Por una Europa federal

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Fernando Álvarez-Uría *

Álvarez_UríaSe aproxima el día D de las elecciones catalanas y, desde una perspectiva política de izquierdas, se echa en falta el análisis de los efectos reaccionarios que se derivarían para un proyecto político europeo, de carácter progresista, del triunfo de los partidarios de la secesión. Tras Cataluña vendría el Véneto, el País Vasco, Baviera, la Liga del Norte, de nuevo Escocia…, y con los nuevos mini-estados el auge de los patriotismos, es decir, una Europa fragmentada e ingobernable.

Dos economistas franceses, Michel Aglietta y Thomas Brand, publicaron en el año 2013 en francés un libro titulado 'Un New Deal para Europa' en el que intentaban reflexionar sobre los desequilibrios y los problemas que acosan a la Unión Europea y que la han conducido a un aparente callejón sin salida. El punto de partida de su análisis era el Tratado de Maastricht, firmado en diciembre de 1991, por el que se creaba la moneda única.

Como es bien sabido, uno de los principales objetivos de la creación del euro fue no sólo generar un gran mercado común, sino también integrar definitivamente a la gran Alemania en un proyecto político europeo. Tras la caída del muro la reunificación alemana resultaba así perfectamente compatible con evitar en el futuro una nueva balkanización de Europa, como la que había sido provocada por la exacerbación de los nacionalismos. La propuesta de una Europa federal no era nueva. Aglietta y Brand nos recuerdan las palabras pronunciadas por Jean Monnet, uno de los padres del proyecto europeo, en una reunión celebrada el 5 de agosto de 1943: «No habrá paz en Europa si los Estados se reconstruyen sobre la base de la soberanía nacional [...] Los países de Europa son demasiado pequeños para asegurar a sus pueblos la prosperidad y los avances sociales indispensables. Los Estados de Europa han de formar una federación [...]»

A pesar de las expectativas despertadas por los impulsos europeístas protagonizados entre otros por Jean Monnet, Pierre Werner, Jacques Delors, y otros,  en Europa no se han asumido hasta hoy las consecuencias que implicó acordar una moneda común para un conjunto de países. Esto hace del euro una moneda incompleta, pues la apuesta por el euro implica la promesa de una nueva soberanía que no se ha cumplido. Y es que para regular un espacio económico no basta el libre juego del mercado, se precisa una coordinación política que vaya más allá de la mera concertación entre los gobiernos. La cuestión de fondo es, por tanto, la de hacer del euro una moneda completa, una moneda que permita superar la actual contradicción en la que hasta ahora viene funcionando. El euro es algo más que la moneda única, es un espacio simbólico compartido por los ciudadanos que implica la promesa de una nueva soberanía política, es decir, de una Europa federal.

La actual fragmentación del sistema financiero europeo es un signo de desagregación de la zona euro que conducirá a la destrucción del euro si no se hace nada por detenerla. En estos últimos años se ha producido una dislocación europea de las deudas soberanas. Solo el Banco Central Europeo puede detener la fragmentación de las finanzas europeas. La ruptura de la zona euro supondría un coste político gigantesco alimentado por deudas irrecuperables de los Estados y de los bancos centrales de los países acreedores sobre los países deudores. Los litigios financieros envenenarían las relaciones entre los Estados durante mucho tiempo y la carrera de devaluaciones competitivas llevaría a Europa a un retroceso de mas de cuarenta años.

Los autores explican cómo y por qué el sur de Europa se desindustrializó y cómo el norte, y más concretamente Alemania, se reindustrializó. La formación de la moneda única, escriben, reforzó la especialización industrial, y esta desindustrializó a una gran parte de Europa. Europa se dividió así en dos mitades. También en sus análisis anticipan la crisis griega que proponen resolver mediante la creación de eurobonos, es decir, mediante la mutualización de la deuda. Abogan por tanto por adoptar una estrategia a la vez razonable y ambiciosa, que únicamente será viable si los cuatro países que tienen más peso económico, Alemania, Francia, Italia y España, comparten a largo plazo una misma perspectiva política. La propuesta de un nuevo New Deal para Europa en el marco de una Europa federal pasa por un proyecto económico de crecimiento durable, por la renovación del modelo social europeo, por la búsqueda de la igualdad mediante la redistribución del trabajo y de la riqueza, por la protección del patrimonio cultural, por la lucha contra la corrupción y la eliminación de los paraísos fiscales, por la agro-ecología y la solidaridad internacional.

Europa hunde sus raíces en la vieja aspiración de los llamados socialistas utópicos que en el siglo XIX abogaban por una federación universal de ciudadanos libres, iguales, integrados en la gran república humana. El soñador societario Henri de Saint-Simon, en un escrito de 1814 titulado Memoria sobre la reorganización de la sociedad europea, un texto subtitulado Sobre la necesidad y sobre los medios de unir los pueblos de Europa en un solo cuerpo político, soñaba ya, al igual que Lamartine y Victor Hugo, con la formación de una comunidad europea de naciones basada en el trabajo para todos, en la asociación, y la cooperación. La idea de Europa no es por tanto hija del liberalismo, ni de los antagonismos políticos entre las clases, o entre las naciones, sino de la aspiración a una sociedad de iguales basada en la cooperación, la democracia directa y la paz.

La reciente crisis griega es percibida por numerosos analistas sociales como el réquiem de la idea de Europa, el comienzo del fin del gran proyecto europeo, pero las propuesta de Aglietta y Brand de avanzar hacia la unión política, hacia una comunidad democrática que, como propugnaba también Jürgen Habermas, vaya más allá de los Estado-nación, es una propuesta razonable que el presidente francés, el socialista François Hollande, parece ahora dispuesto a retomar y a impulsar. También el ministro italiano de economía, Pier Carlo Padoan, acaba de defender que hay que avanzar en línea recta hacia la unión política europea. En todo caso ha llegado la hora de que la socialdemocracia europea actúe, se movilice, proponga frente al capitalismo de casino, la centralidad de la solidaridad en una eurozona con autonomía y capacidad política de decisión.  El modelo social europeo, basado en el Estado social, puede y debe hacerse transnacional. Se puede y se debe avanzar hacia un proceso constituyente en el que las euro-regiones encuentren pleno acomodo por encima de las fronteras nacionales. En fin, ha llegado la hora de poner freno a los caballos desbocados de los mercados autorregulados para supeditarlos a los intereses colectivos. La izquierda debe recuperar el internacionalismo y la redistribución solidaria de la riqueza como las señas de identidad a las que no puede renunciar. En un mundo globalizado que ha perdido el rumbo, el sueño de que al fin una Europa social y política pueda hacerse realidad, más allá de los sentimientos primarios de los patriotismos nacionalistas, debería ser una buena noticia, un rayo de luz en la oscuridad que inspire una fundada confianza en el porvenir. Los electores tienen la palabra y también una gran capacidad de decisión con sus votos.

(*) Fernando Álvarez-Uría es catedrático de Sociología en la UCM.
3 Comments
  1. EUDO says

    Pero, ¿que federalismo nos quieren proponer…? Un Federalismo basado en las Comunidades de que se compone España o un Federalismo concedido desde los poderes de Madrid.

    Decía Pi y Margall que el Federalismo es la coronación de la democracia y de eso los vascos sabemos mucho.

    Uno de los grandes desconocidos en Euskal Herria es Diego de Gardoqui y Arequibar, primer embajador de España en los Estados Unidos de Norteamérica y amigo de los padres de la Constitución Americana Jefferson y Franklin y a los cuales influyó sin duda alguna con su conocimiento sobre el Fuero de Bizkaia.

    Hemos de tener en cuenta de que en aquel entonces Las Españas eran el imperio dominante y que los americanos nos copiaron hasta el símbolo del dólar que son las columnas de Hércules y sobre ellas, la “S” de la ceca de Sevilla.

    Los Estados Unidos de Norteamérica tienen una constitución con muy pocos artículos y cada uno de sus estados dispone, llamémoslo así, de una constitución propia y la capacidad de revisarla y modificarla a medida de las necesidades de los ciudadanos de cada estado, Incluso llama la atención la capacidad de dichos estados sobre la pena de muerte.

    La realidad es que los Estados Unidos de Norteamérica se rige por un sistema parecido al foral y ya, en las Cortes de Cádiz, se afirmaba de los fueros que son las constituciones de cada pueblo de Las Españas.

    Del discurso preliminar leído al efecto en las cortes de Cádiz“… La Constitución de Navarra, como viva y en ejercicio, no puede menos de llamar grandemente la atención del Congreso. (…)Aunque la lectura de los historiadores aragoneses, que tanto aventajan a los de Castilla, nada deja que desear al que quiera instruirse de la admirable Constitución de aquel reino. (…) causaron un olvido casi general de nuestra verdadera Constitución hasta el punto de mirar con ceño y desconfianza a las que se manifestaban adictos a las antiguas de Aragón y Castilla.”

    En este mismo discurso se reconoce asimismo la realidad de una nación plurinacional a la que se ataca frontalmente, en ese mismo discurso, al afirmar “Esta gran reforma bastará por sí sola a restablecer el respeto debido a las leyes y a los Tribunales, asegurará sobremanera la recta administración de justicia, y acabará de una vez con la monstruosa institución de diversos Estados dentro del mismo Estado, que tanto se opone a la unidad del sistema en la administración, a la energía del Gobierno, al buen orden y tranquilidad de la Monarquía.”

    ¿Qué mayor libertad? ¿Qué mayor independencia? que disponer de nuestra propia Constitución y del mismo mecanismo con el que, en otros tiempos, nuestros ayuntamientos proponían leyes desde las asambleas vecinales y que Las Juntas Generales los convertían en nuestras leyes, en nuestros fueros. Los Fueros no son la obra de legislador alguno sino, que son el resultado de unas leyes hechas desde la voluntad popular.

    Pero lo que es importantísimo en el modelo Federal es que ese federalismo se aplique en las comunidades de base, es decir en Municipios y Diputaciones. No vale un modelo político sea confederal o federal en que, esas instituciones, dependan de los dictados del gobierno federal. Ahí radica nuestra diferencia con los nacionalismos. Estos copian el modelo liberal de gobierno a una escala inferior y dominan desde el poder a las comunidades humanas básicas.

    La Constitución Española solo debe recoger el pacto de convivencia de los pueblos Ibéricos y la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

    Son las Comunidades o Estados Ibéricos los que ceden el poder al gobierno de la nación española o Las Españas y, no a la inversa, el gobierno español quien nos dota de soberanía. Por tanto todas las cesiones que se han hecho hasta ahora desde Madrid no son lícitas. La soberanía es muestra y la cedemos a la nación pasando por las comunidades humanas intermedias y no directamente al Gobierno de la Nación.

    Si el pacto entre todos los estados españoles se realiza desde la decisión de, que poderes cedemos desde nuestros estados al gobierno de la nación, es innecesario pensar en la creación de una Confederación ya que en la práctica no sería necesaria y solo piensan en ella los que pretenden implantar el mismo sistema burocrático que ahora esclaviza a nuestros ayuntamientos y diputaciones. Es decir un nacionalismo casero. Hasta Suiza se ha reconvertido al federalismo. No existe ya ningún Estado Confederal en el mundo.

    Cada vez es más claro. Vamos hacia una Patria Universal Humana (así la llamaba Unamuno) El como se haga esa Patria depende de todos.

    Esa Patria solo podrá ser bajo un sistema federal o no será. Un mundo cada vez más globalizado debe ser controlado de forma piramidal, de abajo a arriba, aboliendo el capitalismo e implantando la autogestión tanto política como económica.

    Se hará en el tiempo y por medio de la evolución. Yo no creo en revoluciones, todas han fracasado en manos de la burguesía y de los burócratas.

    Me decía un amigo catalán.”Debemos cambiar el modelo político de España ya que, solo juntos y dotando de libertades todos los pueblos ibéricos, podremos defender nuestra propia identidad política”. “Debemos ser más fuertes para defender nuestras libertades ante la Europa que nos llega”

    Esta fórmula democrática impedirá que, desde los poderes del Estado Federal se pacten con otros países, leyes y conciertos que atenten contra nuestros Estados Federados.

  2. Juanjo says

    Decía Pi y Margall que el Federalismo…

    En cambio Ortega y Gasset, que conocía muy bien el pensamiento de Pi Margall, sostenía, en sentido diferente, que el federalismo es un proceso positivo de unir pueblos previamente independientes; y añadía: «un Estado federal es un conjunto de pueblos que caminan hacia su unidad. Un Estado unitario que se federaliza es un organismo de pueblos que retrograda y camina a su dispersión»

    Cosa diferente es la autonomía (que no las Comunidades autónomas que nos machacan), en este sentido, para Ortega sería conveniente que los Estados descargaran «autonomía» en los entes políticos y administrativos previamente existentes: municipios, mancomunidades, etc.

  3. Juanjo says

    Los EE UU son un conjunto de EStados, previamente existentes, que jamás han cesado de ceder cuotas de poder en aras del Estado federal, de tal modo, que en l actualidad la mayor parte de ellos tienen menos capacidades que Andalucía, Navarra, el País Vasco, Cataluña y casi todas las demás.

    Y además van hacia los 300. millones de habitantes.

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