Se nos fue el abuelo

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A estas alturas se habrá dicho y escrito todo sobre Delibes, a secas, no hace falta poner Miguel delante, como les sucede a los grandes. Con la justificación moral de que en sus inicios como periodista en el Norte de Castilla fue crítico de cine, desde este rincón de la cultura no queremos dejar de recordarle, aunque sólo sea por las adaptaciones cinematográficas de sus novelas.

El cine supo ver enseguida en la obra del novelista castellano posibilidades de adaptación, pero salvo excepciones las películas no han tenido demasiado éxito en la taquilla, quizá porque sus libros sí lo tuvieron en las librerías. En algunas de las películas colaboró en el guión y fue Ana Mariscal, más conocida por su faceta de actriz, quien dirigió la primera versión cinematográfica de una obra suya, El camino (1963).

Antonio Giménez-Rico, gran admirador de Delibes, a lo largo de su carrera ha llevado tres novelas del escritor vallisoletano al cine con desigual fortuna: Mi idolatrado hijo Sisí, con el título de Retrato de familia (1976), quizá la mejor de las tres, El disputado voto del Señor Cayo (1986), con un acertado Juan Luis Galiardo, y Las ratas (1998).

Antonio Mercero adaptó El príncipe destronado en La guerra de papá (1977), de la que pasaría al imaginario colectivo de toda una generación el protagonista, el niño de rizos dorados y ojos gigantes, Lolo Rico. Años más tarde dirigió El tesoro (1988), de tránsito fugaz y sin brillo en nuestras carteleras.

Francesc Betriú estrenó en 1997 La pareja perfecta, basada en Diario de un jubilado, con Antonio Resines y José Sazatornil, en una de sus últimas películas como protagonista, que tampoco tuvo demasiada gloria a pesar de que el guión lo firmó Azcona.

Sin duda la mejor, en uno de los pocos casos en que la película está a la altura de una buena novela, es la adaptación que hizo Mario Camus de Los santos inocentes (1984), con guión de Antonio Larreta, Manolo Matji y el propio Camus, un retrato desgarrador de la España desigual y decadente del franquismo de cortijo y cacería que le sirvió a sus inolvidables protagonistas, Paco Rabal y Alfredo Landa, para ganar ex aequo el premio a la interpretación en Cannes.

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Incluso Javier Alcoriza, un guionista eficaz y prolífico y colaborador de Buñuel en su etapa mejicana (El gran calavera, Los olvidados y El ángel exterminador), al final de su vida llevó al cine la primera novela de Delibes, La sombra del ciprés es alargada (1998). De momento la última adaptación, a la espera de que los titulares de los derechos cinematográficos de El hereje produzcan la película.

Aunque también procede de Delibes, por lo menos el germen que dio origen a la idea, Función de noche (1981), un extraño experimento de Josefina Molina -quien había llevado a la televisión El camino cuatro años antes- cuyo argumento se mezclaba con la realidad: la protagonista, Lola Herrera, por aquel entonces interpretaba Cinco Horas con Mario en el teatro Marquina y en el filme dialogaba con el que fue su marido en la vida real, Daniel Dicenta, sobre su vida pasada y el fracaso de su matrimonio.

Quienes crecimos con sus novelas estaremos siempre agradecidos a este gran periodista y escritor, cazador y naturalista -términos casi contradictorios que en él encontraron buen acomodo- porque nos descubrió el verbo y nos contó la naturaleza.

El camino, Las ratas, La hoja roja, La sombra del ciprés es alargada, Diario de un cazador, Cinco horas con Mario, Los santos inocentes… serán siempre parte de nuestra estructura sensible, y él, en el caso de algunos, el abuelo que nunca tuvimos y que en la adolescencia nos llevaba en cada libro de paseo por el campo para enseñarnos sus secretos y descubrirnos una España que no conocíamos.

Se murió el escritor hace unos años, herido por la muerte de su esposa (Señora de rojo sobre fondo gris), y ahora se ha muerto el hombre, pero permanecerán vivos para siempre las palabras que nos enseñó y los personajes que creó.

Pedro, Roque el moñigo, Daniel el mochuelo, el tío ratero, Carmen, Paco el bajo, Azarías… son ya parte de nosotros, como lo es Miguel, ahora sin el apellido, que acaba de emprender el camino para estar definitivamente con Ana, con Ángeles.

Descanse en paz.


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