La cita climática de Katowice, la saga del grado y medio y el coche eléctrico

  • Con el lanzamiento del plan de reconversión de la industria del automóvil, en el que se le pide que se oriente cuanto antes hacia el coche eléctrico, la ministra Rivera se ha encontrado con la resistencia de un sector poco dispuesto al intervencionismo

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La cita de Katowice sobre el clima ha acabado con la indolencia, cuando no la mala voluntad, que una y otra vez la mayor parte de los líderes mundiales demuestra en estas conferencias, auspiciadas por Naciones Unidas y desarrolladas en el marco de la Convención sobre el Clima de 1992. La Conferencia de Katowice hace el número 24 (y se denomina COP24), desde que se iniciaran en 1995 en Berlín, suscitando en la opinión mundial un grado más de irritación ante el repetido y –fatalmente– esperado fracaso. La ausencia de medidas concretas, contundentes y globales para frenar el calentamiento del planeta sigue siendo la tónica, y el clima continúa golpeándonos y amenazándonos.

Y prácticamente nada se ha avanzado sobre las previsiones del Acuerdo de París, obtenido tan fácil como hipócritamente en la COP21 (2015). Peor todavía: de poco ha servido, aparentemente, que los datos, alarmantes pero científicamente soportados, que contiene el informe sobre las implicaciones de una elevación de temperatura global de 1,5ºC, que fue solicitado por los asistentes a la conferencia de París y elaborado por los expertos del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) y que ahora se han hecho públicos, marquen fechas y cifras apremiantes y rotundas, señalando en poco más de un decenio el plazo decisivo para actuar con decisión y eficacia.

Ya destacamos en su día, “Todos contra el cambio (climático) pero sin el cambio (socioeconómico)”, en cuartopoder.es, que el abandono del Protocolo de Kyoto por la negativa de las potencias contaminantes a cumplirlo, y su sustitución por el Acuerdo de París, rebajado a un mero compromiso de “hacer lo que se pudiera” por el clima, era un retroceso inaceptable cuando, precisamente, ya no cabían dudas sobre el desbocamiento del clima y el ascenso de las temperaturas medias. Poner en manos de la buena voluntad de los países (que es lo que, en esencia hace el Acuerdo de París) es de un voluntarismo suicida, y por eso no entendíamos que, incuso en las filas ecologistas, se hubiera sentido un cierto optimismo.

Sin duda, los dignatarios norteamericano y chino, Obama y Jimping, quisieron enfatizar con su presencia un interés en el problema climático, pero en realidad los compromisos de estas dos potencias, que conjuntamente son responsables del 40% de las emisiones globales de gas carbónico, destacaban por su endeblez y falta de verdadero compromiso: Estados Unidos se comprometía a reducir un 26/28% sus emisiones para 2025 y China anunciaba que impediría el crecimiento de las emisiones a partir de 2030…

A diferencia de estas dos potencias, la Unión Europea (UE) se muestra mucho más concienciada y responsable ante este problema, y se ciñe bastante a sus previsiones, que en la reunión de París era reducir sus emisiones un 80/95% en 2050 (todas esas cifras se refieren al nivel real constatado de las emisiones de 1990 como año de referencia).

Naturalmente, hay que hacer observar, acerca de la UE, que, si bien reduce emisiones, como conjunto geográfico y económico, en su propio y directo territorio, induce sin embargo un incremento global de las mismas debido a su inmensa voracidad económica, de consumo insaciable que afecta a todo el planeta y que, además, está previsto que siga aumentando.

En España, donde siguen aumentando las emisiones de gases de efecto invernadero sin que sea posible hasta el momento ponerles freno, pero cuyo nuevo Gobierno parece decidido a destacarse en esta preocupación (también en el foro de Katowice) se ha lanzado recientemente el primer plan, ciertamente ambicioso, de reducción de emisiones lo que, aun siendo motivo de aprobación, debe de matizarse a la luz de lo que verdaderamente supone una Transición Ecológica (como reza el nuevo Ministerio).

Con el lanzamiento del plan de reconversión de la industria del automóvil, en el que se le pide que se oriente cuanto antes hacia el coche eléctrico, la ministra Rivera se ha encontrado, inmediatamente, con la resistencia de un sector poco dispuesto al intervencionismo del Estado (y muy acostumbrado, por cierto, a la sostenida humillación de la importante masa obrera ahí ocupada, que viene cediendo ante el chantaje del desempleo, desde hace decenios). Desde aquí hemos subrayado –“El nuevo Gobierno, a por la transición ecológica (nada menos)”, en cuartopoder.es – la diferencia entre transición ecológica, ciertamente ambiciosa, y transición climática, concreta e insuficiente para despejar el futuro y sus dramas anunciados; y es a esta segunda opción a la que pertenece el cambio –drástico, ciertamente– con el que ha agitado a la industria automovilística.

La reflexión ineludible sobre el asunto del coche eléctrico es de aplicación general y empieza por (1) tener en cuenta que el problema real (es decir, el ecológico-ambiental, y no sólo el químico-climático) no es el motor, es decir, el combustible, sino el automóvil y la sociedad que ha impuesto desde su aparición e invasión; (2) por ello, más importante y eficaz que la transformación de la industria del automóvil es la reestructuración del sistema de transporte; (3) lo anterior sólo puede conseguirse dando prioridad al transporte público, en personas y mercancías, pero sobre todo reduciendo la necesidad de transporte; (4) esto implica un modelo económico radicalmente distinto en el que, por ejemplo, una parte importante de la población vuelva al medio rural y el comercio internacional se reduzca considerablemente; (5) todo lo cual es imposible en un régimen de economía libre de mercado.

A esto –a la necesidad de proceder a “cambios de gran alcance y sin precedentes”– debe referirse, aun sin atreverse a expresarlo claramente, el informe aludido, que describe los problemas que se presentarán si el planeta supera el 1,5ºC de temperatura media, y que pueden resumirse en una mayor violencia de los fenómenos climatológicos (inundaciones, sequías y olas de calor, en particular), con millones de fallecimientos como consecuencia directa e indirecta de esos desastres; que el Ártico se deshiele totalmente en verano y que los corales desaparezcan en su mayor parte, parecen anuncios de escasa influencia en la mayoría de la población, pero son indicadores de transformaciones de envergadura en el planeta que, sea por sí solas, sea por encadenamiento, generarán episodios y situaciones que ahora es imposible prever y definir, pero que serán trágicos.

Para evitar este escenario, el informe señala que hay que reducir las emisiones de gases de efecto invernadero un 45% de aquí a 2030, logrando, veinte años más tarde, la “neutralidad del carbono”, es decir, que lo que se emita sea directa y fácilmente absorbido por los ecosistemas existentes. Pero esa reducción global no la anuncian ni los datos disponibles ni las realidades en presencia. Y es que nadie, o al menos los Estados poderosos y más contaminantes, se muestra dispuesto a los necesarios “cambios de gran alcance y sin precedentes”. Todo lo contrario, una y otra vez, y en estas mismas conferencias del clima, hay que oír que las medidas contra el cambio climático “no deberán reducir el nivel de vida o de consumo”, ya que la consigna general es que ambos procesos –desarrollo y medidas anticontaminación–han de ser compatibles (lo que es una imposibilidad física, económica y ética).

1 Comment
  1. ninja45 says

    Las tres mayores compañias eléctricas con operaciones en España, que son Iberdrola, Endesa
    y Gas Natural Fenosa, obtuvieron un beneficio conjunto de 5.463 millones de euros en el
    2016, un 9% mas que en el año anterior. La cifra de ingresos de las tres compañías ascendió
    a 71.378 millones de euros, un 8,1% menos que la registrada en 2015. Por su parte, el
    beneficio bruto de explotación se situó 16.210 millones de euros, con un incremento del
    3,2% con respecto al ejercicio anterior. En 2016 la potencia eólica instalada en España
    aumento en 38 MW, hasta situarse en un total de 23.026 MW. Según los datos publicados por
    la Asociación Eólica Española, estas cifras demuestran que «continúa la parálisis en la que
    se encuentra sumido el mercado desde que entró en vigor la reforma energética». En los
    últimos tres años, solo se han instalado 65 MW eólicos, frente a los 2.334 MW del trienio
    anterior, lo que ha obligado a los fabricantes de aerogeneradores y componentes presentes
    en España a exportar practicamente el 100% de lo manufacturado aquí, situación que complica
    su permanencia en España. En 2016 Iberdrola continuó como primera empresa propietaria de
    parques eólicos, con 5.576 MW y una cuota de mercado del 24,2%, por delante de Acciona, que
    tiene 4.267 MW, el 18,5%. Gracias a que politicos corruptos, malvendieron nuestras
    compañias energeticas a multinacionales extranjeras la factura eléctrica no ha parado de
    subir y es una de las mas caras de Europa. Y los politicos que las vendieron todos han
    salido impunes y no solo eso, sino que estan cobrando un pastón en sus Consejos de
    Administración, mientras las energias alternativas se encuentran en punto muerto.
    Si me pegan, me divorcio. Som República !!*!!

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