La amante mestiza

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Ofelia de Pablo

Las calles de Saint-Louis, en Senegal, forman un hermoso paisaje de mansiones y palacios que nos transportan a otras épocas. / © Ofelia de Pablo

Hace poco más de un siglo, Clodet estaba sentada como cada tarde frente al hermoso tocador de caoba y marfil en una de las bellas mansiones que ocupan la rue du Soleil en Saint-Louis. El espejo nacarado le devolvía, una vez más, el perfecto reflejo de su imponente silueta de color mientras se arreglaba para la fiesta… Era una de las más hermosas signares -nombre que se les daba a las mujeres mestizas y de inigualable belleza que formaban una especie de aristocracia en Senegal-. Ellas crearon su propia cultura y grupo social. Se decía que en la lista de amantes de estas damas, con las que perdieron el corazón y parte de sus posesiones, figuraban los más influyentes personajes del país.

Hoy sus mansiones, plagadas de ecos festivos y placenteros, se mantienen en todo su esplendor en esta isla que ocupa una posición estratégica en la desembocadura del río Senegal. Los colores ocres, anaranjados, verdes y rojos colman la mirada al pasear entre las calles de los barrios Nord y Sud de la antigua capital del África Occidental francesa. Al atardecer, cuando cientos de pescadores vuelven en sus todavía barcazas de madera, la ciudad se sumerge en la calidez del recuerdo de los años de historia. Mientras los niños juegan en las calles y los jóvenes ensayan para el afamado festival de jazz que cada año se celebra en la ciudad, en las antiguas mansiones aun resuena el eco festivo y placentero de los fantasmas de la rancia aristocracia.

En el siglo XVII fue colonizada para ser punto de partida de expediciones hacia el interior del continente negro y poco a poco se convirtió en el punto clave de las rutas comerciales entre África occidental, Europa y América. Por sus almacenes circulaban numerosas mercancías como el oro, la goma arábiga, el marfil y los apreciados esclavos. Un día llegó el ferrocarril y con él la ciudad conoció el máximo esplendor. Se estrenó como capital del África occidental francesa y ríos de lujo y poder bañaron las calles, la ciudad se llenó palacetes y se desató una frenética vida social. Símbolo de aquella gran época es el magnifico puente de hierro construido por Eiffel que aun da entrada a la ciudad.

Las burbujas duraron hasta la abolición de la esclavitud, los europeos se marcharon y todo comenzó una suave decadencia que ha llegado hasta nuestros días. La perdida de la capitalidad del país en favor de Dakar vino un poco después pero la vida y la magia de otro tiempo aún pasean entre los edificios. El valor arquitectónico de sus construcciones ha conseguido que la UNESCO la haya declarado Patrimonio de la Humanidad y poco a poco se van restaurando las principales mansiones. El carácter melancólico y lánguido de los barrios va cediendo paso a los grupos de turistas que cada vez más se acercan a admirar esta joya del oeste africano.

Datos prácticos.- Cómo llegar: Iberia vuela de Madrid a Dakar . Más información: Página oficial del Ministerio de Turismo de Senegal.

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