‘Café Society’: octogenario, romántico e inagotable

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Cartel de la última película de Woody Allen, 'Cafe Society'. /eOne Films Spain
Cartel de la última película de Woody Allen, 'Cafe Society'. /eOne Films Spain

Podrá gustar o no, pero Woody Allen es, nos pongamos como nos pongamos, el realizador más libre y productivo que ha tenido el cine norteamericano. Detrás de esa imagen de hombre humilde, tímido e hipocondríaco se esconde un tipo que ha logrado el hito de estrenar una película al año. Y la que le ha dado la gana. Sus productores no dicen ni "mú" con tal de no salirse del (bajo) presupuesto establecido. En este caso, Amazon (compañía para la que también ha grabado una serie de seis episodios) le ha dado la oportunidad de trabajar con un presupuesto de 25 millones de dólares, un lujazo para Allen. Y hablando de sus productores: Café Society es la primera película, desde 1975, que Allen rueda sin su querido amigo, productor y manager Jack Rollins, muerto el año pasado a los 100 años de edad.

El rodaje de Café Society empezó con muy mal pie. Uno de sus protagonistas iba a ser Bruce Willis, pero la estrella, incapaz de recordar sus líneas, fue despedida por Woody Allen y sustituido por Steve Carell. No es nuevo: Allen despidió a Michael Keaton de La rosa púrpura del Cairo y a Christopher Walken de Septiembre. Por cierto: para el papel de Vonnie, otra estrella, Kristen Stewart, tuvo que someterse a una audición que gustó a Allen. El director ha confesado no haber visto ni una película de Crepúsculo. De la que se ha librado.

Café Society es otra comedia romántica de Allen, esta vez ambientada en los años 30 y estructurada como si de una novela se tratase, una novela narrada por el propio director. Sus personajes forman parte de una familia judía y la película transcurre en Hollywood y en Nueva York. Sus protagonistas son Phil Stern, un agente de estrellas del cine; Ben, un mafioso que lleva un club nocturno; el joven Bobby y Vonnie, secretaria y amante de Phil.

Visualmente el film es mucho menos holgazán que otros del director. Una película al año no da, precisamente, resultados estéticamente abrumadores. Allen disfruta mucho más escribiendo en su vieja máquina de escribir que rodando. Pero esta vez ha vuelto a contar con un grande de la fotografía (ya lo hizo con Gordon Willis, Carlo Di Palma o Vilmos Zsigmond): el legendario Vittorio Storaro, que le ha dado al universo Allen mayor enjundia visual. Por consejo del italiano, es la primera vez que el director no rueda en fotograma (han rodado con una cámara Sony Cinealta F65) y ha llevado la transición estupendamente. Y sólo con ver las escenas de las fiestas y toda su elegancia compruebas que la decisión estética ha sido acertada.

¿Y el resultado? Pues no les voy a hacer el chiste del café (he leído, se lo juro por mis muertos, titulares del tipo “café cortado” o “descafeinado, con leche desnatada y con sacarina”), pero es un aceptable Allen, quizás de ritmo algo errático, pero con clase, tierno, divertido. Su reparto, eso si, es desequilibrado: Eisenberg y Carell están estupendos pero la sosita Stewart sigue demostrando sus limitaciones.

En un siglo tan frío y desangelado como éste, el octogenario Allen sigue empeñado en volver a su cine romántico, unas veces con un ameno cine fantástico (Midnight in Paris) y otras con una fórmula agotada o equivocada (Magia a la luz de la luna o A Roma con amor).

De toda la vida, Allen ha sido un pesimista (“La vida es una comedia escrita por un sádico”), pero también, supongo que para compensar, un romántico empedernido, como Eisenberg en esta película, un film triste, algo tontorrón y nostálgico, un poco al estilo de Días de radio, en la que también hacía de narrador de la historia.

Lo mejor de Café Society es su desenlace, que recuerda un poco (aunque ya le gustaría llegar hoy a esas cimas) a Hannah y sus hermanas. En fin: una película afable, honesta, bien rodada, liviana y olvidable. Pero no importa. Woody sigue vivo y aunque se ha quedado medio sordo, su cerebro sigue en perfecto estado. Lo ha dicho él mismo: “Tengo 80, me siento joven, como bien, hago ejercicio. Es una suerte, mis padres vivieron mucho, es algo genético. Un día me levantaré por la mañana, me dará un ictus y seré uno de esos tipos en silla de ruedas y en el geriátrico dirán: “Ese es Woody Allen, el que hacía películas tan malas”. Pero hasta que eso suceda, seguiré haciendo películas”.

Que así sea, Woody.

aurumprod (youtube.com)
1 Comment
  1. Galatea says

    Me alegra mucho que siga haciendo películas. Es una leyenda viva, se mantiene en forma y nos da todos los años una pelí que, podrá ser mejor o peor pero ahí tenemos otra de sus piezas para desmenuzar, analizar y disfrutar que eso es el cine. Ojalá Kubrick hubiera podido llegar a esas edad y habernos regalado un film más. Voy a verla en cuanto pueda. Muy buena crítica. Un abrazo.

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