La reciente publicación de Ayer, de camino. Anotaciones, noviembre de 1987 a julio de 1990, de Peter Handke, por parte de Alianza Editorial, la casa que ha publicado en español la mayoría de la obra del escritor austriaco, debería promover entre nosotros reflexiones un tanto melancólicas sobre la suerte del escritor que se muestra como un rebelde en nuestros días. Esas reflexiones melancólicas no se refieren a los castigos que se afligen a aquellos que se rebelan ante las ideas dominantes y los intereses que esconden esas ideas. De ser así acabaríamos con la historia misma del mundo. No, el motivo melancólico se refiere al silencio, a la indiferencia, al modo en que hoy día la voz de un artista, de un escritor, de un intelectual famoso puede ser anulada ante una opinión pública neutralizada desde el principio, algo que no sucedía en épocas idas, y todo gracias a una opacidad que amenaza con el modo en que hemos concebido desde hace mucho tiempo lo que son las libertades en nuestra sociedad.
Todo comenzó poco después de terminar este libro publicado ahora -no deja de ser sintomático el hecho de que haya obras de Peter Handke que no verán la luz entre nosotros por mucho tiempo -cuando después de dar vueltas por el mundo en un modo que recordaba a la tradición del holandés errante a Handke no se le ocurrió otra cosa que tomar posición ante el conflicto de los Balcanes, y tomar posición sin tener en cuenta la versión interesada de los hechos, sobre todo, no teniéndola en cuenta. De esa toma de posición, donde Handke hablaba de condena para todos o para ninguno, algunos dedujeron que el escritor se había decantado a favor de Serbia y que, por tanto, justificaba las matanzas de musulmanes y el martirio de Sarajevo. Cuando en 1996, Handke publicó Viaje invernal por el Danubio, donde presentó a los serbios como víctimas de la guerra civil, la proscripción solapada ya estaba servida en bandeja. En Francia Yves Laplace, refiriéndose a las matanzas de Srebrenica, llegó afirmar que Handke había tomado un camino muy peligroso. Para colmo, en 2005, el presidente Slodovan Milosevic, acusado de genocidio por el Tribunal Penal Internacional, citó a Handke como testigo para su defensa. El escritor rechazó el dar ese testimonio, se negó a ello, pero más tarde escribió Las tablas de Daimiel, donde en cierta manera asume ese testimonio y lo justifica en forma de libro. La cosa, sin embargo, llegó a límites intolerables cuando Handke se presentó a los funerales de Milosevic y llegó a cuestionar la condena al ex presidente serbio. Desde entonces Handke es un proscrito sin serlo, que es un modo muy actual de ser proscrito. La corrección política tiene esas características, y una de ellas consiste en que tus compañeros de viaje, en este caso buena parte de la izquierda, te crucifica alegando no sé que cuestiones morales. El director de la Comedie Française, sin ir más lejos, Marcel Bozonnet, prohibió en su momento la representación de la obra de teatro de Handke, Viaje al país sonoro o el arte de la pregunta, a lo que se agregó la actitud en Düsseldorf de los responsables del Premio Heine, que retiraron los 50.000 euros de dotación cuando se enteraron que Handke era firme candidato al mismo. Finalmente Handke, para evitar más polémicas, renunció al Premio. Y hasta tal punto llegó la persecución a Handke que el semanario Le Nouvel Observateur fue condenado por el Tribunal de Apelación de París por difamación contra el escritor por un artículo publicado por Ruth Valentín donde, por el hecho de haber asistido a los funerales de Milosevic, se instaba a Peter Handke a ser acusado de aprobar la matanza de Srebrenica y justificar las matanzas habidas por motivos étnicos. Hay que decir que el tribunal condenó al semanario a pagar un euro por daños a la persona y 2500 por gastos judiciales.
La guerra de Serbia se llevó, no obstante, a otros escritores por delante. Recuerdo, a finales de los ochenta, el modo en que las editoriales de medio mundo nos quisieron meter con calzador, y lo consiguieron, la idea de que el serbio Mirolad Pavic, el autor del Diccionario Jázaro, era uno de los grandes escritores de la segunda mitad del siglo XX por su incidencia en la hipertextualidad y cosas así. Y la verdad es que muchos descubrimos a un gran escritor en obras como Paisaje pintado con té o La cara interna del viento, pero el escritor serbio, propuesto muchas veces como firme candidato al Nobel, era propenso al patriotismo y defendió a su país como creyó era su obligación cuando la guerra. El resultado fue un silencio en los medios que ha durado hasta hoy. Pavic murió en 2009, y una serie de obras importantes -cito a este respecto, El último amor en Constantinopla-, que han conocido la suerte de ser publicadas en editoriales medias o pequeñas, caso de Akal y de Sexto Piso en español. Ni que decir tiene que pocos recuerdan aquellas insistencias en que los periodistas culturales diéramos noticia de que era un firme candidato al Nobel cuando tocó que fuera así o la desidia que afectó a muchos redactores jefe cuando algunos quisieron dar noticia rendida de la muerte del escritor: la memoria es demasiado plástica y fugaz muchas veces y se adapta a nuestros intereses del momento de modo harto sospechoso.
El libro recientemente publicado por Alianza, Ayer, de camino, es un enorme volumen de setecientas páginas donde Handke pasea por el mundo, su pueblo austríaco, Dubrovnik, Londres, Edimburgo, París, Atenas, Tokio, Anchorage, Linares, Sevilla, Ronda, al modo de Rilke, Gerona, Font Romeu, Santiago, La Coruña… mientras le acompañan fantasmas de escritores, Goethe, Basho, Spinoza, con los que conversa en justa compañía. Es una metáfora de nuestro tiempo, donde nos arrastramos de modo fragmentario aunque queramos siempre ofrecer una imagen unitaria del mundo y de nosotros mismos. ¿Para cuando otros libros suyos que parece no hayan ni siquiera sido escritos?
Antes nos prohibían leer, ahora nos prohibimos pensar nosotros mismos. Arriba la inteligencia…¡y la vida!
Enhorabuena!Por fin puedo leer algo interesante y bien planteado sobre un gran escritor como Handke.Gracias