El Marianato (2011-2018): en todo final hay un principio

  • Los números de los destrozos infligidos al pacto social y a la mayoría de la gente común por las políticas económicas del PP son incontestables
  • La ausencia de responsabilidades de Gobierno le va a permitir al PP retornar a la crispación y disputarle así las posiciones ideológicas más duras a Ciudadanos

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Un comienzo inesperado, pero previsible

Corría el año 2004 y había elecciones generales en esa primavera, en concreto, el 14 de marzo. El por aquel entonces superministro y vicepresidente del Gobierno de José María Aznar, Mariano Rajoy, se las prometía muy felices tras haber sido designado su sucesor. El Partido Popular había ganado las dos anteriores citas electorales y, a pesar de la nefasta Guerra de Iraq y la catástrofe del Prestige, eran los tiempos del “España va bien” y los sondeos seguían siendo favorables. Sin embargo, algo iba a cambiarlo todo: los atentados del 11M. La mentira como reacción instintiva gubernamental y la indignación ciudadana acabaron por llevar a José Luis Rodríguez Zapatero a la Moncloa.

En aquellos duros momentos para los populares, en los que las expectativas se vieron, de pronto, frustradas y cuando se intensificaron las críticas internas y no se oteaba un horizonte claro, se pudo ver al político de raza que era Rajoy: un conservador de la escuela de Cánovas, ferviente creyente del turnismo y consciente de la importancia de la paciencia como virtud política. Lo decisivo era manejar los tiempos y los suyos eran geológicos.

Después de una legislatura y media del Gobierno socialista, caracterizado por un particular atrevimiento en el ámbito de los derechos civiles y las libertades públicas – Ley de Igualdad, Matrimonio Homosexual, Memoria histórica – y un equilibrismo pretendidamente virtuoso y dialogante en cuestiones económicas y vinculadas a la construcción del Estado de bienestar, Zapatero decidió suicidarse políticamente en dos actos ante una encrucijada europea marcada por la crisis económica y la subsiguiente crisis de deuda. El primero tuvo lugar el 10 de mayo de 2010, cuando las presiones de los mercados financieros y las recetas de la ortodoxia neoliberal le llevaron a anunciar un Plan de Choque – reducción del salario del funcionariado, congelación de las pensiones, recortes ingentes en el Estado social, etc. – para acelerar los Planes de Austeridad con el objetivo de ajustar el déficit fiscal. Además anunció las tres reformas estructurales planteadas y exigidas por la Troika: la del mercado de trabajo, la “revisión” del Pacto de Toledo y la reestructuración de las Cajas de Ahorro. El segundo acto, particularmente simbólico, se produjo el 29 de agosto del siguiente año con la reforma constitucional pactada con el PP, que modificó el artículo 135 para blindar los intereses de los acreedores, estableciendo el pago de la deuda pública como prioridad absoluta del Estado frente a cualquier otro gasto. Así daba comienzo el Marianato. Rajoy ganó las elecciones generales a finales de ese mismo año, pero su tiempo ya había comenzado con anterioridad.

Un pulso moral y material a la sociedad española

Por fin había llegado al poder y comenzaba su reinado alejado de los delirios de grandeza global de Aznar, cumpliendo a rajatabla los compromisos europeos y el Diktat alemán y frente al 15-M y la movilización creciente de la sociedad civil. Con presteza y eficacia para los intereses de los financieros, los especuladores y los gobiernos neoliberales, y con indolencia con los de abajo dobló el pulso material a la sociedad española, que el PSOE ya había iniciado. Tanto es así que, a los diez días de ser investido, constituyó un nuevo gabinete que reforzó la continuidad de las políticas de ajuste y de reducción del déficit público. Durante el siguiente año su gobierno siguió implacable: una vuelta de tuerca a la contrarreforma laboral, nuevos recortes en educación y sanidad por valor de 10.000 millones de euros y una reestructuración bancaria que supondría una concentración del sector inaudita al mismo tiempo que un nuevo sacrificio para una población exhausta. Estas medidas de política-económica no hicieron sino profundizar la segunda recesión económica y convertir el Reino de España en un páramo laboral. Baste recordar un par de datos: una tasa de paro del 27,1% y un paro juvenil del 57,22%.

Más allá de la propaganda y los relatos autocomplacientes de estos días del propio Rajoy y de la órbita mediática de su partido, que insisten en un balance de gestión macroeconómico positivo con creación de empleo neta después de estos siete años en el poder, solo se puede comprender el significado político del Marianato como la instauración progresiva de una nueva normalidad tras la crisis económica, que ha consolidado los recortes del Estado del bienestar, la erosión de los contenidos sociales de la Constitución del 78 y una sociedad más desigual. Como ha demostrado recientemente Emilio de la Peña en CTXT, los números de los destrozos infligidos al pacto social y a la mayoría de la gente común por las políticas económicas del PP son incontestables y explican una parte del clima de la sociedad española – entre la apatía y la resignación o el abatimiento – durante este último período, particularmente, tras el infructuoso e inacabable 2016 y el bloqueo político permanente, del que Rajoy volvió a salir triunfante electoralmente ante las ingenuas perspectivas de un Unidos Podemos de nueva creación.

Otra parte de este clima tiene que ver con el pulso moral que Rajoy le echó a la sociedad española con el otro brazo prácticamente desde el comienzo de su reinado: la 'ley Mordaza' y su restricción de derechos civiles, el control de RTVE y la influencia creciente sobre otros medios de comunicación privados, la normalización de la corrupción en el partido y la extensión de estas prácticas a la institución o la politización de la justicia se volvieron elementos de nuestro paisaje. Parecía que España no podía ser mejor que el Partido Popular. Estábamos ante una suerte de maldición bíblica: la corrupción no pasaba factura al partido del Gobierno y la patrimonialización de las instituciones nos recordaban que éramos una anomalía en Europa. En realidad, no éramos tan diferentes a otros pueblos del Sur. No hubiera sido posible seguir el Diktat alemán y llevar a la práctica esa economía política de la desposesión de las mayorías, si no se hubiera generado ese clima de apatía, que dejaba herida la autoestima del pueblo e intacta la desconfianza hacia la política que puede transformar las cosas.

Además Rajoy y su gobierno tuvieron que hacer frente al Procés catalán, que siguió desde su comienzo congregando en las calles a millones de personas cada año durante cada 11-S desde su comienzo, organizando una sociedad civil independentista más densa y, al mismo tiempo, generando más tensión y división en el conjunto de Cataluña. Ante el movimiento democrático –construido en torno a la reivindicación del derecho de autodeterminación de Cataluña– más persistente y masivo que ha habido en Europa en las últimas décadas la respuesta del Partido Popular fue, de un lado, la judicialización del conflicto y, de otro, dejar pasar el tiempo, confiando en que el globo se deshinchase. Tras los acontecimientos del 1-O y la proclamación de una hipotética República catalana, se decidió por la inédita aplicación del artículo 155 de la Constitución para suspender la autonomía catalana. Toda la crispación que el PP había desatado contra el PSOE y la reforma del Estatut desde la oposición, se convertía ahora en un estado emocional defensivo de una buena parte de la sociedad española, que servía al constitucionalismo español de esa particular coartada denominada “sentido de estado” para penalizar el debate político en torno a la organización territorial del país y a una idea diferente de España.

La sentencia de la Gürtel y la infidelidad a uno mismo

La sentencia del caso Gürtel, destapado mediáticamente por el País ya en 2010 y que había incluso llevado a Rajoy a los juzgados, supuso un punto de inflexión en la legislatura, incluso para Albert Rivera, el socio más fiel del Gobierno, y abrió una ventana de oportunidad para el PSOE, que presentó una moción de censura y reunió con la inestimable colaboración activa de Unidos Podemos y, en particular, de Pablo Iglesias, apoyos parlamentarios diversos para echar al Partido Popular. La audacia de Sánchez, la astucia de Iglesias –en especial, con la presión al PNV bajo amenaza de una moción instrumental con Ciudadanos para convocar elecciones – y la soledad parlamentaria de Rajoy junto a su elección contra natura de acelerar los tiempos de la moción en un clima mediático de excepción acabaron con el primero de camino a la Moncloa y con el aún presidente en un infinita sobremesa de ocho horas.

Tras vivir, desde el Gobierno, la sucesión de la Corona española, ahora le toca a Rajoy afrontar su sucesión desde la oposición al recién conformado y celebrado Ejecutivo de Sánchez. De momento, su anuncio de renuncia a la Presidencia del partido y su paso a un lado marcan un nuevo tiempo en el PP, alejado de designaciones directas y mimetizado al espíritu de la época, que obliga a los partidos a una apariencia democrática. Es innegable que su paso a la oposición le complica objetivamente las cosas a los populares, pero hay varios elementos que juegan a su favor frente a los agoreros del derrumbamiento. Primero, el Partido Popular tiene un electorado muy fiel, cuenta con una organización fuertemente implementada en el territorio y una vasta red de poder local, aparte de las Comunidades Autónomas claves que aún controla (Madrid, Galicia, Castilla y León, Murcia). Segundo, la renovación en el liderazgo del partido puede suponer un punto de inflexión para dejar atrás la época de la corrupción. Y, por último, su ausencia de responsabilidades de Gobierno le va a permitir retornar a la crispación y disputarle así las posiciones ideológicas más duras a Ciudadanos, por ejemplo, en relación a la cuestión catalana.

El Marianato ha terminado y ello abre una nueva etapa tanto en la política española como en la derecha. Es pronto para saber qué le deparará ésta a unos y a otros, pero, de momento, el fin de Rajoy nos recuerda la importancia de la fidelidad a uno mismo y la importancia, pero también los límites, de las ilusiones de la política.

8 Comments
  1. ninja45 says

    La entrevista de Jordi Evole a Mariano Rajoy en «Salvados», de hace dos años, no tuvo desperdicio. Evole actuó como un cantante de protesta: tiene un repertorio y un público y mantuvo un nivel de discrepancia civilizada que no suele ser habitual en los circos dialécticos ferozmente caníbales de la televisión politica.
    Rajoy recordaba a un boxeador grogui. A diferencia de otros que se crecen en el cargo ha sufrido un fenómeno a la inversa, porque ha decrecido hasta convertirse en un liliputiense. No solo hubo lapsus imposibles, silencios incompresibles y balbuceos infantiles sino que llegó hasta el punto de dar respuestas que hubieran
    parecido un chiste si no se hubieran tocado temas tan serios. Fue el retrato descarnado de un hombre sin atributos, mas abducido que presente. Un presidente del Gobierno que asegura que «todo el mundo lo hace» cuando le preguntan sobre las obras de su sede pagadas sin IVA o considera que tener muchos trenes sin pasajeros es de «país grande» o que lo de la corrupción masiva de su partido no le afecta a él. Apaga y vámonos. Ya iva siendo hora de soltar amarras de esta pandilla de corruptos, prepotentes e incompetentes. Si me pegan, yo me divorcio.
    Visca Catalunya Lliure !!*!!

  2. juan says

    El artículo de Emilio de la Peña en CTXT es como todo lo que publica ese medio, muy «de parte», siempre con medias verdades que son la peor mentira. Ni he votado al PP (ni a Cs) ni los votaré, pero Rajoy tomó el país desplomándose en picado efecto de tener una economía ladrillera que se había evaporado (de 800.000 viviendas nuevas construidas por año y a equipar a menos de 50.000). El plan de devaluación interior ya había sido enviado por Zapatero a la UE junto con la modificación del 135. Rajoy consiguió que el rescate quedara en bancario y no «de estado» lo que hubiese conllevado dolorosos recortes de pensiones y sueldos públicos.

    El partido popular está podrido de corrupción, seguramente Mariano habrá cobrado en negro cometiendo dos delitos, cobrar sin declarar, y la incompatibilidad con cualquier otro ingreso cuando se es ministro, pero esa demonización de la figura de Rajoy que ni de lejos es «tan odiable» ni «tan odiosa» como la de Aznar ha sido un error que ha acabado con entregar una gobierno monocolor a una fuerza con solo el 22% de voto mientras que la del 21% se ha quedado de pagafantas. Lo que Rodrigo llama astucia de Iglesias yo lo llamo pagafantismo por mala conciencia y creo que hubo exceso de ingenuidad de los partidos catalanes.
    Se ha otorgado el gobierno a un ser amoral, sin ningún principio más que su ombligo, un cómplice en la aprobación del 135, en la aprobación de las cuentas de Bankia, y que usó a Podemos en su pulso con Susana, ese «no me dejaron pactar con Podemos» que le dijo a Évole se ha convertido en que realmente no quería, sigue pretendiendo que con solo un 22% de voto los suyos han de copar todo un gobierno siendo el resto mero pagafantado.

    Nos encontramos con un gobierno marketiniano (pero comandado desde el corazón de la troika con Nadia Calviño), aparentemente progre pero con Markaska (6 de los 9 casos de tortura no investigados en España con sentencia TEDH) de ministro del interior. Y un gobierno del PSOE de los EREs, y otros innumerables casos de corrupción blanqueándose y ganando voto útil para que nada cambie. Y también para que nada cambie Podemos convertida en la nueva IU.

    Pues bien, algunos después de esto hemos roto amarras, cancelado la inscripción en Podemos y volveremos a la abstención o al voto nulo. Todo antes que ver nada más antidemocrático que un tirano como Sánchez copando el poder con solo 5 millones de votos.

    1. expresidente m. rajoy says

      te faltan algunos detallitos… el que nos salvó fué el bce cuando comenzó a comprar deuda soberana, hasta ese momento esto seguía hundiéndose cada vez más, de hecho rajoy tuvo más paro y un interés que pagar más alto que la españa de zapatero… otra cosita que se te escapa es la creación de puestos de trabajo, en total rajoy apenas ha creado 500.000 empleos si contamos un empleo por cada 40 horas trabajadas semanalmente y además están muy mal pagados por lo que ahora tenemos pobres con y sin trabajo… otra cosa, la mejor manera de desenmascarar a este psoe para los que todavía no lo tengan claro es dándoles la responsabilidad de gobernar, ahora no tienen excusas ni valen palabras vanas puesto que todo lo que digan pueden llevarlo a cabo desde el poder…

      1. juan says

        no voy a defender la gestión de Rajoy, simplemente señalo de dónde veníamos (y hacia dónde vamos con la ministra Calviño). Para mi es antidemocrático un gobierno con representantes de solo 5 millones de personas, un gobierno con 10 millones con gente de Podemos, a lo mejor no la mitad, a lo mejor no hacía falta el CNI era necesario, y se le ha puesto la alfombra a un sátrapa por «higiene contra la corrupción» mientras tenemos a dos presidentes del PSOE en el banquillo.

    2. florentino del Amo Antolin says

      Poco tiempo llevas votando a Podemos… ¡ Vamos que la culpa es de este partido y no del : » Bipartidismo turnante » !. Ocho años tu, otros ocho nosotros. Cambiamos la Constitución, la prostituimos, lo hacen con nocturnidad y alevosia lo del 135… Y toda la culpa es de Podemos. Equiparas la regeneración, con la corrupción y no cuentas esos 2. 600.000 españolitos exiliados a la fuerza y sin poder votar la mayoria, para que traigan divisas… Pues la caja de las pensiones la vaciaron, para comprar deuda publica. Total 70.000.000 para los amigos privados y primos Riveras. ¡ El cinismo entre trabajadores, se llama esquirolismo !. Sanchez tiene más de 12 millones de votos, que se le volverán si entran en el Partidismo Bi. Seguro !.

      1. juan says

        Voté a Podemos (el que pretendía ser transversal) desde 2014. Sánchez no tiene 12 millones, tiene 5 y cheques en blanco de 7 millones muchos de los cuales, tanto en Podemos como en fuerzas nacionalistas ya se están arrepinciendo. Ahí están los hechos, un furibundo antinacionalista Borrell, el juez con más sentencias en contra en el TEDH por no investigar torturas, un ministro del lobby cultural defraudador fiscal con sentencia judicial…Respecto a comprar deuda pública con la hucha, pues gracias a eso subió vía intereses y consiguió bajarse los tipos de toda la deuda (ahorro para España). ZP abrió la puerta a invertir parte del fondo en acciones y no se hizo porque todos los partidos y sindicatos se pronunciaron en contra (en mi criterio también hubiese sido peligroso y además un posible favoritismo a las acciones que hubiesen podido subir por los paquetes comprados).

    3. Wendix says

      Sánchez ha llegado a la presidencia de gobierno con el apoyo de un millón de votos más y de diez diputados más de los que tuvo el tirano corruPPto Rajoy en su investidura.

      No se si para ti la figura del tirano corruPPto M. Rajoy es más o menos odiosa que la del führercito Aznar, además me da lo mismo, pero los datos son que cuando Rajoy llegó a la Moncloa la deuda del estado era de 600.000 millones de euros y nos la ha dejado en 1 billón de euros, la caja de la seguridad social era de 60.000 euros y la ha dejado vacía, un trabajador modesto ya no puede vivir de su trabajo mientras que el número de millonarios ha crecido obscenamente…

      Todo esto con un precio del petróleo ridículo, compra de bonos a mansalva por el BCE y récord tras récord en afluencia de turismo, y en esto la influencia del tirano fue nula…

      En lo que si influyó el tirano fue en la criminalización de la protesta obrera y en un ataque furibundo a la libertad de expresión más propio de una dictadura que de un país de la UE, junto con actuaciones propias de un estado fascista en las fronteras como en el caso de los asesinatos del Tarajal.

      Yo tampoco me creo que en tu vida hayas votado a Podemos.

      1. juan says

        me da igual lo que creas o no. El grueso legal de las reformas como la ley antiterrorista que por ejemplo permitió durante unas horas actuar contra una persona de los CDR por sentarse en una carretera se aprobó con votos de PP, PSOE y CiU. El número de millonarios con ZP (sobretodo ladrilleros) había crecido también obscenamente con el PSOE y el coste en salarios brutos anuales para adquirir una vivienda para «empezar una vida, una familia» pasó de 6 a 10 en algunos lugares porque las ministras Trujillo, Chacón y Corredor decidieron que no había que pinchar la burbuja.

        Ni el PSOE destrozó las cajas (algunos gestores del PP en ellas tuvieron mucho que ver, no solo los del PSOE) ni tampoco lo hizo bien nombrando un gobernador del BdE que se dedicaba a cosas que no eran su trabajo. Me permito cuestionar a todos y reconocer en todos lo que han podido hacer bien.

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