La sombra fecunda de Raymond Roussel

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Una de las obras que forman parte de la exposición sobre Raymond Roussel. / museoreinasofia.es

Raymond Roussel fue uno de esos escritores cuya rareza y falta de éxito no le impidió ser un referente de las vanguardias del siglo XX, sobre todo de los surrealistas, que lo admiraron siempre como uno de sus maestros y precursores. En ello no hay contradicción alguna: respecto a la impronta dejada en las sociedades, y que poco o nada tiene que ver con el éxito, Walter Benjamin llamaba la atención en uno de sus últimos ensayos sobre el hecho de que los dos libros del siglo XIX que más habían influido en el primer cuarto del siglo XX apenas habían sido leídos por algún que otro millar de lectores, El Capital, de Karl Marx y El origen de las especies, de Charles Darwin. Y todavía son pocos los que se atreven con esas dos obras, eso sí, citadas hasta la extenuación.

Esa enorme influencia, esa impronta dejada en el siglo XX es el asunto de que trata una exposición que se inauguró el pasado día 25 de octubre y que estará entre nosotros hasta el último día de febrero del próximo año en el Reína Sofía, en colaboración con el Museo de Arte Contemporáneo de Serralbes, en Oporto, bajo el previsible título de Locus solus. Impresiones de Raymond Roussel, jugando con las dos obras más representativas del escritor francés, y que acoge más de trescientas obras de los nombres más representativos de las vanguardias del siglo XX, en especial los surrealistas, agrupados en torno a la admiración sentida por el legado de Roussel. La exposión es importante por varios motivos, desde luego por la temática que desarrolla, que es una forma nueva de exponer ciertas retrospectivas mediante el recurso de establecer analogías, y, desde luego, por la calidad de lo expuesto. Baste decir que dentro de unas semanas llegará a Madrid, por ahora nos contentamos con Étants Donnés, procedente de Estocolmo La Novia puesta al desnudo por sus novios, incluso, la obra señera de Marcel Duchamp, muy influida por el delirio rousseliano, y que se codeará con obras de Dalí como Enigma sin fin o Lilith: Homenaje a Raymond Roussel, Locus solus, de Roberto Matta, los rayogramas de Man Ray, Balance y Carretilla, de Francis Picabia o Goethe y las metamorfosis de las plantas, de André Masson, además de homenajes al otro libro de Roussel, Impresiones de África, y ahí tenemos la colaboración de Cristina Iglesias. La muestra reúne. pues, una antológica muy especial del arte de las vanguardias, sobre todo del surrealismo, y, como hicieron constatar los dos comisarios de la muestra, Joao Fernándes, del Museo de Oporto, y Manuel Borja-Villel, director del Museo Reína Sofía, el día de la inauguración, la originalidad de la exposición consiste en “que se muestran las rendijas que ha dejado la obra de Raymond Roussel, unas rendijas que son las que median entre el mundo pictórico, el audivisual y el literario”. De ahí la importancia de la que será, con toda probabilidad, una de las muestras estrella de esta temporada en el Reína Sofía y que ha abierto el año con sobrada excelencia..

Roussel representa en el mundo del arte una constelación fecunda pero imprecisa, al modo de Eric Satie. Es, al igual que le ocurre al autor de las Gymnopédies su impronta y su señal de perduración en unos tiempos que ellos anticiparon de formas varias pero con una intuición certera, genial. En el caso de Roussel, como ocurre de otra manera aún más insólita en Lisboa con la aparición de Fernando Pessoa, mediante una radical disposición, de una enorme subjetividad, a tratar el asunto de lo que es la literatura, del mecanismo mismo del lenguaje: de ahí que Locus Solus e Impresiones de África, sus obras más celebradas, sean en realidad enormes ejercicios de reglas muy precisas y restrictivas y cuyo interés revolucionario estribaba en que introdujo sin tapujos la idea de juego, también la entrada del azar, por supuesto, la dinamita en las convenciones, cualquier tipo de ellas, y, desde luego, una suprema desconfianza en que sea eso de la realidad. En Locus Solus, la novela que publicó en 1914, fecha premonitoria de cambios radicales, el argumento disponía ya el pesadillesco panorama del siglo XX: Martial Canterel invita a un grupo de colegas a visitar Locus Solus, el parque de su finca. Hay allí invenciones feroces. Desde un diamante de cristal lleno de agua donde se halla dentro una chica que baila, una cabeza de gato sin pelo y la cabeza de Danton , hasta la  exposición de ocho cuadros vivos dentro de una caja de cristal representados por actores que en realidad están muertos pero que Canterel ha resucitado para la ocasión con una droga de su invención llamada resurrectine, que entre otras cosas posee la cualidad de que aquel muerto que la toma represente de inmediato el momento más importante de su vida pasada. A partir de la aparición de este mundo de signos cambiados, la fascinación por el personaje perduró hasta hoy: desde la adoración temprana de un Marcel Duchamp y un Andre Breton a la reivindicación del movimiento OULIPO y de Alain Robbe Grillet ya a finales de los años cincuenta o la Escuela de Nueva York, con John Ashbery, Harry Mathews y Kenneth Koch, que editaron una revista en su momento llamada Locus solus. Aspecto que la muestra madrileña recoge con interés, pues se da la circunstancia de que John Ashbery colaborará en la muestra madrileña aportando una serie de fotografías de las representaciones a que ha dado lugar Locus solus transformada en obra de teatro.

Pero hay un apartado donde la retrospectiva se convierte en gabinete de curiosidades y que la otorga un lugar aparte en este tipo de muestras. Se recogen, por ejemplo, las obsesiones de Roussel: la adoración que sentía por Julio Verne y por Víctor Hugo además de por el astrónomo Camille Flammarion. Como ejemplo de esas curiosidades cabría apuntar que se exponen tres dibujos de Víctor Hugo aparte de La Estrella Cósmica, una galleta que Flammarion regaló  a Roussel y que se encontró en su poder una vez que éste había fallecido. Una muestra que refleja todo el poder de fascinación que ejerció la figura de Roussel. Hay muchas maneras de inmortalizarse y la Modernidad elige sus propios modelos, fetiches. Roussel es uno de ellos. El más extraño. También el más fecundo: Dalí resumió su legado con una definición clara, justa, cierta: hacía cibernética literaria

5 Comments
  1. FRANCISCO PLAZA PIERI says

    Magnífica muestra, extraordinaria exposición, por los artistas, genios todos, en ella representados, así como la escenificación, esto es un decir, en cuanto a la organización de las obras.
    La he visitado varias veces porque la encuentro perfecta.

  2. celine says

    Qué bellas las gymnopédies http://youtu.be/S-Xm7s9eGxU

  3. marta says

    Juan Angel… gracias por la recomendación! He visitado la expo y me lo he pasado muy bien. Como decía Duchamp, Roussel era aquel que indica el camino.

  4. despertares says

    FRANCISCO PLAZA PIERI
    FALLECIÓ EN MADRID
    EL DÍA 27/11/2011
    D.E.P
    Sus familiares ruegan una oración por su alma

  5. hariclea says

    Lamento mucho la pérdida de Francisco. Qué bueno que al menos pudiera disfrutar del arte hasta sus últimos días.

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