Los recortes y los premios literarios

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Imagen de archivo de Rita Barberá, que el pasado día 28 anunció la suspensión temporal del Festival de Cine de Valencia. / Juan Carlos Cárdenas (Efe)

Estos últimos días han sido los de un pistoletazo de salida para ver quién era más rápido y más efectivo a la hora de recortar. Los responsables de nuestras instituciones públicas, con ánimo carnicero unos, y cirujano otros, se han dedicado, se dedican, y se dedicarán, a quitar tajada tras tajada del magro cuerpo de lo público en un esfuerzo, que les da un cierto aire cool, que es lo que se lleva, por ponerse en consonancia con la moda de compungirse por tener que aplicar la tijera de la poda, eso sí, aunque nos percatemos del pequeño y refrenado gesto un tanto sádico, por irremediable, que siempre da el aplicar puniciones sin parar y sepamos que ese placer, por escondido, no se lo quita nadie. La excusa, un poder que nos sobrepasa, que habita más allá de nuestras fronteras, no tiene precio. Justifica nuestras más bajas pasiones.

Todos los años, prácticamente desde que cumplió su primero de vida, diez ediciones llevábamos con ello, era ya un rito, asistí junto a otros colegas periodistas, críticos, editores y algún que otro escritor, a la concesión del Premio Torrevieja de Novela, publicado por Plaza Janés,  que con sus 360.000 euros de dotación era el segundo más importante de España tras el Planeta.

Hay que decir, en honor a la verdad, que el evento, que ahora muchos creen un despilfarro, no tenía comparación ni en sus fastos ni en su eficacia con el del señor Lara, y que el viaje, la cena de gala y el día de estancia en el hotel corría a  cuenta del Ayuntamiento, en abierto contraste con el Premio Planeta cuyo grupo editorial se hacía cargo de los mismos. Esta cuestión fue contestada desde hace algunos años, convirtiéndose en una tradición local y casi secreta, por grupos de la oposición de Torrevieja, con los sindicatos al frente, que siempre, mientras cenábamos, se apostaban en  la entrada del restaurante con unas pancartas y unos bocadillos aludiendo al despilfarro del municipio. La hora en que esto tenía lugar, entre las doce y la una de la madrugada, y el lugar, un apartado restaurante en medio de una urbanización fantasma por las fechas en que se celebraba, la última semana de septiembre, añadía un toque surrealista a la vez que inquietante a la cosa. El pasado fin de semana, sin periodistas, público, cena, en una rueda de prensa escueta y algo lúgubre, con un retraso de tres horas, se anunció por parte del alcalde, Eduardo Dolón, del PP, que a partir de esta fecha, el premio quedaba aplazado hasta que la situación financiera lo permitiera otra vez, de nuevo. Aplazamiento, no desaparición. La voluntad quedaba a salvo y junto a ella la intención y la vocación cultural del municipio que con su concurso de habaneras como reclamo tradicional quiso con ese premio literario trascender sus fronteras con otra imagen, además de la de  ciudad turística y productora de sal. Esta X Edición, y última, tuvo su premiado, que no su finalista, ya desaparecido el pasado año, Jordi Sierra y Fabra, que con su novela Sombras en el tiempo, trata la emigración murciana a Barcelona en la posguerra de la mano de la familia Cerón. Según dijo el galardonado, la cuantía del Premio se destinará  a la adquisición de un local en Barcelona para que la Fundación Jordi Sierra y Fabra ayude a leer y escribir a lo niños sin recursos. Una despedida de premio según se ve, con su toque social, a lo Dickens, en abierto contraste con la alegre, inconsciente y despreocupada actitud, muy a lo Scott Fitzgerald,  de los anteriores galardonados, que se lo embolsaban para sí en medio de una nada disimilada satisfacción.

Casi coincidiendo por las mismas fechas, la alcaldesa de Valencia, Ritá Barberá, ha anunciado la desaparición de la Mostra Cinematográfica de la ciudad, un evento ya veterano, y la Junta de Extremadura  la desaparición del Premio de Novela Felipe Trigo y la merma, la cuantía del Premio se queda en la mitad, 5000 euros, del Premio de Novela Dulce Chacón, un premio literario que otorga el Ayuntamiento de Zafra desde 2004 en un ambiente íntimo y recogido, con actos culturales donde se oye música y se pronuncian conferencias, y que ha recaído en escritores de cierto prestigio como Fernando Aramburu, Ignacio Martínez de Pisón, Rafael Chirles o Belén Gopegui. En Madrid, sin irnos muy lejos, el alcalde Ruiz Gallardón, ya andaba preocupado el pasado por la cuantía de los Premios Villa de Madrid, son casi veinte y abarcan todos los géneros, desde el literario con el Ramón Gómez de la Serna o el teatral con el Lope de Vega hasta el de Danza, Periodismo, Radio y Televisión pasando por el de Humor Gráfico, Circo, Pintura y Escultura o el de investigación municipal, por lo que no sería de extrañar que se anunciaran recortes o la desaparición de algunas modalidades. Y eso por no hablar del recorte en la programación de los actos culturales en el recién inaugurado Centro Niemeyer de Avilés y la sospecha de que el gobierno de Alvárez Cascos podría acabar con la Semana Negra de Gijón, aunque esto es por ahora pura especulación

Como no tengo vocación de cirujano, ni de carnicero, no seré quién dictamine dónde debe aplicarse el bisturí sutil o el hacha sin filo, pero sí me gustaría llamar la atención sobre un fenómeno social en España que de no remediarse puede llevarnos a una situación catastrófica para el ámbito de la cultura. En España no tenemos una tradición, como la anglosajona, donde instituciones privadas financien eventos culturales gracias a la liberación de ciertas cargas, como las fiscales, y hemos copiado mal, muy mal, el modelo francés, que sí ha mostrado su larguísima mano y su inteligente concepción hará ya casi la friolera de ciento cincuenta años apostando por integrar en la Nación, la República, los méritos del patrimonio cultural con un respeto casi sagrado… y con una eficacia en cuanto a los resultados palpables aunque no deje de haber fustigadores de ese sistema como Marc Fumaroli, que ha hecho de la crítica al Estado Cultural francés parte de su caballo de batalla intelectual.

Digo catastrófico porque en España carecemos del sentido de otorgar eficacia a los eventos culturales, sean financiados con dinero público o privado, y me temo que si bien el alcalde de Torrevieja hace bien, con toda probabilidad, en aplazar el premio literario por la pervivencia del concurso de habaneras, que también es un acto cultural, no lo es menos que de seguir así podemos llevarnos por delante muchas cosas. No hay que olvidar tampoco que en España está subvencionada cualquier cosa, desde la promoción del queso del  Cebreiro al papel de prensa, el vino, el aceite o la letra eñe como símbolo de diferenciación y que, de nuevo, se trata de discriminar entre unas cosas y otras. Algo que siempre tiene algo de desagradable, por no decir dramático.

Ya digo, no tengo vocación de cirujano, y menos de hierro, pero conviene advertir a tirios y troyanos de ciertas consecuencias y, desde luego, acostumbrarnos a la exigencia con aquello que perviva, sin pensar nunca que está ahí porque ha llovido del cielo. La inconsciencia es la excusa que otorga un rasgo de ingenuidad a aquel que no quiere ver porque se niega a ver. En esto hemos sido responsables todos, bueno, casi todos.

4 Comments
  1. Maria Fraguas de Pablo says

    ¿De donde van a cortar?: De lo que consideran menos necesario. Me encanta el nivel cultural del público objetivo que tiene asegurado el PP. La mayoría seguro que valoran la cultura en mínimos asombrosos.

  2. FRANCISCO PLAZA PIERI says

    Es alarmante el ritmo al que nos llevan o nos conducen estos ‘ultranoséqué’ en esto de los recortes en el mundo de la CULTURA, LA MEDICINA, LA ENSEÑANZA, LA PROTECCIÓN A MAYORES O IMPEDIDOS, LA, LA, LA…
    De los recortes en vuestros abultados sueldos ¿qué hay?
    Los señores y señoras del PP no saben, no contestan, de cosas que sí saben.
    ¡Voten, voten, al PePe el 20-N!

  3. ERIKA ALICIA says

    muy bueno este recorte

  4. Harmony Vence says

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