencia en este tipo de problemas. Durante catorce años fue alcalde de la parte turca de Nicosia –capital de Chipre e igualmente partida en dos- y puso en marcha, con su contraparte griega, un “master plan” urbanístico que al menos unió a los habitantes de ambos lados a través de redes de suministros y alcantarillas.

Si el ensayo de Varosha funciona, vendrían acuerdos más ambiciosos que terminarían en la proclamación de una Unión Federal Chipriota, con dos Gobiernos, dos ciudadanías pero un solo Estado, que permitiría a Chipre convertirse de nuevo en la joya del Mediterráneo para el turismo internacional.

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