La decisión del Tribunal de la Haya de avalar la independencia de la región serbia de Kosovo, que contradice su propia resolución 1244 de junio de 1999, es la mala noticia que se puede esperar de una institución creada por los países que hicieron la guerra en la ex Yugoslavia para defender sus intereses. Trata así de dar un sesgo legal a la sinrazón para que la opinión pública internacional se trague el kilo de sapos con gusto. O la tonelada de culebras que supone creer –como afirma la sentencia- que la independencia de Kosovo se ha logrado pacíficamente.
Es, por tanto, una mala noticia para la Justicia que viene a completar la mentira tercamente repetida por una prensa internacional que no se ha tomado la molestia de contrariar la corriente dominante conducida magistralmente por Estados Unidos, Francia, Alemania y Gran Bretaña. Resumiendo: Milosevic es un monstruo, los albaneses, bosnios, etc., han sido masacrados por los serbios que son otros monstruos, y hay que acabar con todo eso. Detrás, intereses estratégicos y comerciales multimillonarios y la vieja aspiración expansionista de la Gran Albania, devotamente proamericana.
Nadie que no quiera engañarse creerá a estas alturas que se trató de una guerra de buenos y malos nítidamente divididos en los bandos ganador y perdedor (¡cómo suena de familiar esto!), pero la información intencionadamente confusa, plagada de mentiras aprendidas hasta convertirse en verdades universales ha hecho un mal ya irreparable.
La intervención de la OTAN en la ex Yugoslavia ha causado muertos entre los malos y los buenos porque las bombas no saben discriminar todavía. Desde el principio, 1991, EEUU tuvo más interés en demonizar a Milosevic que en condenar el terror de los albaneses del UÇK a los que armaron hasta llegar a enfrentarse, siete años después, a las fuerzas serbias militarmente. Como dice Ricardo Angosto en Kosovo, la herida abierta de los Balcanes (Ikonos Press, 2006), nadie habla de los miles de civiles serbios asesinados, nadie se acuerda de cómo “la OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa) mintió y manipuló sus informes con el fin de justificar la intervención de la OTAN contra Yugoslavia”, otra pieza clave de la estrategia norteamericana.
Se sabe que la Administración Clinton obstaculizó premeditadamente la misión de la OSCE en Yugoslavia para precipitar la intervención de la OTAN, ayudar a los terroristas del UÇK y acabar con Milosevic. Los asesinatos del UÇK, hoy Partido Democrático de Kosovo (PDK), nunca fueron condenados por nadie. Al fin lograron lo que querían, una país para desarrollar sin cuidado su economía de sucios y oscuros negocios con las numerosas mafias de la región.
Angosto, que a lo largo de su libro da la impresión de ir cayendo en la cuenta de la gran mentira, concluye tajante que “Kosovo es uno de los mayores latrocinios de la historia del siglo XX”.
Una de las únicas voces que han clamado en el desierto mediático a favor de mirar mejor antes de emitir una opinión ha sido la del escritor austríaco Peter Handke. Tuve la suerte de hablar con él sobre Kosovo después de una visita que realicé a la región en diciembre de 2008. Desde el principio, Handke ha publicado incansable a pesar de las calumnias recibidas, sus escritos sobre esta guerra (Despedida del soñador del noveno país, 1991; Un viaje de invierno a los ríos Danubio, Save, Morava y Drina o Justicia para Serbia, 1995 y Apéndice de verano a un viaje de invierno, 1996).
Ahora también puede leerse en español Preguntando entre lágrimas, apuntes sobre Yugoslavia bajo las bombas y en torno al Tribunal de La Haya, que ha publicado la Universidad Diego Portales, de Chile, ante la negativa de las editoriales españolas a hacerlo; todo un síntoma. Me gustaría ocuparme más detenidamente del libro en otra ocasión.
Como apunta su traductora y estudiosa, Cecilia Dreymüller, Handke aporta una mirada humana al conflicto, desprovista de tecnicismos, evitando las guerras de cifras y mentiras. “Y su retrato de Milosevic –el hombre que para él no es inocente, pero es, al menos, no culpable, hasta que haya veredicto- es el de un ser humano (recordándonos así una de las grandes lecciones de Hannah Arendt en su protocolo del juicio de Eichmann en Jerusalén)”.
Sin embargo, puede que sea cierto que el tiempo ordene el caos y aclare las cosas. El tiempo parece querer dar la razón al denostado Handke, de lo que me alegro sinceramente. Según la propia Dreymüller, cada vez son más las voces autorizadas que “condenan públicamente la actuación de la OTAN en Kosovo” y “van en aumento las pruebas de las manipulaciones informativas de los países implicados en los bombardeos de Yugoslavia”. Aunque luzcan poco estos datos en los medios, escondidos, cuando se publican, en rinconcitos que pasan desapercibidos.
En este contexto se produce una nueva injuria como es la de que Naciones Unidas apoye el asunto de Kosovo. Una región vital para los serbios, cuyo nombre completo, Kosovo Poljie, significa “campo de mirlos”. En albanés no significa nada; ellos terminan la palabra en a para albanesizarla.
Una bibliografía recomendable -aparte los libros de Handke, más difíciles, por así decir, más literarios-, para quien quiera enterarse bien: el mencionado de Ricardo Angosto, Kosovo, la herida abierta de los Balcanes (Ikonos Press, 2006); Carlos Cueto y Marién Durán, El conflicto de Kosovo, un escenario de colaboración de actores civiles y militares, (Biblioteca Nueva, 2006); Diana Johnstone, Fools’ Crusade (Monthly Review Press, 2002); Patrick Barriot y Eve Crépin, Nos témoignages sur la Serbie, (L’Age d’Homme, 2003); Savo B. Jovic, Ethnic Cleansing and Cultural Genocide on Kosovo and Metohija, (Belgrado, 2007).
Ismaíl Kadaré ha publicado su punto de vista, totalmente proalbanés, en Diario de Kosovo, (Siruela, 2007).
Es verdad. En los Balcanes ha habido y hay muchos intereses creados, mucha tergiversación y mucha demonización indiscriminada e interesada de los serbios, que sólo autores valientes como Peter Handke se atreven a matizar. Nadie habla por ejemplo de los crímenes de guerra intangibles cometidos por los croatas, cuando desenterraron los símbolos ustachas (pertenecientes a los aliados de los nazis, a los cuales llegaron a veces a superar en horror, creando campos de concentración sólo para niños) que desataron el terror entre la población civil serbia y explican muchas cosas que ocurrieron después. Yo visité Pristina en 1993 y doy fe de la mala uva y la mala fe entonces allí imperante, y de cómo los civiles serbios se morían de miedo sólo de entrar allí.
Pero también es verdad que diecisiete años después la cuota de horror está muy repartida. Serbia había perdido la batalla demográfica en Kosovo -seguramente injustamente, pero la había perdido- y recurrió a medidas extremas, haciendo el juego a los albanokosovares. La independencia de Kosovo, con toda su irregularidad, se acerca a legitimarse por la violencia allí desatada. Por lo invivible del conflicto y del lugar. No tenían legitimidad histórica ninguna. Pero consiguieron deslegitimar lo que había.
Lo cual me recuerda lo irónico que siempre ha sido que algunos nacionalistas catalanes no precisamente del género astuto corrieran raudos a identificarse con Kosovo. Cuando debería ser al revés, deberían identificarse con Serbia, que era la que tenía a la historia de su lado…hasta que llega un momento en que tu historia no le importa una mierda a nadie.
Gracias por esta aportación, Mara9; tiene usted razón, lejos de mí restar responsabilidad a Milosevic, pero la descompensación mediática ha sido indecente, me parece.