Preguntando entre lágrimas

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Elvira Huelbes

Creo que es de rigor ocuparse de la existencia de este libro (Preguntando entre lágrimas, Peter Handke; Ediciones Universidad Diego Portales, Santiago de Chile, 2010) traducido e introducido por Cecilia Dreymüller, que ha tenido que atravesar el Atlántico para ver la luz en español, ante la falta de interés que ha suscitado en los editores de España.

El libro contiene varios escritos del autor austríaco: Anotaciones posteriores a dos travesías yugoslavas durante la guerra (marzo y abril de 1999), Alrededor del Gran Tribunal (2003), Las tablas de Daimiel (2006) y Hablar por fin de Yugoslavia (2006), además de un par de apéndices y una bibliografía esencial. Todo inédito en nuestro país.

Desde el principio de la guerra contra Serbia, PH ha tratado de indagar desde lo más profundo, qué es lo que pasaba, sin prejuicios adversos a los contendientes. Eso le ha colocado, desde el principio, también, en el bando de los serbios, de los malhechores, de los asesinos, con lo que su voz ha tratado de ser silenciada a toda costa y su persona, descalificada, insultada y ridiculizada en los medios de comunicación de todo el mundo, especialmente, los franceses, país donde vive el escritor.

Los seguidores de Handke saben que esta militancia serbia no es partidista, pues sólo hay que tomarse la molestia de leer sus libros, de escuchar sus argumentos sin prejuicios. Es una operación sencilla pero que toma tiempo y esfuerzo y, en esta sociedad mediática de pensamiento automático y de atención sometida al zapping, se ha convertido en una tarea hercúlea que sólo unos pocos freakies se atreven a hacer.

PH simplemente se ha puesto en el lugar de los machacados por la historia y por los bombardeos recomendados por su odiado Mr. Pesc, Javier Solana. Es cierto, su actitud ha sido altamente provocativa, porque ha escrito sin entrar en cifras ni competición de muertos y fechorías, sin pedir perdón por opinar que los serbios también han sufrido mucho y muy injustamente.

En Anotaciones posteriores… Handke clarifica con sus observaciones “poco periodísticas”, poéticas, las miríadas de agujeros negros que los medios de comunicación internacionales han ido sembrando en la opinión pública. Refiriéndose a esa región europea como “el avispero de los Balcanes” se invita a renunciar a  entender algo.  ¿Para qué molestarse en averiguar la verdad –en la muy intrincada maraña de falsas evidencias y verdades a medias- y luego explicarla? Demonizando sólo a una parte de sus pobladores, los serbios, la corriente predominante de opinión permitía aplicar en una plantilla imaginaria, las pegatinas correspondientes según  fuera la etnia o la procedencia de las víctimas; por supuesto, nunca serbias. No hay que explicar que esa opinión omnipotente se fabrica en los centros de las potencias con grandes intereses irrenunciables en esa región castigada de Europa.

PH se vale de una voz interior que le avisa de sus “errores” de percepción en este conflicto infernal: “¡No dramatices!”, o bien: “Ojo, paranoia”, cuando contempla y recoge los paisajes desolados, las expresiones de los serbios refugiados que tuvieron que abandonar sus casas en Bosnia, Croacia, Eslovenia, Kosovo. Edificios enteros, aparentemente útiles, en los que sólo al acercarse a ellos, queda en evidencia una herida mortal, limpia, que los atraviesa de arriba a abajo, dejando su apariencia fantasmal como souvenir de la guerra organizada por lo que llama el autor la Joint Criminal Enterprise.

Estas páginas, así como las de Alrededor del Gran Tribunal y las siguientes producen al lector la impresión de que hay mucho relato perdido entre las mentiras y los ocultamientos de la guerra; que haría falta mucha dedicación, tiempo y entusiasmo para dilucidar un resquicio de autenticidad, que esa empresa queda fuera de la capacidad humana y que sólo resta esperar a que el olvido, como la yedra, oculte ese edificio de la infamia creada por los intereses de Occidente.

Reconstruir la verdad de lo ocurrido en esos diez largos años de guerra sería como reconstruir las tablas de Daimiel, esa maravilla natural despojada para siempre por la codicia de los terratenientes, deseosos de sacar más provecho de la sobreexplotación de la tierra.

A Daimiel va PH un buen día, para admirar la belleza prometida en un folleto turístico. Y se topa con la realidad: no hay agua, ni ojos del Guadiana, ni arroz ni cabañas campesinas ni nada de nada. Por no haber, ni fauna de la que vivía en el acuífero.

Quizás recompongan Daimiel, como se ha dicho, artificialmente. También vamos asistiendo a cómo se suceden los comunicados de rectificación de las noticias falsas durante la guerra. El Plan de Herradura, por ejemplo, esa supuesta estrategia serbia para la eliminación étnica de los albano-kosovares por la que el gobierno alemán justificó el bombardeo sobre Kosovo, en 1999, resultó ser un invento de los servicios secretos austríacos y alemanes.

O las matanzas que perpetraron los musulmanes en los pueblos que rodean a Srebrenica en los tres años anteriores a la caída de la ciudad.  Matanzas que provocaron la terrible venganza de los serbo-bosnios contra los musulmanes, en 1995. Los musulmanes que huyeron de Bosnia a Serbia –donde, recordemos, gobernaba el diablo Milosevic- no sufrieron daño alguno. De esto nunca se habló.

PH no elude afrontar algunas de sus frases más polémicas como que “los serbios son todavía más víctimas que los judíos”. Rectificar de inmediato, admitiendo su error, no le sirvió para librarse de los ataques mediáticos que volvían a esa frase para descalificarlo.

Este volumen, en suma, está escrito con compasión y con un deseo de encontrar un lugar común en el que coincidan los enemigos, esa utopía deseable. Es un homenaje a los serbios irredentos, los que han soportado y siguen en la pelea diaria por la supervivencia y los que han muerto. Una invitación a abandonar los clichés y a acercarse a ese trozo europeo doliente para tratar de averiguar algo, preguntando con o sin lágrimas.

“Venid a visitarnos alguna vez, nuestra canción es un hermoso grito”,  ha escrito Miodrag Pavlovic.

2 Comments
  1. Gloria says

    Como en la guerra de los Balcanes, tampoco se conoce toda la verdad sobre las Tablas de Daimiel.Gracias a la ayuda artificial y a las abundantes lluvias, este año se han recuperado de forma espectacular pero también se ha legalizado la utilización del acuifero 23, en parte origen de su degradación

  2. Mara9 says

    Compasión y deseo de encontrar la verdad, o las verdades. Eso es lo más grande de la escritura de Handke, sí. Yo no le conocía aún (pero sin saberlo le buscaba por las esquinas) cuando en 1993 me lié la manta a la cabeza y me fui a los Balcanes. A que alguien me aclarara ese para mí misterioso embrollo: todo el mundo daba por hecho en la prensa que los serbios eran malos malísimos, malos de veneno, pero nadie se molestaba en aclararme por qué.

    Yo siempre digo que me llevó a aquella guerra Herman Tertsch. Y me sacó Peter Handke. Gracias por recordármelo, Elvira.

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