¡Ah! ¿Pero todavía vives con tus padres?

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Pablo Padilla *

Pablo_Padilla_nuevaLa eterna pregunta. La hacen compañeros de clase, del curro, amigos de la infancia, gente que conoces por la noche, en las entrevistas de trabajo... sólo falta que me la haga mi propia madre ¿Acaso es tan extraño? ¿Soy el único al que le pasa?

Según los datos del último informe del Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España (CJE) sólo 2 de cada 10 jóvenes menores de 30 años ha conseguido salir de casa de sus padres, mientras que el 80% restante no ha logrado independizarse. Vamos bien, parece que no es sólo cosa mía.

¿Vivimos una repentina ola de apego a nuestros progenitores? ¿El Foro de la Familia ha lavado el cerebro a miles de jóvenes para perpetuar la convivencia familiar? ¿Se trata en realidad de un perverso plan para que la recuperación económica, anunciada año tras año, no haga su aparición estelar?

Quizá no haya que ser tan retorcido. Quizá todo sea más sencillo si nos fijamos en la tasa de paro juvenil (53,1%), el escandaloso porcentaje de contratos temporales firmados este último mes (91,5%), la bajada de salarios entre los jóvenes (16,4% desde 2008), las becas sin remuneración, las horas extras sin pagar, la brutal subida de tasas en la Universidad Pública y en Formación Profesional...

El caso de Madrid, una ciudad a la que llegan miles de jóvenes a estudiar o (intentar) trabajar, es de traca. Frente a este escenario con multitud de jóvenes, muchos de ellos con escasos recursos e ingresos intermitentes o inexistentes, la ciudad ofrece el alquiler de vivienda residencial por el módico precio de 10.36€/m². ¿Y qué hacen desde las instituciones? Impulsan programas de vivienda para jóvenes que se muestran ineficaces y con requisitos de difícil cumplimiento para gran parte de esa juventud que está desempleada o con trabajos temporales (unos meses, unos días, unas horas...). Además, nos encontramos una inusitada generosidad por parte del gobierno municipal con los fondos buitres, a los que están vendiendo a precio de saldo, literalmente, las viviendas municipales supuestamente dirigidas a diferentes colectivos sociales, entre los que se encuentra la juventud.

¿Cómo demonios consigue emanciparse un joven en estas condiciones? ¿Cómo vamos a firmar un contrato de alquiler que exige nómina si el contrato de moda no dura más de 3 meses? ¿Cómo vamos a poder irnos de casa si no tenemos un duro?

A nivel estatal, el precio de la vivienda obliga a los jóvenes de entre 16 y 30 años a emplear el 52,1% de su salario (quien lo tenga) en pagar el alquiler; afrontar una hipoteca, teniendo en cuenta dónde ha llevado a miles de familias, es un escenario que ya pocos jóvenes idealizan. Sin embargo, la imposibilidad de los jóvenes de acceder a una vivienda digna no es nada nuevo, no es consecuencia directa de la crisis. La burbuja inmobiliaria, los favores y sobres intercambiados por el 'PPSOE' y las grandes constructoras, acompañados de una política pública que incitaba a la compra de viviendas desincentivando el alquiler han sido la tónica de los últimos años en materia urbanística.

Ya en 2006, frente a la euforia colectiva de banqueros, constructores, partidos políticos y medios de comunicación que jaleaban la burbuja, surgieron voces que cuestionaban el modelo. El colectivo V de Vivienda organizó movilizaciones denunciando la especulación con la vivienda, un bien de primera necesidad, además de un derecho recogido en la Constitución (art. 47).

Resulta evidente que en materia de vivienda la emancipación juvenil no es el principal problema, desde luego. La aprobación de la Iniciativa Legislativa Popular elaborada por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) es imprescindible para enfrentarse a la situación de emergencia habitacional que vivimos en este país. Las medidas que se han puesto encima de la mesa (paralización de los desahucios, dación en pago y alquiler social) si bien no resuelven, ni pretenden hacerlo, la irrisoria tasa de emancipación juvenil, sí que van dirigidas hacia un profundo cambio en la concepción de la vivienda y el papel que deben jugar las instituciones a la hora de hacer efectivo este derecho.

Quizá a partir de ese punto de partida, donde no se mantendrán millones de viviendas vacías y miles de familias en la calle para sostener las cuentas de los bancos, podamos imaginar y llevar a cabo iniciativas que faciliten a los jóvenes el acceso a la vivienda. Porque sabemos que no estamos ante un problema de escasez, se trata de decidir si queremos que la vivienda la use la gente para vivir o una minoría privilegiada para aumentar sus beneficios.

No es un simple capricho, estamos hablando de hacer posible un proyecto de vida para la juventud que hoy oscila entre vivir en casa de sus padres y llegar apurado a pagar el alquiler, mientras la inevitable sombra del exilio revolotea, insistente, por su cabeza.

(*) Pablo Padilla es miembro de Juventud SIN Futuro y  de la Oficina Precaria.
5 Comments
  1. Bbec says

    Pues creo que también hay que achacar mucho a la comodidad. Porque yo conozco mucha gente que vive en casa de sus padres y estos tan felices que les pagan todos los caprichos. Hasta las vacaciones.

    Soy asturiana y alquilar una casa entre varios amigos no es nada caro. Es muy sostenible, si de verdad uno quiere vivir de forma independiente. Pero muy poca gente lo hace. Solo los que se mudan a Oviedo o Gijón como estudiantes.

  2. Persepolis says

    ¡Qué bien escribes, Pablo Padilla!

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