Las hijas de Islandia arreglan los males de la testosterona

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MUJERES EN EL GOBIERNO DE ISLANDIA.– De izquierda a derecha, Johanna Sigurdardóttir (primera ministra), Katrin Jakobsdóttir (ministra de Educación, Ciencia y Cultura), Katrín Júliusdóttir (ministra de Industria, Energía y Turismo), , Oddny G. Haroadóttir (ministra de Finanzas) y Svandis Svavarsdóttit (ministra de Desarrollo). Fotos: government.is

En realidad, es la opinión de un colega renombrado, John Carlin, que se ha pasado una temporada en Islandia preguntando y sacando conclusiones, a lo mejor, un tanto optimistas, pero que le han valido la atención de lectores de El País. Carlin se ha entrevistado con la primera ministra y la ministra de Educación y Cultura islandesas,  Johanna Sigurdardóttir y Katrin Jacobsdóttir, respectivamente. Como suele ocurrir con los viejos apellidos, la terminación -o el prefijo, en el caso árabe- de esos nombres llevan incluida la palabra hijo o hija. Dóttir recuerda al dauhgter de los ingleses, sólo que más fácil. A lo que íbamos.

El caso es que ha vuelto entusiasmado de lo que las dóttir han sido capaces de hacer con ese pequeño país cargado de grandes problemas. Según lo leído, apenas dos años después de la debacle financiera y social islandesa, al país no lo conoce ni la madre que lo parió, por citar a un ilustre político intelectual español de la Transición.

De parecido optimismo gozan otros articulos sobre cómo llevan lo de la crisis en el país del hielo. Y desde Cuba –con amor-, los elogios a la isla de las Döttir ya se sale cuatro pueblos.

El caso es que yo había leído otras noticias no tan gratificantes; ya conocen mi afición por esa isla fría y feliz (hasta que les atizó la crisis). Los datos son sagrados –aunque ya sabemos que un tanto manipulables- y los datos dicen que la isla-estado creció un 3 por ciento en 2011, justo cuando todos los demás nos íbamos hundiendo en la miseria con menor o mayor ímpetu.

Como admite el ministro de Asuntos Económicos, Steingrimur Sigfusson –en esta parcela casi siempre son “hijos” los que mandan- el tamaño de la economía islandesa es manejable: “Se hace virar más rápido un bote pequeño que un barco grande”, ejemplarizó el hijo de Sigfus a la BBC. Sea como fuere, el caso es que los calificadores Fitch le han devuelto a Islandia su nota BB+ que le permite ser respetado como país con posibilidades de inversión, que es de lo que se trata. Pelas, pelas (babeando).

Fue muy celebrada la capacidad del pueblo islandés de llevar a altos financieros y políticos ante los tribunales como responsables de la bancarrota del país. Al pueblo siempre le gusta que los poderosos traguen el mismo caldo amargo que los miserables. Pero todo parecido con ese anhelo se acaba aquí. Por el momento, no hay un sólo banquero sinvergüenza en la cárcel. Es cierto que están procesando al primer ministro dimitido, el conservador Geir Haarde, pero ya se verá, dentro de mes y medio en qué queda el proceso. A otros de sus ministros colaboradores en el desaguisado, dos de ellos socialdemócratas, ni les han llamado a declarar.

Detesto ser pesimista y odio el regodeo en la pena pero no tengo más remedio que decir que –según he leído- los únicos sentenciados, hasta el momento, en Islandia, han sido cuatro ciudadanos acusados de haber entrado ilegalmente en el parlamento durante las protestas de 2008 que iniciaron esta odisea islandesa. Pues sí que vamos bien.

Pero, comoquiera que la primavera hace acto de presencia, al fin, en este frío y largo invierno que llevamos viviendo desde hace cuatro años, prefiero optar por el optimismo admirativo del colega Carlin y aplaudir la entereza de las hijas de Islandia que han puesto orden en el burdel de sus compañeros del anterior gobierno. Y a esperar que el transatlántico español salga a flote cuanto antes; quiéranlo los dioses compasivos.

2 Comments
  1. Luis Angel says

    Aguirre o DeCospedal, o Rudi, o Barberà, que ya ejercen. A la Presidencia de España.

    Este reduccionismo sexista, que si hombres que si mujeres, es muy resultón como articulillo y hasta gratificante para el tufo hembrista. Pero no creo que haya sido esa simple solución la adoptada en Islandia.

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