En Hamburgo, hamburguesas, ¿no?

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"En el matadero", de Lovis Corinth / Wikipedia

Leo en una revista especializada una información sobre las llamadas granjas-factoría, siniestros lugares donde se cría  animales al por mayor como si fueran lavadoras, es decir sin el menor respeto a la vida y al dolor de los mismos, no hablemos ya de la sospecha de su inteligencia. Son animales que luego la gente se come, sin que se hayan parado a pensar cómo han sido criados –a lo mejor desconocen que eso influye en las propiedades de esa carne- y, más aún, cómo han sido sacrificados,  por decirlo suavemente.

Como suele suceder es Estados Unidos quien lleva la delantera en estudios de esta clase, de modo que el profesor Bruce Aidells, historiador y empresario, cuenta que muchos mataderos pequeños, donde se daba –si puede hablarse así- un comportamiento más humano en la muerte del animal, han sido sustituidos por “plantas de exterminio de alta velocidad” donde los operarios tienen órdenes de matar casi 400 vacas o más de 1.100 cerdos por hora (han leído bien) o bien 25 pollos al minuto. Yo prefiero no imaginarlo siquiera, pero si no cumplen esa ratio los trabajadores pueden ser expedientados. Robert Kaplan, en su libro Viaje a los confines de la tierra, (Ediciones B, 1997) describe con todo detalle una granja de Texas que "produce" un millón de cerdos. No sé si la imaginación da para figurarse lo que pueda ser eso.

La Human Farming Association, una agencia de protección de animales de granja, afirma que en esas condiciones, los operarios recurren a matar sin consideración del sufrimiento del animal, para mantener el ritmo de la cadena, llegando a desollar y despedazar reses que están todavía agonizando, en su lucha por sobrevivir, como corresponde al comportamiento de la naturaleza. Créanme que detesto contarles esto y no lo haría si no fuera estrictamente necesario para llegar a donde querría.

Para la asociación norteamericana, estas prácticas, además de inhumanas, son bombas para los consumidores y explican la constante aparición de enfermos por consumo de alimentos en mal estado. Curiosamente, el Servicio de Inspección de Seguridad Alimentaria, encargado de velar por la salud de los norteamericanos, niega este tipo de argumentación, que atribuyen a histéricas practicantes de yoga, vegetarianos excéntricos y aledaños. Así que, el que se den condiciones de proceso de alimentos poco higiénicos elude la vigilancia de las autoridades con cierta facilidad, ante la perspectiva de las grandes sumas de negocio que se barajan. En fin, los que siguen a los Simpsons ya saben a qué me refiero.

Pero la realidad es terca y desconsiderada incluso con los malhechores, y se da la circunstancia de que en esas factorías de muerte acelerada, las prisas por producir carne pueden contaminarla con restos fecales y otros elementos adulterantes, que les evito, con el consecuente riesgo para el que se coma eso.

De forma empecinada, como la ratita de laboratorio que se ha aprendido el camino laberíntico y sigue, erre que erre, en su búsqueda de la nada, la prensa internacional insiste en hablar del pepino español (gran habilidad la suya de hablar idioma tan singular siendo sólo un pepino) y de las malas prácticas, aunque ahorran añadir “alemanas” porque aquí se ve que no alcanza la imaginación para figurarse hablando alemán a esas prácticas que van camino de llevarse por delante 20 vidas, y más.

Con la ingenuidad de quien no es experta en más materia que la de preguntarse por qué, me pregunto por qué se empeñan en las verduras. ¿Acaso el E. coli sólo anida en ellas?

Entre las bacterias aficionadas a instalarse en semejantes productos cárnicos alimentarios se encuentra nuestra amiga E. coli, además de la también conocida salmonella. Me pregunto, entonces, ¿por qué se empeñan en seguir analizando pepinos y olvidan olisquear con cuidado la carne de las hamburguesas? Es sólo una idea.

Para más INRI, o como dicen en Cataluña, a más a más, un colega que se ha especializado en información médica y farmacológica, Miguel Jara, ha insinuado en el programa Asuntos propios, de RNE, que hay un laboratorio muy potente que podría tener lista una medicina muy cara apropiada para frenar las muertes por infección de E. coli, de un momento a otro. Parece escandaloso que los negociantes de la salud estén esperando que las autoridades alemanas les supliquen el medicamento en cuestión ante la desesperación del aumento de víctimas mortales, pero ¿es impensable que ocurra algo así en nuestro mundo feliz?

Mientras tanto, a los españoles nos ha tocado el papel de pelele al que le van todas las tortas, para que vuelva a evidenciarse cómo triunfa la injusticia en el mundo. La pregunta es ¿quién manda aquí? Pues quien manda cuenta la historia según le parece.

Pilar Rahola, contaba una anécdota propia, en su columna de La Vanguardia, titulada Ese tufillo…, que, por cierto, recordaba a la de cuartopoder.es, que ante su queja por un bichito en la ensalada del menú del avión de la British Airways en el que viajaba, la azafata comentó, haciendo un mohín de asco: “Spanish food, you know?” Lo que me deja perpleja porque yo tenía entendido que los británicos son unos expertos en comer mal y por eso les contratan antes que a otros trabajadores en las misiones internacionales, Bruce Chatwin dixit.

Les dejo con el método daliniano de la crítica paranoica y que ustedes lo reflexionen bien.

2 Comments
  1. me says

    Vehemente y certero tu artículo. Si se va al enlace que dejas Human Farming Association, y se detiene uno en alguno de esos documentales, pasara bastante tiempo antes de volver a comer carne.

  2. celine says

    Sip.

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