Público

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Leonardo Sanhueza. / letras.s5.com

Recibo hoy mismo un correo de un joven amigo chileno. Leonardo Sanhueza, se llama, y es un poeta muy notable (tiene publicado en España un libro, Tres bóvedas, Madrid, Visor, 2003, XVII Premio Rafael Alberti), aparte de persona entretenida y cultísima, de una cultura envidiable por amena, por fruitiva, por variada y por extensa (sabe de minerales, de comida, de folclore, de métrica, de fútbol, de todo, encima de lo que sabemos todos). En su correo, me cuenta Leo que dentro de unas horas va a acudir al lanzamiento de su último libro, Colonos, en el marco de la Feria del Libro que estos días se celebra en Santiago. Y añade: "Es medio ridículo todo esto, lanzar libros. Estoy pensando seriamente la posibilidad de hacer ediciones de cuatro ejemplares. El verbo publicar ha perdido su etimología".

Qué interesante observación, esta última. En efecto: el verbo publicar ha perdido su etimología, que sería, supongo, público, del latín publicus, 'notorio, patente, manifiesto, visto o sabido por todos', en la primera acepción de la RAE; 'vulgar, común y notado por todos', en la segunda; 'perteneciente o relativo a todo el pueblo', en la cuarta; 'común del pueblo o ciudad', en la quinta; 'conjunto de las personas que participan de unas mismas aficiones o con preferencia concurren a determinado lugar', en la sexta; 'conjunto de las personas reunidas en determinado lugar para asistir a un espectáculo o con otro fin semejante', en la séptima. Etcétera.

¿A cuántas de estas acepciones remite, en rigor, el acto de publicar en la actualidad un libro o lo que sea? ¿Qué queda del público en su sentido estricto o lato? ¿Qué de lo público?

Recuerdo que en uno de los ensayos recogidos en La literatura y la construcción de la ciudad democrática (1998), de Manolo Vázquez Montalbán, proponía éste distinguir entre público y mercado, entendiendo el primero como vanguardia cultural del segundo. ¿Cabe hoy sostener esta distinción? ¿Cabe invocar al público o lo público como una instancia legitimadora de cualquier cosa? ¿Como un ente susceptible de ser interpelado, o seducido, o siquiera cuestionado?

Barrunto que Leo tiene razón. Que el acto de publicar ha perdido buena parte de su sentido, de su fundamento. Queda por considerar en qué medida ello es causa o consecuencia de las transformaciones que de un tiempo a esta parte viene sufriendo el medio editorial, en su más amplia acepción. Si el verbo publicar no va siendo desplazado por el de postear, que no viene a ser lo mismo, o no exactamente.

Valdría la pena, en cualquier caso, dar vueltas a esta cuestión.

A ver.

3 Comments
  1. marta says

    Interesante reflexión. Gracias.

  2. celine says

    Lo público se ha vuelto más ruidoso que nunca, saturado de publicaciones que mejor estarían escondidas, lo que no deja sitio a otras publicaciones muy convenientes al alma. Habrá que buscar ese libro de Visor, Ignacio. Como siempre, nos descubres buenos escritores ignotos por estas tierras.

  3. hariclea says

    Para publicar algo, desde su obra hasta su amor incomprendido, puede usted abrirse un blog, convocar a sus «seguidores» a través de twitter y a sus «amigos» a través de faceook. En esta época en la que está de moda apretarse el cinturón (aquel que lo tenga) nos ahorramos el papel, las copas, las sonrisas innecesarias y alguna que otra charla-tostón. El libro queda disponible para todos los públicos y además al consumidor le sale «gratis». Esto constituye un paso más hacia la venerada democtratización del público y se desmercantiliza, aparentemente, la acción de publicar. Esto es, ciertamente, en el mundo de la Abeja Maya, donde todas las abejitas saben leer y escribir, tiene cierto dominio de inglés, saben manejar un PC (o preferiblemente un aparente MAC) y caminan o vuelan con un e-book bajo el ala…

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