Un artista serio, un valiente que prefiere la libertad

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Santiago Sierra, en una foto de 2005. / H. Hollemann (Efe)

Santiago Sierra (Madrid, 1966) es un artista que pasó por la facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense madrileña, que vive en México desde hace 15 años y cuyas intervenciones salvajes o no, nunca dejan indiferente a quien las contempla. De las instalaciones primeras, como esculturas de metal, cajas contenedoras de aire, estructuras como cajones gigantes, el artista ha pasado a trabajar con seres humanos -remunerados, como insiste en señalar- apuntando siempre a una realidad más que incómoda con la idea, o quizás, no, de suscitar en quien lo contempla algún tipo de reflexión que le haga crítico con el estado de cosas que vivimos.

No entro aquí en la interminable discusión sobre lo que sea o no arte, aunque mi amiga, la artista Ana Mazoy, me dice que la mirada del artista ya establece un contrapunto con la realidad que merece ser considerado. Y si lo situamos en un contexto de arte: un museo, una sala de exposiciones, voilà, he ahí una pieza de arte. Estas lucubraciones se las dejo a Vicente Verdú, que las borda. O a Félix de Azúa, quien navega a gusto en aguas procelosas del arte (Autobiografía sin vida, Mondadori, 2010).

De lo que me parece que se trata es de la elección del artista por operar en los ámbitos de la libertad. Y aquí es donde empieza el umbral del solitario desierto, si uno es consecuente. La libertad es un estadio superior del ser humano, pero cuesta cara. Santiago Sierra parece saberlo bien. Y su afán de libertad le ha llevado a rechazar un premio que alimenta la vanidad y la cuenta corriente: el Nacional de las Artes Plásticas, concedido por el Ministerio de Cultura.

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La asociación clásica de artista= muerto de hambre, concede aún más mérito a la decisión de Sierra, quien en una carta nada presuntuosa, sino más bien correcta y reivindicativa, le ha explicado a la ministra González-Sinde que no está dispuesto a renunciar a la libertad que le ha otorgado el arte y que, en consecuencia, su sentido común le obliga a renunciar al premio. En el ministerio nadie lo entiende. Normal, ¿cómo lo van a entender con sus barriguitas calentitas y sus ja, ja, ja, jí, jí, jí?

Y sin, embargo, se entiende perfectamente. No se trata tanto de que –como dice en su carta Sierra- “este premio instrumentaliza en beneficio del Estado el prestigio del premiado”, que también. Se trata de que ahora como nunca antes en la Historia de la humanidad asistimos al desmantelamiento de la cordura y la justicia, del empeño en mejorar la vida de la mayoría, a la venta masiva en rebajas de honor, moral, vergüenza, dignidad, valía, y mil elementos más que constituyen el ser del hombre. Y este artista no quiere contribuir a esa hazaña.

Y cuando Sierra, en su carta a la ministra, le dice: “El Estado no somos todos. El Estado son ustedes y sus amigos” no está afirmando gratuitamente ninguna boutade. Es la expresión de la realidad impuesta desde hace treinta años en el mundo, como ha dejado dicho Tony Judt y como queda escrito también en un libro póstumo de José Vidal-Beneyto (La corrupción de la democracia, Catarata, 2010) que acaba de salir.

“Un estado empeñado en el desmontaje del estado de bienestar en beneficio de una minoría internacional y local”, dice Sierra. Y no se trata sólo del Estado español, claro, sino del concierto general de los estados cuyos representantes van cayendo sumisamente en los brazos de esas minorías tan poderosas con mil pretextos.

Podrá sonar demagógico, podrán parecer palabras del pasado, pero de sobra saben quienes se hayan parado a pensar que la desesperanza en una vida mejor se está imponiendo duramente entre todos nosotros, que responden a la realidad. De modo que, enhorabuena, Santiago Sierra. Gracias por el ejemplo que enseña ni más ni menos que solamente la gente con su valentía puede contrarrestar la corrupción de la democracia. Y que sea por muchos años.

4 Comments
  1. Jordi says

    Arte igual a comunicación. En mi opinión el gran valor añadido de un artistas es su libertad e independencia a la hora de comunicar. Cuando un artista comete el error de arrimarse al poder a cambio de un plato de lentejas calientes acaba perdiendo su identidad y su capacidad de comunicar. Inevitablemente su aliento acaba oliendo a muerte,

    Gracias señor Suerra,

  2. Jonatan says

    Por lo pronto, se ha dado buena publicidad a sí mismo. Un tipo listo.

  3. Niord says

    El hecho de que alguien tenga la honestidad de decir lo que piensa, y de paso rechazar un suculento premio como prueba de coherencia indica que no todo está perdido en estos aciagos tiempos.

  4. estrella says

    Te refieres a Verdú. Precisamente su pintura se expone, por primera vez. Aquí dejo el enlace. Me gustaría saber qué piensas de ella. Yo no podre verla.
    //www.elboomeran.com/blog/11/blog-de-vicente-verdu/

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