Descubrimos gratamente a Paolo Virzi, un prometedor director italiano, hace unos años en una película con muy mala uva sobre la casta política y cierto complejo de clase, que centraba su objetivo en los hijos de una familia de izquierdas y otra de derechas bajo el gobierno de un Berlusconi que aún no había mostrado toda su desfachatez, Caterina se va a Roma. Desde entonces tratamos de seguir su obra, que es todavía exigua.
Este verano se ha estrenado La prima cosa bella, una comedia dramática en la que un profesor de instituto de mediana edad, gris y taciturno, se reencuentra con su hermana menor y su madre enferma a propósito del agravamiento de la dolencia de ésta. Con este arranque, la música de Nicola di Bari y saltos temporales montados de manera un tanto anárquica, Virzi nos cuenta la vida de esta familia italiana en la que la madre arrolladora y vitalista ha sido el viento y el lastre, la causa de todo lo bueno y lo malo de sus hijos.
Unas portentosas Stefanía Sandrelli y Micaela Ramazzotti como madre madura y joven, respectivamente, logran aportar la rotundidad, fortaleza y tristeza disimulada que su personaje requiere: una mujer luchadora, bella, alegre y contradictoria, que supo sacar adelante a sus hijos en circunstancias emocionales, sociales y económicas adversas, sin perder la dignidad y sin renunciar nunca al amor, a la búsqueda de la felicidad y a la ilusión por la vida hasta el final. El envés o el negativo de esta vitalidad es la pesadumbre e introversión del hijo mayor, que entre tanto cambio de casa, lugar y padrastro, nunca tuvo la dedicación, el apoyo ni el cariño que necesitaba, a pesar del amor inconmensurable de su madre.
La película tiene dos tiempos y dos partes, pues. La Italia de los sesenta y setenta, la de las canciones de Rita Pavone, Caterina Caselli o Doménico Modugno, la del Festival de San Remo, la de mujeres con vestidos floreados, la de la alegría de vivir, la del machismo ancestral. Y la Italia de ahora, como España, moderna y antigua a la vez, en la que sus jóvenes sonríen sin demasiada convicción ante un futuro incierto.
La película tiene, por tanto, un trasfondo antropológico, y tras los dramas de los personajes el director y coguionista ofrece un honesto retrato de la sociedad. Digamos que Virzi pertenece a una especie de “neoneorealismo” italiano, a una reedición del Vittorio de Sica de las comedias amargas que se mueve entre el alegre cinismo de Scola, Risi o Monicelli y la seriedad nostálgica de Moretti.
Este cine Italiano que tanto nos gustaba ha encontrado en este Livornés un digno sucesor. La prima cosa bella fue seleccionada para representar a Italia en los Oscar y de las 18 nominaciones que tuvo a los premios David de Donatello recibió tres: guión, actor (Valerio Mastrandrea, el hijo mayor), y actriz (Micaela Ramazzotti, la madre de joven).