Buceando en el deshielo planetario

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Ofelia de Pablo

Foto: Ofelia de Pablo.

“¿John tienes ya puesto el traje?”, pregunta Maggie a través de la puerta. “Es que no entro en esta especie de ‘teletubbie’ rojo gigante”, contesta su marido a carcajadas dando pequeños saltos en la moqueta. Estamos en uno de los pocos rompehielos del mundo que transporta viajeros, el Sampoo. John y Maggie son algunos los turistas que este año han viajado hasta Finlandia para experimentar el placer de bañarse en las heladas aguas del Ártico.

“Nunca pensé que uno pudiera sumergirse en un agua tan helada –comenta Maggie enfundada en un traje térmico– hasta que leí en un catálogo de viajes que un rompehielos iba literalmente haciendo una brecha en el blanco paisaje y luego había una degustación de aguas árticas”. Han viajado desde Estados Unidos y están emocionados.

Lo que no saben –me dice luego el capitán– es que antes la capa de hielo era un bloque gigante que costaba romper y que se mantenía intacto toda la temporada. Ahora, “si te fijas –me dice señalando a la quilla del barco– parece como cortar mantequilla de los fina que es la superficie del hielo. Esto es el cambio climático, se deshielan los polos por toda la porquería que vertemos en el planeta –comenta apenado–, y parece que a nadie realmente le importa”. Mark, “the cap”, lleva más de 20 años surcando estos mares: “antes el Sampoo era un rompehielos que salía a pescar pero ahora ya está antiguo para este oficio y a ambos nos han destinado al sector turístico”.

Desde la cubierta observo asombrada como el hielo se resquebraja con un suave crujido bajo nosotros, está resignado, sabe que sus días están contados y sólo le queda un leve susurro de protesta. Más abajo empieza la maniobra para desembarcar a las decenas de pasajeros que sin prestar atención al quejido del helado desierto están dispuestos a darlo todo en el primer baño ártico de su vida. Las risas y los chapoteos de los viajeros convertidos en una suerte de marcianos de color rojo se expande a los cuatro vientos hasta los confines del Polo. Sus carcajadas, ajenas al drama medioambiental, nos hacen por un momento olvidar que a pocos kilómetros de allí la vida se destruye por segundos. Cada año se pierde un metro de masa de hielo y algunos animales, como los osos polares, ya están perdiendo su medio de vida.

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