Presupuestos para el darwinismo social en curso

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Alejandro_InurrietaEl análisis de los Presupuestos Generales del Estado para 2016 no se puede deslindar de cómo se elaboran, ya que dice mucho del margen de desconocimiento y falta de rigor con los que se redactan, lo que ya de por sí los invalida como herramienta de señal para los diferentes agentes económicos.

En primer lugar conviene partir del cuadro macroeconómico, base con el que se supone se van a cuadrar, supuestamente,  las cuentas nacionales, y que es elaborado de forma acientífica, simplemente promediando las previsiones de organismos privados, internacionales y buena parte de ideología. Las principales cifras se asientan en supuestos que en nada dependen de la economía española, como son el bajo precio del crudo, la depreciación del euro o la política monetaria del BCE. También hay elementos exógenos coyunturales como la desviación de turistas por los conflictos bélicos del Norte de África, que han generado un plus de contratación este verano en las costas españolas.

Si fuesen honestos, como hacen los británicos, presentarían los Presupuestos con escenarios y márgenes de confianza ante posibles cambios en estos factores, que a día de hoy, explican buena parte de la recuperación económica desde el hoyo donde nos encontrábamos tras la debacle económica iniciada en 2007. Pero para ello, la elaboración del Presupuesto debería estar en manos de profesionales independientes que no antepongan intereses electorales espurios, y revelen de forma rigurosa los riesgos inherentes a unos Presupuestos presentados con una algarabía y escenografía populista propia de una república bananera.

Las principales cifras del cuadro macroeconómico anticipan un crecimiento del 3% para 2016, sin tensiones en precios, ni salarios, basado principalmente en la demanda interna. El consumo privado es el principal bastión del avance del PIB, un 3,0%, con un tímido repunte de la inversión privada y escasa aportación del sector público. Todo eso para cuadrar un escenario fiscal con un déficit previsto del 2,8%, es decir una reducción de 15.000 mill€ de gasto público sobre el ejercicio 2015. Este cuadro fantasioso y difícilmente creíble a la luz de los acontecimientos financieros internacionales, nace con una miopía y un voluntarismo político, cuyo único objetivo es engañar a los electores menos formados que solo se informan por las cadenas televisivas del régimen, y que no son capaces de discernir la información de la propaganda. Si uno realiza un ejercicio sencillo de simulación sabe que los factores exógenos ya comentados, la aportación al PIB de dichas variables supera los 1,5 p,p, es decir cualquier elemento que distorsione y los cambie de tendencia, podría reducir el crecimiento del PIB en España a la mitad en 2016.

En este sentido, el ministro Montoro debería saber que hay prevista una subida de tipos en EEUU, lo que sin duda cambiará el escenario de tipos a largo plazo, hay en marcha un problema financiero muy serio en China y las economías latinoamericanas están sufriendo serios problemas de crecimiento a corto y medio plazo. Por otro lado, Canadá entrará en recesión, de nuevo, en septiembre, en lo que puede ser el comienzo de un triple dip, algo totalmente ausente de la filosofía del Presupuesto presentado. Es verdad que Europa siempre recibe los problemas económicos exógenos con cierto retardo, pero la honestidad y el rigor intelectual  le debería llevar a alertar de todos estos factores que pueden invalidar muy pronto estas cuentas claramente electorales y mal hechas.

Habría que recordar a todos los que vocean que España es el ejemplo a seguir y que es la economía que más crece, que todavía estamos a 58.000 mill€ de igualar el PIB que teníamos en 2007, objetivo dorado que ahora toda la corte mediática se afana en igualar, tras despotricar el mediocre Zapatero y que ahora parece que es el ejemplo a seguir, lo que ilustra el enorme déficit de líderes políticos, sociales y empresariales que sufre España y el mundo en general. Por tanto, lo único que estamos haciendo es intentar recuperar el estado estacionario que teníamos en 2007, un periodo económico para olvidar si lo que queremos es apostar por el crecimiento sano a medio y largo plazo.

Con estas premisas, el Presupuesto parte de unas premisas falsas y por tanto no logra encauzar, que no solucionar, los verdaderos problemas de nuestra economía, más allá de pasar el cepillo a los más afectados y dejarles unas monedas. España, como el resto de economías, adolece de un grave problema de inversión, que no de gasto, y de productividad. Como cualquier mal gobernante, Rajoy ha elegido la fórmula de siempre para presentar unas cifras ridículas y perniciosas de empleo, el turismo y la construcción, sobre la base de mayor endeudamiento privado y público. La inversión productiva se sitúa en el 18% del PIB, a la cola junto con Portugal, fruto, pero no solo, de la explosión de la burbuja inmobiliaria. Por tanto, sin mayor inversión productiva, cuya base es la industria, no habrá empleo de calidad, no habrá aumento de la productividad, ni por tanto salarios más elevados y por rende, una salida real de la depresión económica en la que está inmersa España.

Las señales que llegan desde el Presupuesto no son muy positivas. La inversión pública, verdadera palanca para la inversión privada, aunque espante a los economistas liberales, apenas repunta un 1%, aunque como siempre habrá que analizar la ejecución, que siempre empeora lo presupuestado. Otro elemento que dice mucho de la alergia inversora de este Gobierno es la inversión en I+D, que eliminando la parte militar, crece sobre el papel un 2,2%, quedándose en 2.511 mill€, la parte no financiera, todavía por debajo de las cifras de 2006, aunque se reconoce que la ejecución es realmente pobre. En 2013, el 43% del total de fondos presupuestados no se gastó, algo que toda la Comunidad Científica lleva denunciando sin éxito todos estos años.

Si el Estado no invierte, especialmente en estas dos facetas, obra pública e I+D, el sector privado lo hará en menor cuantía. Las empresas españolas, en parte por la debilidad crediticia, pero también porque han preferido satisfacer las apetencias de accionistas y bonistas, han dejado de invertir a largo plazo, centrándose en inversiones a corto plazo, especialmente en operaciones netamente financieras, que además son desgravables.

Con todo, la mayor ola propagandística proviene del supuesto gasto social que cada vez ocupa más proporción del Presupuesto. Hay que decir que este gasto es completamente  inercial y no responde a ninguna voluntad política. El 39% del gasto es gasto comprometido en pensiones. La pregunta es si este Gobierno podría reducir o aumentar dicha partida, la respuesta es no. La otra gran partida es el desempleo que supone el 7%, de nuevo un elemento que es un derecho adquirido que sólo se puede modificar, y este Gobierno lo ha hecho, reduciendo la prestación o endureciendo el acceso. Por tanto, el 46% del Presupuesto denominado social ya está comprometido y no deviene ningún mérito el cumplirlo.  En otras partidas, sí que hay ideología y darwinismo social, por ejemplo, es en el apartado de dependencia. Hay presupuestados poco más de 1.100 mill€, lo que difícilmente alcanzará para cubrir las necesidades de los 445.000 nuevos usuarios, cuyo presupuesto debería elevarse hasta los 3.100 mill€, pero claro hay que pagar primero la deuda pública y también las de las sociedades públicas como el FROB, antes de cumplir con esta parte tan vulnerable.

La cultura, la educación, en la parte que queda en manos del Ministerio, o la Sanidad, también se deja notar la animadversión hacia estos colectivos que han sido los más activos contra las políticas de recortes en los últimos años, y que no tienen visos de revertir mientras estén en el Gobierno las huestes del PP.

Por la parte de ingresos también hay un voluntarismo propio de contables aficionados que todavía creen en la curva de Laffer. Los menores ingresos por IRPF, tras la rebaja parcial del rejón a los trabajadores y clases medias que infringió Montoro nada más llegar, no se podrán compensar con la reducción de deducciones en sociedades, ni tampoco por el IVA. Los sistemáticos errores de previsión en ingresos tampoco son incorporados como riesgo al Presupuesto, lo que sin duda va a poner en riesgo el cumplimiento del déficit y por supuesto el de deuda.

En suma, los riesgos asociados a este presupuesto son muy elevados, especialmente los ligados al cuadro macroeconómico, pero deberíamos fijarnos en la Seguridad Social como bomba de relojería. Ya ni siquiera volver al número de ocupados de 2007 garantizaría la solvencia financiera, ya que los ingresos por cuotas son cada vez menores, el empleo de larga duración es un drama sin solución y la educación, sanidad y cultura siguen cifras propias de un país muy deprimido. Pero lo verdaderamente pernicioso es la ausencia de un plan de inversión a largo plazo que recupere el empleo de verdad y no la suma de contratos de horas y días, que tanto alegran a los economistas de la corte y que perpetúan el darwinismo social imperante en España con los nuevos pobres.

(*) Alejandro Inurrieta es economista y director de Inurrieta Consultoría Integral.

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