Bolsonaro: víctima del coronavirus

  • Para el presidente de Brasil, el confinamiento es incompatible con la economía y por tanto la actividad del país debería continuar como si tal cosa
  • La situación ha llegado a tal punto que incluso voces conocidísimas del liberalismo económico brasileño se alzan contra Bolsonaro y su ultraliberal ministro de Economía
  • Los presidentes de seis partidos progresistas y otros líderes de la centroizquierda brasileña han pedido su renuncia

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SAO PAULO (Brasil).- “El virus está sobreestimado”, “es una gripecilla”, “la gente está muriendo, pero yo no tengo nada a ver con eso”, “todo el mundo se va a morir un día”... Estas son sólo algunas de las barbaridades con las que Jair Bolsonaro, el presidente de Brasil, se refiere a la covid-19. Sin embargo, su brutalidad y su rechazo a las medidas de confinamiento, le está dejando a él aislado políticamente. Para el presidente, el confinamiento es incompatible con la economía y por tanto la actividad del país debería continuar como si tal cosa. La economía antes que la gente. La situación ha llegado a tal punto que incluso voces conocidísimas del liberalismo económico brasileño se alzan contra Bolsonaro y su ultraliberal Ministro de Economía, el Chicago Boy, Paulo Guedes. Incluso The Economist llegó a llamar al presidente de la octava economía del mundo de “BolsoNero”.

Las pocas medidas anunciadas hasta ahora por el gobierno brasileño caminan en la dirección de minimizar las pérdidas para las empresas y reducir los impactos de la crisis en estas, por ejemplo flexibilizando las regulaciones laborales durante el estado de calamidad pública, pero con pocas acciones visando el bien estar general de la población. La única legislación que hasta ahora se ha votado en el Congreso buscando proteger del impacto económico del confinamiento a una población con más de 40% de trabajadores informales, surgió de una propuesta de los partidos de la oposición, la renta mínima  de emergencia: 600 reales mensuales que el gobierno dará durante el periodo de pandemia a cada familia de bajos ingresos.

La insurrección de los gobernadores

Si la relación de Bolsonaro con el Congreso ya es tensa, un capítulo que impacta directamente en las condiciones de gobernabilidad y el futuro del mandatario brasileño y del país pasa por su complicada relación con los gobernadores de los estados de la Federación, gobernadores estos que, ante la inacción de Brasilia, tomaron la delantera decretando sus propias medidas de aislamiento. João Doria, el gobernador de São Paulo se ha erguido con el protagonismo de la insurrección de los gobernadores, recibiendo de Bolsonaro todo tipo de insultos públicos por imponer la cuarentena en el Estado de São Paulo. Doria, hombre fuerte del gran partido de la centro-derecha, PSDB, está aprovechando esta crisis para aumentar su popularidad y mejorar su posición respecto a las elecciones presidenciales de 2022 a las que se presentará como candidato. El coronavirus puede dejar muertos políticos pero también presidentes.

Incluso gobernadores que fueron seguidores fervorosos de Bolsonaro desde el inicio, hoy le dan la espalda, como Ronaldo Caiado, médico, importante líder del agronegocio y gobernador de Goiás (Región Centro Oeste, la más importante región de latifundios de Brasil) que llegó a decir: “No hay más diálogo con este hombre. Las cosas han llegado a su fin”,

Los militares

Entusiastas desde siempre de la candidatura Bolsonaro, los militares siguen siendo un importante pilar de sustentación de su Gobierno. Vale recordar que además de los ocho ministros militares de un total de 22 (un total de 36,36% contra 29,4% de la actual Venezuela, donde hace tiempos las Fuerzas Armadas abandonaron su neutralidad y se convirtieron en guardianas de la permanencia de Nicolás Maduro en el poder) y proporcionalmente con más presencia castrense que durante el periodo de la dictadura militar (1964-1985), hoy el Palacio do Planalto está “militarizado”, con todos los asesores directos del presidente provenientes de los cuarteles.

En una acción definida por muchos como una intervención indirecta, el recién nombrado ministro da Casa Civil, el general Braga Netto, ganó un inédito protagonismo en esta crisis, ocupando la función que, ante la inactividad de Bolsonaro, algunos informalmente denominan como “Jefe del Estado-Mayor del Planalto”. Algunos llegan a preguntarse quién gobierna realmente Brasil, si Bolsonaro, o los mandos militares. A estos no les interesa el asalto directo al poder como en el golpe militar 1964. Gozan de un elevado grado de autonomía una influencia enorme y sus programas estratégicos han sido mantenidos en un contexto de fuerte restricción presupuestaria. Así mismo, sus jubilaciones precoces y generosos sueldos se preservaron en la reforma de pensiones de 2019. Un Gobierno cada vez más débil y cada vez más militar.

Impeachment

En las últimas semanas y, como derivación de esta crisis, la ya complicada relación con los diputados ha aumentado en acidez. Durante los últimos días se protocolaron al menos diez pedidos de impeachment, que por ahora Rodrigo Maia, el presidente de la Cámara de Diputados, quien tiene la llave para la destitución, ha denegado, pero se guarda este as en la manga. Fuera del Congreso, a través de una carta publicada el 30 de marzo, la oposición unida por medio de tres ex candidatos presidenciales, los presidentes de seis partidos progresistas y otros líderes de la centroizquierda brasileña pedían la renuncia de Jair Bolsonaro, acusándolo de ser “incapaz” de enfrentar la crisis provocada por el COVID-19 y de enfrentar de forma “irresponsable” la pandemia: “¡Basta! Bolsonaro es más que un problema político, se volvió un problema de salud pública (...) Debería renunciar”, dice el texto firmado, entre otros, por los excandidatos Fernando Haddad y Ciro Gomes, que terminaron en segundo y tercer lugar la elección presidencial de octubre de 2018, además de los líderes de los partidos de los Trabajadores (PT), Socialista Brasileño (PSB), Democrático Laborista (PDT), Socialismo y Libertad (PSOL), Comunista del Brasil (PCdoB) y Comunista Brasileño (PCB).

Un posible impeachment divide el país. Según la encuesta más reciente, del grupo Datafolha, 45% de los brasileños quieren que se abra este juicio político, mientras que el 48% son contrarios a él. La situación de Bolsonaro frente a la opinión pública empeoró todavía más cuando su Ministro de Sanidad, Luiz Henrique Mandetta, salió del gobierno el 16 de abril, en plena crisis de la pandemia por defender medidas a favor del aislamiento social frente a la postura negacionista del presidente. La estocada final que recibió Bolsonaro fue el 24 de abril, con la salida de su popular Ministro de Justicia y Seguridad Pública, símbolo nacional de la cruzada contra la corrupción, ex juez de la Lava Jato y responsable por la prisión de Lula, Sergio Moro. Moro declaró que salía del Gobierno porque Bolsonaro estaría interfiriendo políticamente en el nombramiento del director de la Policía Federal a fin de parar las investigaciones que pesan sobre sus hijos. El presidente que llegó al poder blandiendo la bandera anticorrupción parece que ahora está lleno de fango.

Covid-19, corrupción, desbandada de ministros... Al final parece que quien va a acabar aislado es Bolsonaro.

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