Argucias divertidas, efugios y otras trampas

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El abogado Manuel González Peeters, abogado de Diego Torres, en el centro, y de su esposa Ana María Tejeiro, llegando a los juzgados de Palma. /Efe
El abogado Manuel González Peeters, a la derecha, junto con sus clientes, Diego Torres y su esposa Ana María Tejeiro, llegando a los juzgados de Palma por el 'caso Nóos'. /Efe

Hay procesos emblemáticos, como el caso Nóos, en el que entre otros se juzga a la hermana del Rey y a su cuñado y en el que cada día los jueces se tienen que enfrentar a nuevos sobresaltos, argucias más o menos fundadas, efugios más o menos sólidos o triquiñuelas más o menos divertidas, pero que tienen que resolver. La última, la amenaza de uno de los abogados de la defensa Manuel González Peeters a un testigo esencial, Miguel Tejeiro, con demandarle si testifica por entender que revelaría datos de su cliente afectados por el secreto profesional, ya que Tejeiro tiene la condición de abogado, aunque curiosamente no estaba contratado como abogado sino como asesor fiscal. Un artificio muy ingenioso que ha puesto en un brete al tribunal del caso Nóos y que está destrozando el calendario del juicio.

Hay abogados que animan un proceso y hay otros que lo marcan, aunque la mayoría pasan por ellos sin pena ni gloria. Recuerdo a uno que, muy mayor y sobrepasado por las circunstancias, fue interrumpido por el tribunal de la Audiencia Nacional, cuando tras hablar del Real Madrid o del locutor José María García, decía: "Cuando regrese el rey moro a recoger el ceñidor de la sultana..." Y cuando el presidente le rogó que se ciñera a las atenuantes no se arredró, elogió la observación del magistrado y volvió, a su bola, a hablar del ceñidor de la sultana y otros temas ajenos al proceso durante otra hora. Sin duda, esto anima.

Pero González Peeters es de los que lo animan y, además, los marcan. Podemos suponer que gracias a él y a su estrategia de defensa los españoles hemos conocido una serie de correos electrónicos entre su cliente, Diego Torres, y otras personas, pero sobre todo otros, que sin mayor relación con el proceso han dejado en ridículo a Iñaki Urdangarin (el famoso del "duque em-Palma-do"), han desvelado que este era infiel o han tratado de implicar en la causa a la Casa Real. Es una vieja estrategia conocida como "poner el ventilador", para que la basura salpique a todo el mundo y tus clientes pasen más desapercibidos. Porque lo que está claro es que Diego Torres no quería ser el testaferro que cargara toda la culpa.

Y sin duda ha animado el proceso, porque esas revelaciones sobre el comportamiento de los Duques de Palma de Mallorca, especialmente de Urdangarin, han influido en que Felipe VI les haya retirado el título honorífico y ha marcado gran parte del desarrollo del proceso, aunque algunos correos no hayan sido admitidos durante la instrucción. González Peeters se ha paseado por el borde de la legalidad pero dejando claro que no era un convidado de piedra y que para cualquier actuación o pacto había que contar con él. Por cierto, ¿alguien recuerda alguna actuación de Mario Pascual Vives, abogado de Urdangarin?

Ahora, Peeters se ha sacado de la manga otra ingeniosa triquiñuela para eliminar el testimonio de un testigo clave, como es Miguel Tejeiro, cuñado de su cliente y asesor fiscal del Instituto Nóos. Durante todo el juicio, Torres y Urdangarin han descargado su responsabilidad en Tejeiro, señalando que él era el que hacía y deshacía sobre la contabilidad y por tanto responsable de los delitos fiscales que ellos hayan podido cometer. Una estrategia deficiente, puesto que los responsables ante Hacienda no son los asesores, sino los contribuyentes.

Tejeiro, además, ha estado acusado hasta el inicio del juicio por la abogada de Manos Limpias, Virginia López Negrete, que solicitaba nada menos que 11 años de prisión para él. Pero, retirada la acusación, Tejeiro como testigo tiene la obligación de decir la verdad y, de paso, defenderse de los ataques de Torres y Urdangarin. Las defensas se temían un pacto de Tejeiro con la acusación, pero nada de eso se ha demostrado.

Miguel Tejeiro /Efe
Miguel Tejeiro. /Efe

Sin embargo, González Peeters también tenía un efugio para eso: alegar que Tejeiro tiene la condición de abogado y que por ello, según él, está obligado por el secreto profesional a guardar la confidencialidad en lo que se refiere a sus clientes. Hábil argucia que ha tenido deliberando cuatro horas al tribunal y ha retrasado hasta el martes el testimonio de Tejeiro, que ya había dicho que Torres y Urdangarin eran los que le ordenaban lo que había que hacer y que se llevaban el dinero de Nóos a sus sociedades. Él había aconsejado que la empresa tributase por el régimen general, pero los socios querían que se hiciera por el de fundaciones sin ánimo de lucro, mucho más beneficioso para ellos.

Mientras tanto, Tejeiro está asustado pensando que Peeters puede demandarle con éxito y es remiso a contestar.

No obstante, aunque muy ingeniosa, se trata de una triquiñuela procesal. No puede proteger a un cliente el secreto profesional de un abogado si no ha sido contratado como tal, sino como asesor fiscal. De modo que Tejeiro puede declarar con total libertad, que ninguna denuncia o demanda por violación del secreto profesional prosperará en este caso.

Hay que agradecer a González Peeters que amenice e incluso marque el proceso del caso Nóos. Muy probablemente su intervención no conseguirá que a Diego Torres le caigan menos años de condena, pero hay que reconocer que mientras tanto se lo habrán pasado genial.

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