Hace más de cien años que un ser humano del género femenino empezó a pedir a los del género masculino, los que mandaban, un trato más igualitario. Otras pocas mujeres se unieron para pedir que les dejaran votar. En España, también, aunque más tarde, una universitaria, Clara Campoamor, se las tuvo que ver para convencer a una colega diputada socialista, de que había que arriesgarse a que las mujeres no les votaran a ellos –influidas como estaban, se decía, por maridos y confesores-, pero que había que conseguir el derecho al voto de las españolas. Tuvo que soportar la mofa y el escarnio de sus colegas en el Congreso.
La historia del ser humano ha sido una carrera del más fuerte y el más rápido, el más poderoso y el más sagaz. Incluso el más tramposo, contra el resto de corderos. Y lo sigue siendo, ¿a qué engañarse? Pero, ahora, la diferencia, después de tantas muertes y tanto esfuerzo por estas mujeres sin nombre, es que se han producido los resquicios necesarios para que penetre la infección de las bacterias buenas: la duda, la discusión, la colaboración, la compasión, la capacidad de ceder en determinadas situaciones. No es que sean éstas cualidades femeninas en exclusiva, pero algo tienen que ver en la educación tradicional de las mujeres.
Desde hace años, en España, se denuncian las muertes violentas de mujeres a manos de sus amantes esposos o similares. Antes no pasaba: ni se producían tantas –se producían los llamados crímenes pasionales, que venía a parecerse a esto- ni se denunciaban, en absoluto. Aún hoy, en muchos países de Europa está mal visto andar por ahí aireando asuntos de casa, trapos sucios. Si pasa ahora es porque la cadena de la lucha por lo que es justo para las mujeres, que empezó hace cien años ante la mirada pasmada de las sociedades, sigue añadiendo eslabones.
Hace cien años, eran las instituciones, civiles y militares, los “headquarters”, como figura en el video de portada de cuartopoder, quienes oponían la proa a tamaña insensatez: dar voz y voto al mujerío. Ahora se siguen oponiendo con igual violencia desde el seno de hogar en el interior de las mazmorras del castillo que es la casa del varón airado, el amante que no tolera que su amada sea libre para decidir sobre sí misma. Es para felicitarse. Y para seguir en la trinchera. La guerra no ha terminado, pero hoy bien se puede hacer una tregua para conmemorar a esas mujeres que han dado su vida por lo que consideraban inexcusable: la lucha por su dignidad, por la dignidad de todas. Alzo mi copa y propongo la lectura de un clásico: “Por tu propio bien. 150 años de consejos expertos a mujeres (Editorial Capitan Swing, 2010)”, de Barbara Ehrenreich y Deirdre English. Por la dignidad y el respeto.
Un puñado de mujeres (17!) en el Senado de los EE.UU. Algunas de ellas llegan a él como representantes del difunto marido! Habrá que felicitarlas este mes…por la muerte del esposo.
http://en.wikipedia.org/wiki/File:Senate_women_March_2009.jpg
Aclaracion: 17 de 100!
http://img845.imageshack.us/img845/3637/mujeres.jpg
Van despacio algunas cosas en los EEUU (y en más sitios) mientras que otras se afianzan popularmente mejor, como se ve.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=64488
Ayer, la Uno emitió una película de producción propia sobre una mujer que fue, en mi opinión, el mejor personaje de todos los que dio la Segunda República Española: Clara Campoamor, la mujer olvidada. Fue una grata sorpresa. la película, dirigida por Laura Mañá, cuenta con bastante fidelidad a los hechos la gesta de la mujer cuya determinación y empeño consiguió implantar el voto para las mujeres. Está bien hecha, bien narrada, muy bien ambientada y su personaje principal encarnado por una espléndida Elvira Mínguez
http://www.rtve.es/mediateca/videos/20110309/clara-campoamor-mujer-olvidada/1041185.shtml
Mejor interpretación y dirección que la mayor parte de los seriales con que nos castigan las teles. Mínguez, espléndida. Campoamor, una jabata.