Goyas salomónicos y de grandes perdedores en una academia con nuevos aires

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Llama la atención que por primera vez en mucho tiempo no ha sido una película de Amenábar candidata la que ha arrasado con todos los premios principales, atrás quedan los catorce Goyas inmerecidos de Mar adentro en 2005 o los ocho de Los otros en 2002. Este año los académicos han tirado por la calle de en medio y han repartido sus gustos entre la profesionalidad de Ágora, que se ha llevado siete premios, todos técnicos excepto el de guión original, y la sensibilidad de Celda 211, que ha recogido ocho, todos artísticos excepto el de sonido.

Los premios de Ágora eran claramente una apuesta por la producción y la taquilla. Sus 50 millones de presupuesto, la segunda película más cara de la historia tras Planet 51, que se ha llevado este mismo año el Goya a la mejor película de animación, son un reconocimiento al cine de masas bien hecho. Otra cosa es comprobar como la mayoría de los premiados ni siquiera sabían hablar español porque eran extranjeros. Quizá sea interesante analizar el tejido industrial que crean estas superproducciones españolas con empresas foráneas.

Los de Celda 211 han sido el reconocimiento al tesón y al esfuerzo, a la conjunción de voluntades en un proyecto por encargo de producción que ha logrado extraer lo mejor de cada miembro del equipo, desde el ex crítico Monzón como director, a los actores protagonistas y secundarios y a Guerricaechevarría como coguionista de una historia poderosa creada en la imaginación del novelista Pérez Gandul. Era nuestra apuesta y estamos encantados de sus conquistas.

Este año ha habido buena cosecha en el cine español y ha habido grandes perdedores tanto en los premios finales como en la ausencia de nominaciones, entre los que queremos destacar After, una película muy interesante de Alberto Rodríguez que ha pasado inadvertida con las únicas nominaciones de su protagonista femenina como actriz revelación, sus guionistas y su fotografía pero que contaba también con excelente dirección y tres actores entregados. También Gordos, una propuesta atrevida que estando nominada a siete Goyas sólo ha ganado el del mejor actor revelación, Raúl Arévalo, y Pagafantas, una comedia entretenida que se ha ido de vacío, lo mismo que El cónsul de Sodoma, la polémica película sobre la vida de Gil de Biezma.

La honesta y emotiva interpretación de Lola Dueñas en Yo también ha dejado sin Goya a tres grandes actrices: Penélope Cruz (Los abrazos rotos), Maribel Verdú (Tetro) y Rachel Weisz (Ágora); mientras que el personaje de Malamadre le ha servido a Luis Tosar para conseguir su segundo Goya como protagonista, el tercero ya, para el que estaban también nominados unos soberbios Jordi Mollá (El cónsul de Sodoma), Ricardo Darín (El secreto de tus ojos) y Antonio de la Torre (Gordos).

No entendemos demasiado el Goya al guión de Ágora, pero ya sabemos que Amenábar y su amigo Mateo Gil son muy queridos en la academia, al contrario que Almodóvar, que se ha ido de vacío, como los guionistas de After y Gordos.

En cuanto a la película europea, las cuatro eran buenas candidatas, pero cualquiera de las perdedoras tiene la mitad de presupuesto que la ganadora y "oscarizada" Slumdog Millionaire. La clase es una atrevido pseudocumental sobre el sistema educativo francés, Bienvenidos al norte, una comedia divertida y Déjame entrar un drama de terror interesantísimo. De las hispanoamericanas nuestra apuesta era La teta asustada pero era difícil que ganase a la favorita firmada por Campanella, El secreto de sus ojos.

El Goya a la dirección novel para la jovencísima Mar Coll por Tres días con la familia nos los tomamos como un reconocimiento a la Escuela de Cine de Cataluña; nos conformamos con el antes mencionado de Raúl Arévalo como mejor actor de reparto por Gordos, aunque preferíamos a Resines y Carlos Bardem en Celda 211; pero no estamos nada de acuerdo con el de actriz de reparto para Marta Etura en esa misma película, pues sus apenas cinco minutos de intervención en un papel tan cómodo de interpretar no eran para tanto.

Nos parece correcto el premio de actor revelación a Alberto Ammann, a pesar de sus lagunas interpretativas, pero al margen de la calidad de su actuación en El secreto de sus ojos parece una tomadura de pelo que a Soledad Villamil, que lleva en esto del cine más de una década, le den un premio a la mejor actriz revelación, dejando in albis a Blanca Romero, Nausicaa Bonnin y Leticia Herrero, merecedoras las tres debutantes del galardón por After, Tres días con la familia y Gordos, respectivamente.

Era bastante probable que Trueba se fuera de rositas de unos premios a los que estaba nominado a mejor película y director, amén de Darín como actor secundario, por El baile de la Victoria , no se sabe muy bien por qué, cómo tampoco por qué desbancó injustamente a Gordos, Los abrazos rotos o Mapa de los sonidos de Tokio en la candidatura española a los Oscar. Así nos ha ido. Puede que aún quede cierta dinámica rancia en la academia o que el peso de los miembros procedentes de especialidades de producción sea mayor que el de los que pertenecen a disciplinas artísticas, habría también que analizarlo algún día.

La gala de entrega de premios de este año ha sido ágil y entretenida, con sentido del humor, emoción y alegría contenida, sin grandes aspavientos, como corresponde a los tiempos que vive el cine español y nuestra economía. La ausencia de publicidad le ha sentado muy bien a la televisión pública y los realizadores y guionistas han salido airosos de la responsabilidad de retransmitir durante tres horas sin interrupciones. Para ello han contado con la inestimable colaboración del showman Buenafuente, que ha lucido con donaire sus orígenes interpretativos y ha contado en el clímax con la siempre genial Rosa María Sardá, y han recurrido en las pausas ceremoniales a la inserción de frases célebres de grandes personajes del cine español y a un agudo resumen por espacios temáticos de Toni Garrido. El sabor amargo lo dejaron los trabajadores del RTVE, que protestaban en calle a la misma hora por la externalización de servicios de la cadena pública.

El glamour lo pusieron Penélope y Bardem, que dejaron ver su amor a toda España el día de San Valentín, y la sensatez el presidente Alex de la Iglesia, que supo ganarse a Almodóvar para que entregase el premio a la mejor película, leyó un discurso comedido en el que proponía humildad, profesionalidad e industria en un año excelente para el cine español y tuvo la sensibilidad de llevar a su casa el Goya de Honor a Antonio Mercero, enfermo de Alzheimer, y mostrarnos después imágenes de la entrega domiciliaria montadas con mucho respeto.

Enlace a la página especial de los XXIV premios Goya que ha habilitado la Academia de Cine Española:

http://premiosgoya.academiadecine.com/24/ganadores/

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