Semillas del tiempo en corazones de látex

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El japonés Hirokazu Koreeda es el heredero artístico de Antonioni, Angelopoulus o Tarkovsky, y no exageramos demasiado. Tiene el don de la sensibilidad y sus películas cuestionan desde las cosas más sencillas las grandes inquietudes del hombre. Buena prueba de ello son La distancia, Nadie sabe y la reciente y maravillosa Still Walking.

Ahora vuele a deslumbrarnos con Air Doll, una bellísima historia sobre una muñeca hinchable que cobra vida. Por el día sale de paseo a descubrir el mundo y por la noche vuelve a casa a dar satisfacción a su dueño, que la utiliza como objeto sexual y afectivo.

Interpretada de manera magistral por la coreana Bae Doona, Nozomi, que así se llama la muñeca, descubre el mundo y, como un niño, necesita saber qué pasa y quién es, qué siente, qué quiere y el porqué de todas las cosas. Ríe, sufre, vive… Y, en cierta manera, como los replicantes último modelo de Blade Runner, se cuestiona el sentido de la vida y también sueña con ovejas eléctricas, en este caso con poder apagar las velas de una tarta de cumpleaños con su propio aliento rodeada de sus amigos.

A través de la mirada de Nozomi Koreeda se acerca de manera sutil a conceptos metafísicos sobre los que llevamos años preguntándonos todos sin hallar respuesta: la soledad, la muerte, el amor, la dependencia, la vejez… Y lo hace con una belleza inalcanzable y removiéndonos emociones profundísimas con hechos tan cotidianos como la caricia en la frente a un anciano solitario, la mirada compasiva a unos niños en un parque, el alivio de la ducha limpiadora de un acto de amor impuesto, el abrazo acogedor del ser amado, el enigmático y bello sonido de una botella de vidrio o el vuelo cadencioso de unas semillas empujadas por el último suspiro, metáfora excelsa de la metempsicosis de Nozomi en las personas que ha conocido.

Todos necesitamos a los demás. Y como las flores necesitan del viento o las abejas para fecundarse, el hombre necesita del hombre para realizarse. La soledad sobrecogedora de esta muñeca frágil que se enamora de un amor imposible, que toma conciencia de sí y que se pregunta tantas cosas es el espejo de la soledad dolorosísima que todos hemos sentido en algún momento, y su efímero viaje vital, en el que depende del aliento de los demás, es el paradigma de nuestra esencia incompleta.

A diferencia de la comedia Lars y una chica de verdad y de la espléndida Tamaño natural, del maestro Berlanga, aquí la protagonista es la muñeca, y los personajes humanos están en función de ella. Son el contrapunto de su inocencia y los testigos y maestros de su paso por la vida. Koreeda le muestra y nos muestra las dos caras de sus vidas, la pública y la privada, la aparente y la oculta, las contradicciones más o menos lejanas entre las que discurre toda existencia: amor-deslealtad, trabajo-rutina, compañía-soledad, comunicación-aislamiento, fuerza-fragilidad…

La narrativa de Koreeda se basa en la sutileza, en los planos cuidados, en la estudiada composición de las escenas, en los movimientos de cámara imperceptibles, en el apoyo medido de la música, en los silencios justos, en el sentido del ritmo, en la interpretación comedida… El suyo es cine esencial, cine de verdad, cine universal, ese que los efectos especiales, la animación, el 3D y todas las parafernalias de moda quieren desterrar porque es tan difícil de hacer.

Que nadie se acerque a esta película esperando ver una historia plana y evidente. Se aburrirá. Quien lo haga habrá de dejar sus sentimientos libres y esperar que las emociones vayan surgiendo desde el estómago. Habrá gente que se quede en la superficie y bostece como una oveja, pero quien consiga entrar en esta maravillosa historia sobre la vida, el amor y la muerte disfrutará como nunca y cuando la recuerde su corazón le abrirá profundas vías de reflexión.

1 Comment
  1. Multivac says

    Amigo Perplejo,
    Reconozco que una pelicula así, y visto el argumento de la misma, no me habría interesado por verla, sin embargo, tus comentarios, han hecho que tenga curiosidad, por tu recomendación. Logicamente, no me acercaré a ver «una historia plana y evidente»

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