El río de la vida

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Ofelia de Pablo

Foto: Ofelia de Pablo.

Rodolfo es el indio de la tribu Esseja que hoy me lleva pescar con arco en su cayuco de madera por el río Madre de Dios, afluente del Amazonas. Quiere mostrarme cómo a él le enseñó a hacerlo su padre. Y cómo él enseñará a sus hijos. Él no es un indio de oficina de turismo puesto para el disfrute de los viajeros. Rodolfo es el dueño de su destino en el corazón de la selva peruana gracias a un proyecto de ecoturismo único que podría ser la salvación de los indígenas de América Latina para sobrevivir al desarrollo.

La empresa peruana Rainforest se ha asociado con la comunidad indígena de Infierno (formada por la tribu de los indios Essejas y ribereños de los pueblos aledaños) para gestionar dos albergues de la reserva natural Tambopata-Candamo situados en su territorio donde turistas y científicos disfrutan de una estancia en contacto directo con la biodiversidad del bosque húmedo. Rainforest se ha comprometido a formar a los indígenas para que, en pocos años, se queden con el negocio y puedan así tener una fuente de ingresos que les permita seguir viviendo en la selva, mantener intacto su hábitat y continuar enseñando a sus hijos en sus propias escuelas y en su lengua.

Navegamos río arriba hacia el TCR. En este albergue, Rodolfo y otros chicos Essejas de la comunidad trabajan como guías para los científicos que estudian la mayor concentración de especies de guacamayos del mundo. Otros días conducen a los turistas para ver las maravillas de su tierra siempre enseñándoles a valorar y mimar la naturaleza. Saben que dentro de poco todo este negocio será suyo y serán los dueños de su propio destino. Nadie arrasará sus aldeas, nadie les tendrá que ver mendigando en las calles de las grandes ciudades como a otros indígenas y, sobre todo, nadie les arrancará nunca su identidad como pueblo. Su ejemplo ha sido llevado a la Asamblea de Indígenas como fórmula para la esperanza frente a la barbarie de un mundo globalizado que engulle con fauces sedientas hasta los rincones más olvidados del planeta.

Rodolfo es el indio de la tribu Esseja que hoy me lleva pescar con arco en su cayuco de madera por el río Madre de Dios, afluente del Amazonas. Quiere mostrarme cómo a él le enseñó a hacerlo su padre. Y cómo él enseñará a sus hijos. Él no es un indio de oficina de turismo puesto para el disfrute de los viajeros. Rodolfo es el dueño de su destino en el corazón de la selva peruana gracias a un proyecto de ecoturismo único que podría ser la salvación de los indígenas de América Latina para sobrevivir al desarrollo.

La empresa peruana Rainforest se ha asociado con la comunidad indígena de Infierno (formada por la tribu de los indios Essejas y ribereños de los pueblos aledaños) para gestionar dos albergues de la reserva natural Tambopata-Candamo situados en su territorio donde turistas y científicos disfrutan de una estancia en contacto directo con la biodiversidad del bosque húmedo. Rainforest se ha comprometido a formar a los indígenas para que, en pocos años, se queden con el negocio y puedan así tener una fuente de ingresos que les permita seguir viviendo en la selva, mantener intacto su hábitat y continuar enseñando a sus hijos en sus propias escuelas y en su lengua.

Navegamos río arriba hacia el TCR, en este albergue Rodolfo y otros chicos Essejas de la comunidad trabajan como guías para los científicos que estudian la mayor concentración de especies de guacamayos del mundo. Otros días conducen a los turistas para ver las maravillas de su tierra siempre enseñándoles a valorar y mimar la naturaleza. Saben que dentro de poco todo este negocio será suyo y serán los dueños de su propio destino. Nadie arrasará sus aldeas, nadie les tendrá que ver mendigando en las calles de las grandes ciudades como a otros indígenas y sobretodo nadie les arrancará nunca su identidad como pueblo. Su ejemplo ha sido llevado a la Asamblea de Indígenas como fórmula para la esperanza frente a la barbarie de un mundo globalizado que engulle con fauces sedientas hasta los rincones más olvidados del planeta.

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