Feria del Libro: cuadrar el círculo

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Masiva aistencia de público durante uno de los primeros días de la Feria. / Facebook de la Feria del Libro de Madrid

Una vez más lo previsible del asunto no ha hecho más que confirmar la larvada agonía de una mascarada. No han pasado apenas veinticuatro horas y ya Fernando Valverde, director adjunto de la Feria y presidente de la CEGAL, Confederación de Gremios y Asociaciones de Libreros, ha dado cifras de las ventas con un resultado que confirma la crisis, sólo faltaría, pero aleja la catástrofe anunciada por muchos, por si acaso: se ha bajado un porcentaje de un 4% con respecto al año anterior y las librerías, que este semestre lo tenían peliagudo –se hablaba de entre un 15% y un 20%  de pérdidas–, han podido salvar por lo menos el año ya que la ventas en esta Feria son determinantes para su subsistencia. Si a esto añadimos que para algunas editoriales medias, con un extenso catálogo, pongamos aquí nombres que van desde Anagrama a Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, pero donde muchos de los títulos que componen el mismo no se encuentran en las librerías por falta de espacio y porque hay que renovar de continuo, tienen aquí la oportunidad de remover su fondo con buen resultado, a tenor de lo que dicen algunos de sus responsables, podemos llegar a la conclusión que muchos de ellos se temían lo peor, sobre todo manejando las cifras de ventas del primer semestre, pero que han comprobado que la sangre no llegaba al río, para utilizar la metáfora castiza que tan apropiadamente nos define, y que hasta que finalice el año el enfermo puede caminar, bien que ayudado con muletas, pero sin lugar  a dudas mejor que el diagnóstico que predecían los agoreros de parálisis total.

Por su parte Pilar Gallego, presidenta de la Feria, ha recalcado la gran afluencia de público que, literalmente, llenaba cualquier hueco disponible, sobre todo los fines de semana, algo comprobado por cualquiera que se asomara al recinto, y ve en ello un ánimo hacia el evento por parte del personal, lo que siempre es discutible por difícilmente comprobable. Casi simultáneamente a estas declaraciones algunos medios de comunicación han recalcado en sus páginas de principios de semana las largas colas que se formaban ante escritores de reconocido prestigio como Vargas Llosa, Isabel Allende, Javier Marías, Almudena Grandes, Rosa Montero, y otros que han sido una sorpresa este año como el tantas veces citado Albert Espinosa desde el día de Sant Jordi con sus libro, Si tú me dices ven lo dejo todo… pero dime ven.

Los datos previsibles, esperanzadores, que nos sugieren que ante una crisis como la que tenemos en otros ámbitos, el sector la está afrontando con cierta resistencia, algo que, además sorprende a muchos, no cuadra, sin embargo, con los datos que manejan otros, desde luego con la boca pequeña y con ánimo un tanto desesperado. Se trata, en la mayoría de los casos, de editores pequeños, lo que no supone nada nuevo. Algunos hablaban de que esta Feria traería una suerte de limpieza de pequeñas editoriales debido a su abundancia de unos años a esta parte, pero, es curioso, también por parte de algunos grupos grandes que hablan abiertamente de una caída importante de las ventas y, desde luego, esto es otro dato que mueve  a sonrisa, una inexistencia total de ánimo entre el público por las ediciones digitales, lo que contrasta en gran medida con la publicidad forzada de algunos medios hace dos años que poco menos que preveían la muerte casi inmediata del papel y que este año, los mismos, han sido los mayores defensores de la querencia por la pasta de celulosa hasta el punto de erigirse en guardianes de la salud del libro tradicional ante el público. Libranda, desde luego, ha pasado como previsión empresarial al limbo del futuro que, como sabemos, es el lugar idóneo donde situar al mismo.

Algunos comerciales, esos profesionales que se cuentan confidencias en torno al confesionario del sector, la barra del bar, hablan de un 35 % en la caída de ventas aunque esta cifra es tan variable que bien podemos achacarla a que cada uno cuenta la cosa según le va. Pero erraríamos si creyéramos que esas cifras son sólo un síntoma. Sucede con ellas como lo que uno ha comprobado estos días que ha pasado en la Feria: se nos habla de Vargas Llosa, de Isabel Allende, de Javier Marías, como autores que han firmado montones de ejemplares y han sido los responsables de largas colas entre el público, lo que es cierto, pero sólo en parte. Esta actitud me recuerda  la de aquellos diarios que nunca ponían hace años en las listas de discos más vendidos a Manolo Escobar porque era poco moderno y dañaba la imagen de la música española a pesar de que era número uno en ventas año tras año y las cifras se negaban obstinadamente a cambiar el look de nuestra música. He visto, al modo del replicante de Blade Runner en su discurso agónico, formarse largas colas  alrededor de libros de cocina firmados por personajes que existían sólo en la pantalla del televisor; he visto enormes, larguísimas, obscenas colas formarse ante la caseta donde un chico sudoroso, disfrazado de ratón, suponemos que no muy bien pagado, agotaba su muñeca firmado como Jerónimo Stilton, un autor que no existe, por otro lado, y que representa a un colectivo; he visto a una presentadora de televisión, muy guapa, acompañada de su marido, también muy guapo, literalmente sepultados por una masa un tanto expectante que quería una firma de ella, finísima valenciana; he visto a Goma Espuma vociferar y hacer de Goma Espuma hasta enronquecer mientras encantaban a su numeroso publico… Estos no salen en los diarios al lado de Vargas Llosa, Javier Marías e Isabel Allende. Aunque millonarios en venas son el lado feo del glamour, si es que alguien sabe que se esconde tras esa palabra, de la Feria. Corresponden a los sepultados, a las víctimas de aquellos que maquillan la imagen más o menos cultivada que tiene que dar la Feria. En ese silencio que se forma en torno a ellos se asemejan a los que han vendido un 35 % menos y parecen no existir porque aguarían el previsible estado de ánimo que hay que dar para que no cunda el pánico.

En fin, cosas de una Feria que, desde sus comienzos, se ideó para vender libros. El que H. M. Enzensberger diera una conferencia cargada de excelencia ante un público, también previsible en su escasez, nos habla como nada del papel de mero adorno que a veces tiene la cultura que no es de masas en esta Feria. Es una guinda en un pastel cocido en vastas proporciones. Igual que lo será al año que viene. Hay cosas que no cambian.

1 Comment
  1. Jorge says

    La que quiere Valverde es maquillar los resultados. Entre los editores y algunas librerías se hablar de entre un 15 y un 20% menos de ventas en la feria. Hay miedo escénico a reconocer la realidad de un sector en crisis y7 si no que digan cuantas librerías han cerrado ya.

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