Dentro de un mes, el 15 de julio, la plataforma de alojamiento de libros electrónicos en español, Libranda, sale al ruedo con 2.000 títulos. Los tiempos cambian y parece que andar manoseando papel y tinta, con todo el polvo que acumulan en las estanterías de casa está demodé: se impone ese artilugio con pantallita donde leer las obras maestras de la literatura. Bueno, quizá no tan maestras, en principio, ya que se anuncian nombres que comparten la “más rabiosa actualidad” como Larson, Ruiz Zafón, Navarro, Pérez Reverte, King… y quizás no estemos ante monstruos sagrados de la literatura; pero acaso con la práctica, esta plataforma ofrezca también a Homero, Woolf y Dante, que ganan mucho menos dinero pero están coronados para la eternidad. Todo se andará. Paciencia.
Una de las ventajas que tenía el libro electrónico es que iba a ser más barato, algo que no parece claro. Según informaciones fidedignas, la cosa quedaría en un 30 % menos que el precio habitual, pero tomando el ejemplar regular no el de bolsillo. Eso deja un precio todavía alto, considerando que la UE obliga a aplicar un 18 por ciento de IVA a las cosas electrónicas, sean libros o pornocaca.
Lo que está muy bien es el debate suscitado, al que merece la pena asomarse ya que aclara las cosas mucho mejor si cabe que las explicaciones de la directora general de Libranda, Arantza Larrauri.
En una carta al director de El Mundo, Rafael Porta López de Arcaute, un lector, asegura que mantener el precio de los libros electrónicos al 70 por ciento de los de papel causa risa y servirá para potenciar la piratería. Igual lleva razón.
En El País, José María Guelbenzu se muestra muy partidario porque dice que Libranda “será una fórmula buena e interesante para que las editoriales recuperen muchos de sus fondos y los pongan en circulación”. Esto me gusta.
¿Y los libreros?
Chus Visor teme la debacle: “Es el principio del fin”, se ha lamentado a El Cultural. Su colega librero y editor de poesía, Jesús Munárriz, prefiere esconder la cabeza en plan avestruz y seguir haciendo lo que ha estado haciendo hasta ahora, editar y vender poesía. Hay quien se huele que nadie va a molestarse en visitar una librería si puede mirar los libros en la dichosa pantallita. Y otros, que no hay nada que temer con tal de que las librerías se apunten al aggiornamento de sus páginas web que serán tan importantes como las librerías físicas.
En buena charla con colegas, dice Jaume Vallcorba (Acantilado) que quien escucha música sólo en iPod pierde un 60 % de calidad de sonido, para defender el uso de los reproductores tradicionales de música.Jorge Herralde (Anagrama) cavila que a lo peor los que toda su vida se hayan conformado con un 40 % no van a echar de menos lo que se pierden. “No sabemos qué pasará con los nativos digitales”, añade el editor.
Creo que todavía pasará tiempo antes de que la escena sea irreconocible. Para el año 2015 solamente el 3 o el 5 por ciento de las ventas de libros serán electrónicas, según cuentan.
Y me da el pálpito de que aún habrá más de uno que gaste la suela de sus zapatos en las librerías de barrio y en las grandes, que pierda horas mirando los títulos sobre las mesas, preguntando al librero, hojeando los libros y escogiendo uno o dos, según vaya el bolsillo y los precios, para llevárselos a casa y, haciendo caso de los consejos imperiosos de Italo Calvino, en Se una notte d’inverno un viaggiatore, se arrellane en su sillón preferido, en silencio, la televisión apagada, el PC cerrado, abra ese libro y se deje perder en sus páginas, consumiendo así horas y horas, encandilado en una buena lectura. Y la comida, sin hacer.
Yo lo que creo es que habría que encontrar la manera de forzar a la industria editorial a usar parte de los beneficios que sin duda le reportará el libro electrónico -que por ejemplo facilita mucho la penetración en mercados internacionales- para publicar cosas menos comerciales en papel. Algo así como un impuesto cultural revolucionario (pero de buen rollo)
Me pierdo en sus páginas horas y horas, y la comida sin hacer, también con «la pantallita», sin problema y sin parar mientes en si leo en papel o en pantalla, ya lo experimentarás por ti misma. Ahora bien, el precio que ponen no me gusta nada.
Pero, Piluca, leer en pantalla deja los ojos más chiquititos de lo que ya son. Y, puestos a llevar un libro en la maleta… bueno, en ese caso, sí que me parece interesante, la verdad.
Yo creo que los que leen en España literatura, que somos una minoría, lo seguiremos haciendo en libro. Algunos de los que «consumen» libros y superventas, también consumirán pantallitas, por lo menos al principio. Y desde luego no creo que aumenten los lectores.
Yo sólo pido a las editoriales que no retiren los libros de bolsillo.
Saludos
Francamente, no me atrae la idea, pero en mi situación, vivo en EE.UU. será práctico. Ahora cuando compro un libro desde aquí, me cobran, en España, más por el correo que por el objeto mismo…y tengo que esperar. Será increíble el día que lo tenga al alcance en segundos. Nos acostumbraremos, como lo hemos hecho con el correo electrónico.
Muy buen artículo!