‘Geishas’, combinar el ‘samishen’ y los teléfonos móviles

1

Ofelia de Pablo

Komomo es una geisha del siglo XXI. Tiene su propio apartamento y gestiona sus citas a través del móvil y de Internet. / Foto: © Ofelia de Pablo y Javier Zurita

Cerca de la avenida Higashi Oji, en Kioto, la pequeña Sayuri –hace casi 100 años–, depositaba unas monedas en otro templo y con tres palmadas indicaba su presencia a los dioses. De pie, con el corazón enloquecido, rogaba al cielo ser escuchada: “con los ojos bien apretados y las manos juntas rogué a los dioses que me permitieran ser geisha”. Así comienza el duro aprendizaje de la geisha más famosa de todos los tiempos: Mineko Iwasaki, interpretada como Sayuri en la novela de Arthur Golden Memorias de una Geisha.

Un siglo después, los farolillos siguen encendidos en las callejuelas de Miyagawacho, uno de los cinco  hanamachi –distritos de geishas– de Kioto. Estas mujeres, obras de arte en movimiento, son geishas, aquí llamadas geikos. Como coloridas sombras, sus figuras se deslizan entre las calles sin apenas ser vistas. Un halo de misterio viaja envuelto en el olor a azahar que desprende su suave piel entre los callejones.

Sayuri, la protagonista del libro de Golden, afirmaba con cierta melancolía en uno de los pasajes: “Nuestro mundo nunca es más permanente que una ola que se eleva sobre el océano. Cuales quiera que sean nuestras luchas y nuestras victorias, como quiera que las padezcamos; enseguida desaparecen en la corriente como la tinta acuosa sobre el papel". Pero se equivocaba, porque las luchas y la vidas de estas geishas han permanecido hasta nuestros días aunque su forma de relacionarse con el mundo ha cambiado completamente.

Komomo aparece con su elegante quimono de color verde pálido y un discreto obi –el cinturón que lo sujeta–. Sus colores y su vestimenta contrastan con el de su joven acompañante, su hermana menor, la maiko llamada Fukue. Ambas vivían en la misma okiya. Ahora Komomo ya tiene su propio apartamento, su teléfono móvil, sus propios clientes y hasta dirección de email. Las citas a las que asisten ya no las tiene que preparar la madre, la okasan, sino que Komomo se las organiza ella misma. Flor de melocotón, que es lo que significa el nombre de Komomo, nació en Tokio. Cuando era pequeña, viendo un libro que tenían sus padres en casa, encontró unas fotos de geishas. La curiosidad le llevó a investigar un poco más hasta que se “enamoró” de este mundo de misterio y belleza. Decidió intentarlo y recurrió a la página web de la okiya para ver si la aceptaban. Gracias a internet solucionó en unos minutos lo que hace años era casi una aventura para acceder a este privado universo. Lo más difícil, además de separarse completamente de su familia y amigos, fue aprender el acento de Kioto. Una estudiante no llegará a nada si no aprende el acento especial que utilizan en esta ciudad. Por lo visto, su musicalidad es la perfecta para armonizar con el arte. Pero éste no es el único obstáculo. El entrenamiento es realmente duro. Cinco años de carrera para convertirse en geisha, y luego nunca dejan de estudiar.

Komomo ha ganado suficiente dinero estos años para optar a retirarse en unos cuatro años más, cuando cumpla los 30. Luego quiere casarse y formar una familia; ahora no tienen tiempo para eso.

El planeta entero especula sobre la vida real de las geishas pero lo cierto es que nadie conoce su verdadero misterio y éste es su mayor encanto. Son obras de arte en movimiento que han sabido combinar las tradiciones seculares con las páginas web y los teléfonos móviles a ritmo de shamishen, el instrumento de cuerda con que se acompañan.

Datos prácticos: Información sobre Japón en www.turismo-japon.es. Alojamiento en Kioto: www.kyoto.regency.hyatt.com

 

1 Comment
  1. Dinero moviles says

    Tampoco hay que olvidar que ahora no se puede sólo ganar dinero con el movil vendiéndolo, sino que también hay sistemas y aplicaciones publicitarias para Smartphones que permiten tener ingresos extra recibiendo publicidad.

Leave A Reply