Las claves de por qué Bolsonaro ha alcanzado su mayor popularidad con 120.000 muertos en Brasil

  • Analizamos tres tipos de público bolsonarista: los electores fieles, los críticos y los arrepentidos. ¿Cómo es posible esta paradoja?
  • Gran parte del público fiel bolsonarista continúa manteniendo su apoyo porque no reconoce otra alternativa política
  • En el plano institucional la posibilidad de un ‘impeachment’ que llegó a parecer plausible los meses anteriores, ahora se diluye

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SAO PAULO (Brasil).- Bolsonaro ha alcanzado la mayor popularidad de su mandato. Teniendo en cuenta el carácter del presidente brasileño este dato por sí solo ya resultaría escandaloso, pero el escándalo aumenta hasta la enésima potencia si tenemos en cuenta que Brasil acumula 120.000 muertos bajo la gestión de un Bolsonaro negacionista. Analizamos tres tipos de público bolsonarista: los electores fieles, los críticos y los arrepentidos. ¿Cómo es posible esta paradoja?

Los fieles y los arrepentidos

Para entender las razones por las que 57,8 millones de brasileños votaron por Bolsonaro, dividimos sus votantes en dos categorías: 1) votantes radicales, que hoy en día constituyen el 10%-15% de su base de apoyo, 2) los votantes moderados, la gran mayoría de su base electoral. Lo primeros, el núcleo duro bolsonarista, son fundamentalmente hombres blancos, de clase media-alta, del sur-sureste del país, entre 25 y 45 años, que tienen una total adhesión emocional y psicológica con Bolsonaro como proyecto no sólo político sino vital, lo que significa compartir su visión de mundo violenta, racista, LGBTfóbica y machista. Pero ¿por qué muchos de los más moderados aún continúan confiando en un presidente tan abyecto?

Bolsonaro representa una tendencia política anti sistémica y anti partidarista. Él sería el outsider, el único político honesto que, genuinamente, quiere luchar contra un sistema totalmente corrupto. A día de hoy, uno de los legados más problemáticos de la Operación Lava Jato es una intensa criminalización política que caló hondo fundamentalmente en las clases medias tradicionales brasileñas, que compartían la visión del entonces juez Sergio Moro como el héroe anticorrupción. Gran parte del público fiel bolsonarista continúa manteniendo su apoyo no porque confíe plenamente en Bolsonaro o porque esté totalmente satisfecho con su gestión, sino porque no reconoce otra alternativa política o electoral viable justamente por entender que el sistema en su conjunto es intrínsecamente corrupto. Bolsonaro todavía es visto por este público como honesto y auténtico.

Además de esta honestidad, los argumentos que los más fieles repiten cuando justifican su apoyo, son muy recurrentes: 1) en comparación con los 14 años de gobiernos petistas, Bolsonaro aún no ha tenido tiempo de gobernar, 2) el PT dejó el país destruido política, económica y socialmente por lo que recomponerlo no es una tarea fácil, 3) cuando Brasil empezó a encarrilarse, la pandemia llegó y todo se detuvo, 4) Bolsonaro hace todo lo posible por mejorar la situación del país pero la persecución continua que sufre por parte de la prensa, los políticos de oposición y el Tribunal Supremo (unos de los enemigos prioritarios de Bolsonaro) hacen con que este no consiga gobernar.

Sin embargo es entre la clase media y alta más lavajatista donde Bolsonaro perdió más adhesión. Esta población recibió como un duro golpe la dimisión del Ministro de Justicia y Seguridad Pública, Sergio Moro, el 24 de abril de 2020, acusando a Bolsonaro de interferencia política en el nombramiento del director de la Policía Federal a fin de proteger a sus hijos de las investigaciones llevadas a cabo sobre ellos. Los hijos de Bolsonaro son uno de sus mayores problemas. Varios procesos pesan sobre los tres que tienen representación política. Sobre Flávio Bolsonaro (senador por Río de Janeiro) pesan acusaciones de realizar transacciones financieras ilegales por valor de 1.2 millones de reales. Sobre Carlos Bolsonaro (concejal por Río de Janeiro) pesan dos acusaciones: la primera por nombramiento de cargos fantasma en su gabinete y la segunda, la más importante en este momento, por ser uno de los supuestos coordinadores de la campaña de noticias falsas a través de millones de mensajes ilegales durante el periodo electoral. La misma acusación de coordinar el esquema masivo de noticias falsas pesa sobre Eduardo Bolsonaro (diputado federal por São Paulo). Esta última investigación sobre fake news electorales es la que más preocupa en Brasilia ya que el Tribunal Supremo Electoral ha abierto un proceso de impugnación de la candidatura Bolsonaro-Mourão en base a esta investigación.

Además de la frustración por la salida de Moro y de su visión negativa de los hijos del presidente, los que votaron por Bolsonaro y ahora están decepcionados o arrepentidos presentan los siguientes argumentos: 1) Bolsonaro no cumple con el decoro que su función exige, es excesivamente violento, autoritario, histriónico en su forma de conducir el gobierno y con sus polémicas continuas causa gran inestabilidad, 2) la gestión de Bolsonaro del Coronavirus es irresponsable e inhumana, no se preocupa ni con los enfermos ni con los muertos.

Podemos decir que los dos factores principales para el debilitamiento de Bolsonaro eran la COVID-19 y las sospechas de corrupción que involucraban a sus hijos. Su comportamiento frente a la pandemia ha sido analizado los últimos meses por la mayoría de los brasileños como denotativo de falta de carácter y humanidad. En paralelo, el 18 de mayo de 2020, Fabricio Queiroz, ex asesor de Flavio Bolsonaro (primogénito del presidente) y sospechoso de ser su testaferro, fue arrestado después de pasar un año escondido en una casa propiedad del abogado de la familia Bolsonaro. Según Datafolha, el 64% de los brasileños cree que Bolsonaro conocía el paradero de Queiroz todo este tiempo.

En las últimas semanas, parece que Bolsonaro y sus asesores entendieron este mensaje de su base más desencantada y cambiaron su estrategia: han hecho desaparecer a sus hijos del espacio público y de las redes sociales y han “domesticado” a un Bolsonaro que está mucho más moderado que en sus inicios de presidencia. Consecuencia de este giro estratégico comportamental, su popularidad ha vuelto a crecer. Sobre los más de 110.000 muertos por la pandemia y las críticas a su gestión, Bolsonaro también tiene una estrategia clara, la culpa de estos números y de la crisis económica que se avecina no la tiene él, la tienen los gobernadores de los estados y los alcaldes que no siguieron sus recomendaciones de que la gente pudiera salir a trabajar, decretaron confinamientos que sólo algunos cumplieron y, de esta forma, no lograron atajar la pandemia y agravaron la crisis económica. Parece que esta reciente táctica también puede estar comenzando a funcionar.

En paralelo, la popularidad del Bolsonaro comienza a aumentar entre los más pobres, a causa, fundamentalmente, de una ayuda de emergencia de 600 reales mensuales que recibirán durante la pandemia y que es esencial para la supervivencia de millones de brasileños. Por otro lado Bolsonaro comienza a invertir políticamente en el Nordeste del Brasil, la región más empobrecida del país y feudo electoral histórico del PT. Sabe que si gana las clases populares con ayudas económicas el camino hacia la reelección se facilita mucho. Los datos impresionan: 65.3 millones de brasileños están recibiendo la ayuda, de ellos un tercio en la región Nordeste. El problema es que esta ayuda no puede ser para siempre, y el neoliberal Ministro de Economía Paulo Guedes ya está insistiendo en que ésta es incompatible con sus políticas de ajuste presupuestario y fiscal. Por otro lado Paulo Guedes es imprescindible para mantener el apoyo del empresariado y el capital nacional e internacional. ¿Serán capaces Guedes y Bolsonaro de llegar a un acuerdo para mantener alguna ayuda económica (aunque de valor menor a 600 reales) a lo largo del tiempo que garantice el apoyo de los más pobres pero también continuar con los planes privatistas y reformas (tributaria y administrativa serían las próximas) para mantener satisfechos a los dueños del dinero? Veremos

¿Impeachment?

Si la nueva estrategia bolsonarista basada en la combinación su propia moderación la ayuda de 600 reales y la culpa de alcaldes y gobernadores por la pandemia, continua funcionando, el ex capitán puede reforzarse como una alternativa viable para las próximas elecciones presidenciales que serán en 2022, no sólo entre los leales, sino también entre un buen número de partidarios críticos, que, parecen estar mejorando sus perspectivas y le votarían de nuevo, especialmente contra el PT. El antipetisismo sigue siendo bastante fuerte entre la población, sobre todo si se tiene en cuenta que gran parte de los que votaron a Bolsonaro en 2018 son antiguos petistas. Pero el problema no es sólo el PT, es la ausencia de un nombre fuerte que aglutine el campo de la derecha más moderada y la centro derecha y que consiga arrebatar votos a Bolsonaro. Diversos nombres se barajan: João Doria (gobernador de São Paulo), Sergio Moro, Luciano Huck (un conocidísimo presentador de televisión), pero de momento nada está definido.

En el plano institucional la posibilidad de un impeachment que llegó a parecer plausible los meses anteriores, ahora se diluye. Bolsonaro cuenta con el apoyo de amplios sectores de las Fuerzas Armadas. Es el gobierno más militarizado de la historia brasileña, con 11 ministros militares y casi 3000 cargos gubernamentales ocupados por militares. Las Fuerzas Armadas se han beneficiado enormemente de su presencia en el gobierno con una buena reforma de las pensiones aprobada al mismo tiempo en que se aprobaba una reforma antipopular y regresiva de las pensiones para los civiles y con un aumento del presupuesto militar en un momento de restricciones en otras áreas. Bolsonaro también está negociando su estabilidad con el poderoso presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, que tiene en su poder nada más y nada menos que 47 pedidos de impeachment diferentes y con un grupo de partidos políticos llamado "Centrão", que reúne a unos 200 diputados (de 513 en total) que no tienen una identidad ideológica específica y por tanto se venden al mejor postor, vinculados a prácticas clientelistas y corruptas, pero que tienen el poder de equilibrar la gobernabilidad del país.

Son 120.000 muertos. ¿Llegará un número que le haga daño real a Bolsonaro o los cadáveres no cuentan?

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